
Foto Familiar de Juan Pablo Escobar (niño) con su padre el legendario narcotraficante Pablo Escobar ante la Casa Blanca en Washington DC.
Juan Pablo Escobar habla de su padre

El hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar hablaconEl Tiempo Latino
Lo que Pablo Escobar no le contó a su hijo

El Tiempo Latino habla con el hijo del legendario narcotraficante colombiano Pablo Escobar
Cuando hablamos por Skype, Sebastián Marroquín se encontraba en Panamá. Pero este arquitecto y escritor colombiano que nació con el nombre Juan Pablo Escobar Henao, hijo del narcotraficante Pablo Escobar, lleva 23 años viviendo en Buenos Aires. Allí se marchó su familia cuando, tras la muerte de su padre, quedaron en una situación de indefensión absoluta siendo, además, el target de muchos enemigos de Pablo Escobar. Para poder salir de Colombia y recuperar la libertad perdida por el peso de su apellido, Juan Pablo Escobar, su madre María Victoria Henao, y su hermana Manuela, tuvieron que cambiar sus identidades. Según ha contado él mismo en otras entrevistas tuvieron escasos minutos para escoger sus nuevos apellidos y Marroquín salió mirando las páginas telefónicas.
Incluso por Skype se aprecia el parecido físico de Sebastián con su padre. Una semejanza con la que juega la imagen de la portada de su nuevo libro “Pablo Escobar: In fraganti. Lo que mi padre nunca me contó”.
Pregunta: Su libro “Pablo Escobar, mi padre” se ha traducido a 14 idiomas y ya van por doscientos mil ejemplares vendidos… Esta nueva obra, también de la editorial Planeta, ¿completa a ese primer libro que usted publicó en 2009?
Respuesta: Además de completarlo creo que nos abre un panorama muy amplio sobre las tramas de corrupción que había en el entorno a la organización de mi padre y como esto le permitió ser tan exitoso en unos momentos de la vida y creo que también nos sirve para, a través de la realidad, poner en evidencia como estos vínculos con la corrupción nos invitan a modificar o a cambiar las políticas que nos han mantenido en la guerra contra las drogas durante tantos años.

Sebastián Marroquín, hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, posa con una de las camisetas que hace parte de la colección "Poder Poder" elaborada por "Escobar Henao", la marca textil que Marroquín creó a principios de 2012. El documento de identidad de Escobar, sus tarjetas de crédito y un certificado de antecedentes penales aparecen estampados en una colección de ropa creada por su hijo con la que asegura, frente a las crÌíticas, que quiere invitar a "no repetir su historia".
Yo estoy confiado en que sí va a gustar porque como digo en el título, éstas son historias que nunca me reveló mi padre. Estos pasajes son fruto de la investigación que he realizado, de la mano de la editorial también, y encontramos historias realmente sorprendentes de mi padre y de sus vínculos con agencias federales estadounidenses para el tráfico de drogas que establecen un nuevo punto de partida para conocer la figura de Pablo Escobar, porque normalmente sólo se habla de su figura y no de las relaciones que tenía con el mundo exterior.
P.: ¿Qué tipo de historias podemos encontrar en este nuevo libro?
R.: Los que narro en el libro son hechos que ocurrieron en la década de los ochenta. Por ejemplo en un capítulo me centro en la relación tan estrecha que mi padre mantuvo con Adler Berriman “Barry” Seal y las relaciones, a su vez, con el poder en Estados Unidos. En el libro recojo encuentros como los que mantuve con su hijo, Aaron Seal, en México, o con el hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, del cartel de Cali, William Rodríguez Abadía, con quien pude intercambiar mucha información y él hizo una especie de “mea culpa” de muchos crímenes que durante décadas se habían negado y que se habían cometido contra nuestra familia. También reflejo mis encuentros con importantes jefes paramilitares, políticos y guerrilleros con los que mi padre tenía relación. Todas estas relaciones nos ayudan a entender las enormes redes de corrupción que había entorno a mi padre y de las que siempre se ha mantenido un absoluto silencio y es uno de los motivos por el cual yo creo que este libro va a despertar tanto interés. Revela un nivel de corrupción sin precedentes en la historia de la lucha contra las drogas.
