Natasha Despotovic es una croata que habla español dominicano, con aromas ibéricos, y te observa con rumores eslavos en una mirada en la que asombra cierta placidez caribeña. Despotovic, como nos cuenta a bote pronto, procede de los Balcanes —“el Caribe de Europa”, dice— una península rodeada de mares: el Adriático, el Jónico, el Egeo, el Mármara y el Negro. ¿Será que el mar escribió su destino?
Esta ciudadana accidental del mundo cuenta que estudió literatura y lingüística francesa, inglesa, española y filosofía.
“Lo que menos pensé es que iba a trabajar en el turismo en España, luego en la República Dominicana y trabajar para un presidente dominicano (Leonel Fernández) y que iba a vivir en Estados Unidos representando a un país como República Dominicana”, explica Despotovic como en una sucesión de asombros.
Esa representación dominicana de la que habla Despotovic se refiere a su actual cargo como directora ejecutiva de la Fundación Global para la Democracia y el Desarrollo (GFDD), una organización no lucrativa establecida en Estados Unidos por el ex presidente dominicano Leonel Fernández.
Le digo que ella parece una especie de realismo mágico andante. Me contesta que su vida “ha sido muy rica y variada”.
Cuenta que cuando llegó a República Dominicana la gente pensaba que ella era “una pretenciosa” porque hablaba con acento de España. Después de siete años en el sector de la hostelería en la Península Ibérica decide construir su propio hotel en Samaná, una de las 32 provincias dominicanas. Fue, dice, una de esas locuras que se le ocurren a una persona y que decide otros acontecimientos por venir. Porque esta mujer nacida en Zagreb —entre el río Sava y las laderas del Medvednica— construye su hotel, Villa Serena, en Samaná y allí, donde estaba con su familia, conoce al candidato a la presidencia Leonel Fernández quien la reclutaría para su campaña política, como asesora una vez llegado a la presidencia de la república y hoy para liderar GFDD.
Despotovic habla siete idiomas, tiene un recorrido internacional impresionante y una gama de experiencias tan amplias como absorbentes: las humanidades, la producción cinematográfica, la gestión política, la administración de empresas… Y, a pesar de todo, insiste en que ella busca la serenidad. Por eso nombró así a su hotel. Pero la serenidad parece alcanzarla Despotovic a través de la acción.
“Cuando llegué a República Dominicana estaba cansada de la hostelería, pero al ver el potencial de esas playas de la bahía de Samaná se me despertó el deseo y compré una tierra y me embarqué en algo que sinceramente no sabía lo que estaba haciendo. La ignorancia ayuda a hacer las cosas”, sonríe.
Ella quiere la serenidad y se embarca ahora en el enfebrecido ritmo de la fundación del Dr. Fernández.
“Hemos estado creciendo de manera inesperada. Empezamos con tres personas en una oficina y ahora entre Nueva York y Washington, DC, ya somos 12”, explica y apunta que “el personal se involucra porque esto les gusta”, pero admite que es mucho trabajo y muchos planes para tan pocas manos.
Habla del Festival de Cine Medioambiental dominicano, un logro de los últimos seis años, y habla del aspecto de Think Tank de la fundación con las publicaciones, como el libro All Things Dominican; o la afiliación a Naciones Unidas, la OEA y las multilaterales, explica Despotovic y sigue hablando con los ojos.