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Nuestros hijos votarán

Cada vez que veo a mi amigo Jorge Ramos —cada tantito o cada tantazo, dependiendo del año— siempre hay un tema del que hablamos y no es la política, ni el Apocalipsis Now de los medios de comunicación, ni siquiera su bronca con Donald Trump. De lo que siempre hablamos es de los hijos.

Jorge y yo somos de la misma generación, llegamos en la misma época a este país y ambos vivimos la catapulta y reinvención estadounidense en nuestras vidas. Él se convirtió en uno de los periodistas más influyentes de este país y yo conseguí una vez tener influencia en los asuntos domésticos de mi casa en el área de Washington.

Jorge y yo compartimos página en este periódico para opinar. Y opiniones no nos faltan. Que nos hagan caso es otra cosa. Pero la última vez que hablé con Jorge, hace unos meses, no opinamos. Recuerdo que la primera pregunta que me hizo fue sobre mis hijos Xan y Kenia, y recuerdo que la primera pregunta que le hice, en cámara, fue sobre sus hijos Paola y Nicolás. Y le confesé que cuando más me gustan sus columnas es cuando habla de ellos. Hoy es una de esas ocasiones, por eso en lugar de opinar prefiero mirar a la izquierda, hacia mi compañero de página y compartir discurso en paralelo. Porque nuestros hijos son esos millenials idealistas y fuertes que redefinirán la palabra grandeza y la palabra Estados Unidos.

Un vistazo a las cifras del Censo o una ojeada de rutina a los últimos sondeos del Pew Research Center ofrecen un país abarrotado de votantes cada vez más diversos en su cultura, en lo que se llama “raza” —confuso término de gamas cromáticas desfasadas y cada vez más inútiles.

Y en esa diversidad lidera la población latina, los de aquí, los hispanounidenses impulsados con la nueva fuerza de los  jóvenes entre 18 y 34 años.

Aunque en los medios de comunicación en inglés o en español de Estados Unidos no se note, la realidad es que la mayoría de los inmigrantes en este país ya no son los latinos. Y lo cierto es que la mayoría de los latinos de este país nunca fueron inmigrantes. Y hoy lo son menos que nunca. Hoy, gracias a los millenials, el hispanounidense es un joven ser humano cómodo en su piel a quien las ansiedades raciales del viejo hombre blanco no intimidan en lo más mínimo.

Ésta es una generación que, por primera vez en la historia del país, le ha dicho a los encuestadores de todo tipo —incluyendo al Pew— que su cultura de origen hispano es importante y que la lengua española —la hablen bien o mal— es importante para ellos.

Es una postura nueva, segura de sí misma. El antídoto perfecto contra políticas viejas, caducas, de tupé o los que quieran hacer de tu voto un gueto controlado por la burocracia partidista.

Es también un llamado de atención hacia los medios de comunicación. Pero ahí los cambios van lentos. Aunque existe una revolución lingüística en las retransmisiones deportivas —desde el fútbol americano hasta el fútbol de verdad. ¿Y cómo  encaja todo esto en este ciclo electoral?   Una nueva generación de hispanounidenses tienen la posibilidad de dejar su marca  en la democracia del país. Las cifras oficiales dicen que hay más 27 millones de latinos que podrían acudir a las urnas, o sea, el 12% de los votantes de la nación. Sabemos que  políticos han dicho que no les preocupa el voto latino porque no sale a votar. Y si bien es cierto que se trata del mayor reto de nuestra comunidad, también lo es que desde 2012 el número de votantes hispanos elegibles para votar ha aumentado hasta el punto de representar el 37% del crecimiento de los votantes  en los ultimos cuatro años.

Sabemos que el voto latino —aunque escaso en su participación, como mucho llega al 48%— ha favorecido tradicionalmente al Partido Demócrata en cada elección desde 1980. El Partido Republicano se ha distanciado de la creciente comunidad hispanounidense —y no solo en el tema migratorio. Aunque siempre que he hablado con liderazgo republicano mis fuentes se llenan la boca con que los valores conservadores están en sintonía con la cultura hispana de Estados Unidos y recuerdan aquella frase de Ronald Reagan de que “los hispanos son republicanos, pero aún no lo saben”, lo cierto es que la irrefrenable hostilidad de demasiados políticos republicanos y la ausencia de una estrategia de acercamiento hacia nuestro electorado hace que la brecha, en estas elecciones, se haya abierto de una manera tan enorme que tardará en reducirse. Y el impacto de los millenials añadirá más leña al fuego.

Jorge les recuerda a sus hijos que  en 1976 no pudo votar en México y yo les recuerdo a los míos que a partir de esos años post-dictadura yo pude empezar a votar en España. Paola, Nicolás, Kenia y Xan tienen en sus manos hacerse oír como generación. Orgullosos de todas sus raíces y de sus padres que los adoran.

Avendano es director de El Tiempo latino

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