Son hispanos entre 18 y 34 años, pertenecen a una generación nacida mayoritariamente en Estados Unidos, hablan inglés y reivindican el español como parte de su cultura.
Les llaman “milenios” y, según algunas proyecciones demográficas, representarán más del 80 por ciento del crecimiento poblacional del país en esas edades.
Según el Censo del 2010, los hispanos representaron más de la mitad (56%) del crecimiento poblacional en EEUU en la primera decada del siglo XXI. Ahora es el turno de los “milenios” hispanos. Ellos pueden cambiar la manera de vivir y relacionarse de los estadounidenses. Las empresas de marketing y los medios de comunicación ya están prestando atención; pero, por ahora, parece que nadie ha conseguido comunicarse de manera efectiva y, sobre todo, recíproca con ellos.
Proliferan las conferencias especialmente en el terreno del mercadeo sobre cómo venderles cosas a estos jóvenes que parecen representar una de las generaciones más idealistas, desprendidas y anti consumistas de las últimas décadas. Y si a ello le añadimos el componente hispano y multicultural, la mezcla es bella, atractiva y explosiva.
Los expertos aseguran que los Milenios hispanos comparten con sus compañeros estadounidenses de generación, la juventud, la familiaridad con las tecnologías y las redes sociales, y el espíritu independiente; pero hay algo que los hace únicos: su apego a sus raíces latinas, su relación con sus familias y los países de origen de sus familias.
Recientemente, Juan Carlos Dávila, vicepresidente y gerente general del Hispanic Market Center of Excellence de la empresa Nielsen, dijo que aunque el 65 por ciento de los Hispanic Millennials nacieron en Estados Unidos, un 40 por ciento son bilingües lo que representa un aumento del 73 por ciento en la última década.
Su cultura y su otra lengua es muy importante para esta generación.
“They are made in the USA with Hispanic ingredients,” expresó Davila.
“Made in USA” es la clave demográfica y cultural que está revolucionando este país y generando tantas expectativas como ansiedades. Que se lo pregunten a Donald Trump y a sus seguidores, todavía anclados en la percepción (que algunos llaman realidad) de que los hispanos son inmigrantes sin papeles que violan, matan y trafican con drogas. La percepción que en algunas filas conservadoras y en algunos guetos liberales llaman realidad de que los hispanos ven telenovelas y votan demócrata repetitivamente sin pensar. Pues bien, estos jóvenes hispanos dinamitan tanta percepción, tanto eslogan populista y barato, tanto espejismo de políticos mediocres y analistas ciegos que solo saben hablar inglés.
Porque mientras los ejecutivos de históricos (viejos) y prestigiosos (viejos) medios de comunicación todavía a estas alturas de nuestra realidad social se preguntan si deben utilizar inglés o español, si hay ciertos temas que les interesen más a los jóvenes hispanos, si ya que estos jóvenes hablan inglés no deberían olvidarse de esa “cosa mexicana”… mientras estos hombres blancos para quienes lo hispano es un alienígena de Marte o un insecto al que hay que analizar con pinzas (todo con tal de no aceptar que lo hispano es una parte substancial de la realidad estadounidense tan legítima como lo anglo)… mientras estas cosas ocurren y las empresas y los políticos cometen error tras error y procuran no invitar a latinos a la mesa (por eso hay ausencia de expertos hispanos en la televisión, en la prensa en general, en los altos cargos directivos con capacidad de decisión en las empresas, en los dos principales partidos políticos del país)…
Mientras todo esto es nuestro pan de cada día, el poder de compra (poder económico es otra cosa) de los jóvenes latinos se dispara a los 1,3 billones de dólares.
¡Pero aún nos faltan tantas cosas! Aunque no está mal el empujón que estos jóvenes le dieron a la campaña de Hillary Clinton. Empujón a un lado. Advirtiéndole a los Clinton y a los demócratas que no los traten con paternalismo y que su abstención o su enojo puede hacerle daño a esos liberales lentos en aceptar con hechos (no con palabras) la latinidad estadounidense sin complejos ni restricciones.
No hace mucho lo decía el actor Edward James Olmos cuando durante una conferencia nacional recordó que el futuro no está en los números, sino en entender el comportamiento humano. Por eso, esta generación no debería ser solo apetecida por las marcas, las empresas, o los partidos.
Las instituciones educativas deberían ayudarles a solidificar su biculturalidad para convertirlos en los líderes globales del futuro.
Esta generación trae una riqueza cultural que puede hacer más rico y más poderoso a este país, si este país sabe apreciarlo y aprovecharlo.
Avendaño es director de El Tiempo Latino