Hemos hecho una investigación muy juiciosa y muy atinada de la verdad, con la intención de que sirva no sé si para cuestionar las políticas antidroga pero sí para cuestionar la manera y la violencia que ha estado siempre asociada a esta lucha. Espero que sea para invitar a todos los países a la paz ya que esa violencia es perfectamente posible de evitar.
P.: ¿Cuánto tiempo le llevó la investigación para producir este nuevo ejemplar?
R.: Cuando acabamos el primero nos dimos cuenta que aún teníamos mucho material interesante por sacar… aparte, dedicamos un año a la investigación específica de los cuales seis meses estuve en Colombia entrevistando a muchos de los personajes que aparecen.
P.: ¿Ha regresado a menudo a Colombia desde que dejó el país con su familia?
R.: Estuve catorce años sin regresar desde que salimos de Colombia y desde entonces he ido eventualmente como en el caso de la presentación del libro o para la investigación.
P.: ¿Cómo lo reciben en Colombia, lo reconocen?
R.: La gente es muy respetuosa, no me hace sentir de ninguna manera especial, soy uno más y eso me gusta mucho. Creo que los colombianos han comprendido que yo no soy la continuación de los pasos de mi padre, que soy simplemente su hijo y que soy una persona que desea hacer uso de su historia con un sentido de la responsabilidad para invitar a otros a que no la repitan.
Sebastián Marroquín hoy, antes Juan Pablo Escobar Henao
P.: Volviendo ahora a su historia, usted tiene 39 años, 16 de los cuales vivió en Colombia. Es hijo de Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante considerado como el más sanguinario de Latinoamérica de todos los tiempos… Conocido ya al final como El Patrón, el Capo de capos, o en los primeros tiempos como el Robín Hood de los suburbios de Medellín…
R.: Así fue como lo bautizó la prensa allá por 1982, porque mi padre era un nombre repleto de contradicciones. Era un hombre con mucho dinero, todo venido por el narcotráfico pero sin embargo utilizaba ese dinero para construir más de cincuenta canchas deportivas para que los jóvenes de los suburbios de Medellín no consumieran drogas. Centros de salud, viviendas para los pobres…Una gran paradoja, así era mi padre.
P.: Su padre llegó a convertirse en el enemigo público número 1 de Colombia y de los Estados Unidos y apareció como uno de los hombres más ricos del mundo en la revista Forbes en 1987. Se dice que su fortuna rondaba los cinco mil millones de dólares de entonces… ¿Qué hay de cierto en todo eso y qué pasó con el dinero?
R.: En primer lugar las listas de Forbes no son reales. Nadie de la revista visitó nunca a mi padre ni mi padre le hubiera dejado a nadie registrar su bolsillo ni sus cuentas, con lo cual eso son meras especulaciones que les han sido muy útiles porque han vendido muchas revistas. No es que mi padre no fuera muy rico, sí lo era pero no en las dimensiones en las que quería pintarle la revista. De hecho, si mi padre hubiera tenido el poder económico que decía la revista creo que no quedaría ni rastro de Colombia sinceramente.
En el primer libro hay un capítulo que se titula “¿Dónde está la plata?”, que es una pregunta que hasta yo me hago y es claro adónde fue ese dinero. Cuando muere mi padre habíamos heredado un montón de propiedades y vehículos, obras de arte, muchos lujos pero no los podíamos heredar ninguno. Después de su muerte, sus enemigos vinieron y, a punta de pistola, nos despojaron de todo. Ellos tenían todos esos recursos perfectamente identificados porque habían sido amigos de mi padre en el pasado. La premisa era simple; si escondíamos una sola moneda nos matarían, con lo cual la negociación fue muy sencilla. Y las propiedades que no se quedaron ellos las tomó el gobierno colombiano. Y, lamentablemente, ninguna de las fincas que el estado colombiano nos quitó sirvió para reparar a ninguna de las víctimas de Pablo Escobar.
P: ¿Cómo salieron adelante sin dinero?
R.: Sobrevivimos gracias a la familia de mi madre. Son ocho hermanos y cada uno nos ayudó lo que pudo para que empezáramos la vida en Argentina. Yo me eduqué y rápidamente empecé a trabajar, y mi madre y mi hermana lo mismo. Me gradué primero como diseñador industrial y después como arquitecto y eso me permitió salir adelante. Luego, a partir del documental “Los Pecados de mi padre” y los dos libros me han abierto otras oportunidades como conferencias para los jóvenes o para empresas privadas incluso para organismos de diferentes países que me convocan para que comparta mi experiencia.
