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Muerta antes de conseguir refugio en Estados Unidos

Mario me enseña la foto de su hija Marisol. Estamos en su apartamento en Langley Park, Maryland, y las manos de Mario tiemblan.

“Ella y mi nieta estaban siempre felices cuando las visitaba en El Salvador”, dice y explica que su hija, de 21 años, recibió amenazas de muerte de la pandilla Barrio 18 en Morazán hace un año. Entonces, Mario, quien es residente legal de Estados Unidos desde hace 15 años, empezó el proceso de visas para Marisol, su nieta, un hijo adolescente y su esposa.

“Marisol estaba contenta que se iba a venir con todo y niña… pero se fue a otra parte. Así es la vida”, expresó Mario con palabras tensas y el rostro contraído. “A ella la sacaron de la casa como a las diez de la noche, la llevaron a un kilómetro y la mataron… Le pusieron el número 18 encima. Tremendo. Tremendo. Terrible”.

Mario teme ahora por la vida de su nieta de 2 años, por su esposa y su hijo.

“No quiero que los otros zipotes sufran igual, por eso quisiera que me ayudaran más ligeros para que pudieran venir ellos”, clama Mario y añade que luego del asesinato de Marisol, la familia huyó: “Allá dejaron tirada la casa de la familia porque ya no pueden vivir allí”.

Fui al lugar donde se encuentra escondida la familia de Mario en espera de las visas estadounidenses que les salvarían la vida.

Antonia, la esposa de Mario, cuida ahora de su hijo y su nieta. Vive llena de ansiedad. Dice que cada atardecer revive la terrible noche en que aquellos hombres irrumpieron en su casa con pistolas y se llevaron a Marisol.

“Ella dormía con su hija, llamaron a la puerta diciendo que era la policía y cuando abrí fueron al cuarto y se la llevaron, yo corrí a ver a mi nieta, la abracé y le pregunté ¿está viva mamita?”, cuenta Antonia.

Su nieta, Ana, se encontraba bien. Antonia fue a la policía para denunciar el secuestro, era medianoche. A las 5 de la madrugada, las autoridades encontraron el cuerpo de Marisol. Había recibido golpes, había sido apuñalada y presentaba heridas de bala.

“Fui donde encontraron el cuerpo de mi hija”, explica Antonia. “Es tan duro ver la sangre de tu propia hija tirada en el piso, sangre inocente”.

Antonia dice que el secuestro y asesinato de Marisol ha afectado profundamente a su nieta Anita.

Ana tiene dos años, su madre Marisol fue asesina en El Salvador por una pandilla. Ahora su abuelo, residente legal de Estados Unidos, trata de traer a la pequeña y al resto de la familia para que estén a salvo en este país. (Armando Trull/Para El Tiempo Latino)



Armando Trull Para El Tiempo Latino

Ana tiene dos años, su madre Marisol fue asesina en El Salvador por una pandilla. Ahora su abuelo, residente legal de Estados Unidos, trata de traer a la pequeña y al resto de la familia para que estén a salvo en este país. (Armando Trull/Para El Tiempo Latino)

Le pido a la pequeña Ana que me enseñe sus juguetes favoritos. Ella corre al dormitorio y de un cesto saca una muñeca de plástico, sin ropa y de cabello morado. La mirada de Ana parece perdida. No sonríe. Antonia dice que está así de callada desde que murió su mamá. La familia de Mario es un trágico ejemplo de un grave problema centroamericano. Organismos internacionales estiman que casi medio millón de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos se han visto obligados a huir de sus hogares debido a la violencia. Son desplazados dentro de sus países. Y muchos emigran.

En los últimos tres años cientos de miles de centroamericanos, incluyendo a miles de menores, han tratado de entrar sin documentos en Estados Unidos. De ellos, unos 15.000 niños han llegado a la región metropolitana de Washington.

En julio, la Casa Blanca anunció nuevas medidas para ayudar al creciente número de menores y familias centroamericanas que huyen de la violencia. Se trata de ayudarles antes de que se embarquen en un viaje desesperado, sin documentos, hacia Estados Unidos.

“Estamos colaborando con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional sobre Migración para identificar a personas en los países, sin importar que tengan o no familiares en Estados Unidos que califiquen, que pudieran entrar en la categoria de refugiados”, nos dijo Amy Pope, consejera de Seguridad Nacional para el presidente Obama. ”Esas personas pueden aplicar para ser reubicadas en Estados Unidos. Quienes padezcan una situación de vulnerabilidad que les impida seguir en el Triángulo Norte podrían ir a Costa Rica, país con el que hay un acuerdo para esperar allí los trámites del asilo. Esto es algo importante que no se ha hecho antes en la región”.

Pero Costa Rica dice que aceptará solo 200 solicitantes a la vez. Por su parte, activistas de inmigración del área, como Abel Núñez, el director ejecutivo de CARECEN en Washington, aunque ve lo positivo de la medida, ha expresado que le parece “inadecuada” e “insuficiente” dado que hay cientos de miles de personas que huyen del Triángulo Norte y el proceso es lento y complicado.

Mientras, en El Salvador, la familia de Mario siente que se les acaba el tiempo. Antonia dice que explicó a oficiales de la embajada de Estados Unidos su situación y que le dijeron que “acelerarían el proceso”.

“Vivo aterrorizada y le pido a Dios que nos saquen pronto de aquí”, solloza Antonia.

Al regresar a Washington, recibí una llamada de Mario desde Langley Park. Dice que su familia ha perdido toda esperanza de que les lleguen las visas antes que las pandillas les encuentren. Van a viajar a Estados Unidos sin documentos. Mario dice que por seguir la legalidad y esperar, su hija está muerta y no quiere perder a nadie más de su familia.

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Éste es un video-reportaje de Armando Trull, periodista de WAMU 88.5FM. El video-reportaje fue producido por Alberto Avendaño, director de El Tiempo Latino, y la edición del video corrió a cargo de Alfredo Duarte.

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