P.: ¿Vendrá algún día a contar su historia a Washington DC?
R.: ¿Usted cree que con el presidente que tenemos, me va a dar una visa? Y con el libro nuevo -Sebastián sonríe- dudo que vaya a ser una persona grata… No debería ser así porque yo no soy un narcotraficante, ni ser hijo de uno me convierte en eso. Precisamente ser testigo de tanta violencia, de tanta corrupción, de tanto vaciamiento de los valores humanos, claramente me convirtió en una persona diferente, apalancado en el amor con el que fui criado en mi familia.
P.: Hablando precisamente de cómo cambió su actitud frente a lo sucedido, siendo un adolescente, usted juró vengar la muerte de su padre.
R.: En realidad ese deseo de venganza sólo me duró diez minutos que fue lo que transcurrió entre la grabación mía que una periodista publicó sin avisar (yo era menor de edad entonces) y el momento en que me hice cargo de la realidad y llamé a los medios de comunicación para decir que de ninguna manera pensaba lo que decía, y que había sido fruto del dolor al recibir la noticia. Justamente hoy, veintitrés años después de su muerte, creo que queda claro que cumplí la segunda promesa y no la primera.
P.: En sus obras, usted revisa la historia de su padre desde un punto de vista crítico…
R.: Yo no empecé a ser crítico con mi padre tras su muerte, yo lo fui en vida cuando lo tenía enfrente. Yo no esperé a que mi padre muriera para decirle lo que estaba haciendo mal. No formaba parte de su séquito que lo adulaba. Cuando yo le pedía que cesara la violencia, que dejara de poner bombas, él siempre estaba lleno de excusas para seguir. Me decía `hijo yo no inventé el narcoterrorismo, yo no empecé con esto de las bombas. No se te olvide que la primera bomba que pusieron en Colombia te la pusieron a ti, a tu hermanita y a mi esposa y casi me los matan´.
P.: ¿Le escuchó usted decir esa ya casi legendaria frase de que prefería una tumba en Colombia que la cárcel en USA?
R.: Centenares de veces. Y también nos dijo cómo se quitaría la vida llegado el caso. Nos explicó la manera en cómo se pegaría el tiro, que fue cómo se lo pegó cuando falleció. No nos sorprendió porque teníamos perfectamente claro y asumido que no dudaría mucho y que el día que lo fueran a encontrar se pegaría un tiro que fue lo que hizo. No es sólo que esté convencido de ello, es que los propios médicos forenses me lo confirmaron, lo único que los amenazaron para cambiar el informe final y además de eso hay evidencias concretas como el hecho de que un hombre como mi padre nunca abandona sus zapatos y el día que murió estaba descalzo. El día que él murió, estaba esperándoles. Sabía que le tenían pinchado el teléfono y nos llamó al hotel militar donde estábamos. Quería ser encontrado para que nos liberaran antes de que apareciera muerto él o nos mataran a nosotros. ¿Cómo sabemos esto? Pues por lo que en Alemania donde, violando todos los derechos humanos habidos y por haber, nos subieran a patadas en un vuelo de Lufthansa contra nuestra voluntad a sabiendas que en Colombia nos querían matar.
P.: Usted fue perseguido, al igual que su familia, por ser hijo de Pablo Escobar. ¿Qué ha supuesto para usted estar estigmatizado como parte del cartel de Medellín, aun siendo un niño?
R.: Bueno, pues ha sido difícil porque, por ejemplo, a la hora de conseguir un trabajo como arquitecto, aunque tengas el mismo talento que el de al lado, las personas prefieren contratar al que no es hijo de Pablo Escobar. Sin embargo también hemos encontrado otras personas, otras empresas y otras ciudades como por ejemplo México a donde voy continuamente a contar mi historia de vida con miles y miles de jóvenes, llevando este mensaje de paz y reconciliación y esta reflexión sobre el narcotráfico y para tratar de hacerles ver que ser como Pablo Escobar no es el camino. En México se está viviendo un proceso similar al que se vivió en Colombia, con mucho respeto con sus asuntos internos, y esto no es responsabilidad de los mexicanos, es fruto de las políticas prohibicionistas que desde la década de los 30 venimos padeciendo y cada vez el negocio está mejorando. Hay más controles, pero nadie ve la droga pasar.
P.: ¿Qué recuerdos tiene de Nápoles, la finca de su familia?
R.: Para mí Nápoles supone una mezcla…. En mi capítulo “Sueños y Pesadillas” cuento un poco eso porque, por un lado era como vivir en Disneylandia y, por otro, se vivieron historias macabras… Es un símbolo de ostentación que se mantiene hoy día siendo un parque de diversiones administrado por políticos y cuyas ganancias tampoco van para las víctimas. También hay una cárcel de máxima seguridad pero también hay como digo un parque de diversiones y cinco hoteles así que uno no sabe si es una oda a Pablo Escobar o un monumento al narcotráfico y al terror que vivió el país o qué significa. Para mí es el lugar donde me crié, donde compartí con mi familia y después fue también el lugar desde donde mi padre le hizo mucho daño al país.
P.: Usted ha dicho que uno de los grandes errores que cometió su padre fue meterse en la carrera política. ¿Qué lo obsesionó más, su afán por ser Presidente de Colombia o su lucha contra la Ley de Extradición?
R.: Mi padre tuvo el poder económico y le faltaba el poder político. Creo que se equivocó porque su profesión de narcotraficante no es afín a la de los políticos aunque hoy pareciera que sí. Quizás mi padre fue de los primeros que descubrimos pero cada vez son más los políticos que ingresan a la cárcel por los mismos motivos que mi padre. Bueno, por lo menos ahora los meten a la cárcel, antes les daban embajadas…
P.: Precisamente, en 1984, su padre es expulsado del Congreso de Colombia y a partir de ahí Pablo Escobar sentencia a todos aquéllos que le acusan de narcotraficante. Políticos como el Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla o Luis Carlos Galán, entre muchos otros, jueces, periodistas, funcionarios, policías… ¿Se podría decir que su padre empieza entonces una huida hacia adelante, a toda costa?
R.: Sí. Yo creo que mi padre nunca pensó que el pasado lo iba a alcanzar. Ingenuamente pensó que lo tenía todo controlado. Yo creo que lo mató pensar que como mafioso podría ingresar en una mafia mayor que el propio narcotráfico como la política, y ver que no calificaba para el puesto. Mi padre cometió un grandísimo error dando la orden de acabar con la vida de Rodrigo Lara. Llegó a un extremo, se sintió ofendido hasta la médula y humillado públicamente por la revelación de su persona como narcotraficante. La realidad es que ese hecho cambió la historia de Colombia para siempre y desencadenó un enfrentamiento sin precedentes de las estructuras del narcotráfico más enquistadas en el poder contra el poder mismo de las instituciones. Miles de muertos que pagaron un precio altísimo por esa guerra absurda. Y la verdad es que no aprendimos mucho, el negocio sigue igual, ya no explotan bombas pero siguen apareciendo cadáveres…
P.: Hablando de las consecuencias, la documentación habla de cuatro mil víctimas directas de Pablo Escobar. ¿Es el dato correcto?
R.: Tristemente no hay una lista oficial de víctimas de Pablo Escobar y yo creo que muy convenientemente no la hay porque si la hubiera tendría que reparar los daños… Y como ya no hay con qué reparar porque robaron todo, entonces pues hablemos de números pero no hablemos de nombres, no hablemos de familias concretas como la familia Lara, la familia Galán, la familia Cano, como todas las víctimas del avión de Avianca, y como todas las víctimas del narcoterrorismo que esparció mi padre por toda Colombia. Tampoco hay una lista oficial del estado colombiano de todas las personas que perdieron su vida persiguiéndolo a él. Más de tres mil personas sí fueron asesinadas y torturadas para encontrar a un único hombre como era mi padre.
P.: Su “locura terrorista” tiene un punto culmen cuando Pablo Escobar planea, en 1989, la explosión del avión de Avianca que acaba con las vidas de cerca de doscientas personas y donde él suponía que iba a estar viajando el entonces candidato César Gaviria Trujillo. ¿Recuerda usted cómo reaccionó su padre al enterarse de que su objetivo había escapado de su trampa?
R.: Yo no tuve la oportunidad de estar tan cerca como para observar su reacción pero era muy claro que mi padre estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano por la vía de la violencia para someter a las instituciones de Colombia a su voluntad.
P.: Hablamos ahora de la alianza de su padre con los guerrilleros del M-19, o movimiento del 19 de abril, la creación de “Los Extraditables” y la toma del Palacio de Justicia en Bogotá que se saldó con cerca de cien personas asesinadas ¿Cómo recuerda usted esos episodios?
R.: De eso nos fuimos enterando posteriormente. El M-19 negaba su participación en esos hechos y de hecho en mi nuevo libro reflejo una extensa charla que tuve con Otty Patiño, uno de los líderes del M-19, donde hablamos del tema con mucha puntualidad. Como te decía al principio, mi padre era un hombre lleno de contradicciones. Sentía afecto por algunas ideas de la izquierda pero sin embargo fue el fundador del grupo paramilitar de ultraderecha `Muerte a Secuestradores´ (MAS), entonces en el tema político él mismo decía que no era un hombre ni de izquierdas ni de derecha sino que apoyaba todas las ideas si eran buenas indistintamente del lado que vinieran.

Portada del nuevo libro de Juan Pablo Escobar sobre su padre.
P.: Usted ha criticado la popular serie de Netflix “Narcos” por poco rigurosa ¿Qué hay de real en la serie y qué hay de ficción? ¿Qué “inexactitud” de la serie es la que más le ha disgustado?
R.: De real hay muy poco. Ni siquiera quisieron hablarme cuando les ofrecí acceso al archivo general de mi familia, fotos videos y de cartas manuscritas de mi padre. Y no lo aceptaron porque ya habían hecho un pacto con la DEA y a la DEA no le gustan las historias que yo tengo para contar. Cuando vi que no les interesaba eso me di cuenta de que no les interesaba contar la verdad. Sólo de la segunda temporada hice una lista de 28 inexactitudes que publiqué en mi página de Facebook y que ahora también reflejo en un capítulo de mi libro dedicado a las “narco-series”.
Me ofende, literalmente, que Netflix haya puesto a mi tío Carlos Henao, una persona absolutamente decente, una persona de bien que murió torturado y asesinado por Los Pepes, de narcotraficante y que murió en un enfrentamiento con las autoridades. Más aun teniendo en cuenta que ellos publican dentro de su serie “fragmentos de la realidad”, archivos de noticieros, imágenes de cadáveres reales, y si vieron todo eso también debieron ver a mi tío con un letrero colgado del cuello. Y le preguntas a Google, y también sale la historia de Carlos Henao y de cómo murió. Entonces me parece una falta de respeto para sus hijas y su viuda y tiene un honor que debe ser preservado y porque en nombre de Pablo Escobar no se puede manchar el honor de quien nos dé la gana.
P.: Otro de los capítulos más escabrosos de la historia de Pablo Escobar son los asesinatos de Moncada y Galeano. ¿Ustedes sabían lo que había hecho su padre con ellos?
R.: Nosotros nos enteramos mucho después de que mi padre había tomado esa decisión. Lo único que yo noté extraño es que, en el momento en que supuestamente estaban sucediendo esos hechos, yo quería subir a visitar a mi padre y él me decía que no, que tenía que esperar.
P.: ¿Cuando habla de subir a verlo se refiere a “La Catedral” no? ¿Cómo era aquel lugar? ¿Era realmente lujoso como cuentan?
R.: La Catedral era una finca nuestra donde él financió y construyó su propia cárcel. Se la mostraron a los periodistas antes de que entraran los lujos. Una vez se fueron ellos, entraron los jacuzzis.
P.: Usted ha dicho que su familia paterna se ha comportado con su familia peor que sus propios enemigos.
R.: La verdad es que me encantaría tenerlos enfrente para hacerles la pregunta porque no me lo explico. Siempre le dimos afecto y si hoy se toman un café o se visten es de cuenta de mi padre porque nunca hicieron nada. Aunque fuera sólo por eso deberían de tener un poco de gratitud y de respeto por el hombre que les dio todo, porque viven de lo que él les dejó.
Es una pena que, no solamente con total ingratitud lo entregaran a sus enemigos sino que querían además hundirnos a nosotros y quitarnos todo aliándose con el cartel de Cali, como al final pasó. Mi abuela Hermilda, madre de mi padre, no era tan amorosa como la refleja Netflix, también ayudó para despojarnos de todo. En una reunión ella estaba junto a los miembros del cartel de Cali y entonces entendí que ya no era mi abuela sino el enemigo.
P.: ¿A quiénes temían más ustedes, en su familia, en su casa, al Bloque de Búsqueda, a la DEA, al cartel de Cali, a Los Pepes…?
R.: Los Pepes eran todos los anteriores. Todos juntos eran Los Pepes.
P.: Desde que rompieron el anonimato (que consiguieron al cambiar de nombre), ¿han recibido nuevas amenazadas? ¿Llega uno a acostumbrase a vivir “camuflado”?
R.: Las amenazas que normalmente recibimos vienen de nuestra propia familia. Por eso no me equivoco cuando digo que el mayor respeto lo hemos recibido de nuestros enemigos y no de nuestros supuestos seres queridos.
Yo ya no me ando escondiendo. El día que me quieran matar es cuestión de que manden a un muchacho y listo, ni opondré resistencia. Yo no ando a la defensiva, ando tranquilo porque no le busco problemas a nadie ni pisando los talones a otras personas, ando así con la intención de dejarle a mi hijo un legado de paz muy diferente al que me dejó mi padre. Ese es mi único propósito.
P.: Usted ha pedido públicamente perdón por los crímenes de su padre. Ha mantenido además contacto directo con alguna de sus víctimas. ¿Cómo han sido esos encuentros?

Foto familiar de Juan Pablo Escobar con su padre Pablo Escobar
R.: Así es, no solamente los encuentros que se reflejan en el documental de “Los Pecados de mi padre” sino que a partir de ahí he tenido la oportunidad de reconciliarme con otras muchas víctimas de mi padre como el hijo de Barry Seal y esto me anima y me empuja a seguir adelante creyendo en el diálogo como herramienta sanadora.
P.: En Colombia, aún hoy día muchas personas consideran a su padre un héroe…
R.: No, no solamente en Colombia, ahora gracias a Netflix es en el mundo entero. Le sorprendería leer los mensajes que recibo por las redes sociales de jóvenes australianos, filipinos, rusos, armenios, turcos, españoles, colombianos… de todas partes del mundo, idolatrando a mi padre y que quieren ser como él porque Netflix se los ha presentado como un héroe. Han hecho sentir a los jóvenes que ser narco es cool. Y esa es la sociedad que estamos creando.
P.: El parecido con su padre es innegable como puede comprobarse en la ilustración de su último libro. ¿Con qué se queda de la memoria de su padre?
R.: Con la papada, —Sebastián se ríe y sigue ya más serio— me quedo con lo mejor de mi padre. Ya he trabajado en mis libros y en el documental en esa labor de reconocer quién era mi padre y lo que hizo y ahora, como hijo, me toca preservar los mejores recuerdos.
P.: Libros, documentales… ¿Para cuándo la película?
R.: Para cuando Dios quiera. Yo estoy listo, tengo todo para arrancar… Esperaremos un poquito más. Los libros han demostrado ser muy exitosos y tenemos fe que, en algún momento, va a aparecer una persona, una empresa con el interés, y las agallas, para contar la historia real.
P.: Resulta innegable que su historia, la de su familia, la de su padre, es fascinante. ¿Para usted es una bendición o una maldición?
R.: Si es una maldición la he querido convertir en una bendición con el uso responsable de la propia historia. Es muy difícil, no hay forma de prepararse para una historia como la nuestra, no hay fórmulas para salir adelante de una manera correcta. Yo lo que estoy haciendo con tanta destrucción, con tantas ruinas que quedaron y con tanta experiencia y ese legado de terror es convertirlas, reciclarlas para el bien de la humanidad. Creo que el hecho de hacerlas públicas es parte de ese proceso, en el momento que pones en evidencia todas esas realidades también les estás dejando claro a los demás que esas historias ya se vivieron y que por tanto no deberían ser repetidas.
P.: Regresando al inicio, el libro “In Fraganti. Lo que mi padre nunca me contó” ya está disponible en Colombia, pronto estará en Uruguay y ya podemos encontrar también la versión electrónica.
R.: Así es, como dije las historias que se reflejan ahí deberían servir para replantearnos la manera como se están combatiendo las drogas en el mundo, porque el nivel de corrupción que revelo deja mucho que desear y viene a demostrar que todo es una farsa. Espero que este mensaje sirva para que los jóvenes se den cuenta que esta es una historia que no vale la pena imitarla en absoluto.