En el momento de la toma de posesión de Abraham Lincoln, el 4 de marzo de 1861, siete estados ya habían votado a favor de abandonar la Unión y se esperaba que otros más los siguieran. Había funcionarios de Washington profundamente preocupados por la posibilidad de que los confederados atentaran contra la vida de Lincoln mientras éste se desplazaba en un carruaje abierto hacia el Capitolio, en compañía del presidente saliente, James Buchanan. Hubo fuertes discusiones para montar la protección militar y policial para el evento.

Una vista de la multitud en el Capitolio de EEUU antes de la inauguración del presidente Donald J. Trump el 20 de enero de 2017.



Una vista de la multitud en el Capitolio de EEUU antes de la inauguración del presidente Donald J. Trump el 20 de enero de 2017.

Las autoridades esteaban igualmente preocupadas por la seguridad del presidente, Donald Trump, en el momento en que él, como Lincoln, se desplace hacia el Capitolio para su toma de posesión el viernes. Unos 28.000 militares y miembros de la policía serán asignados para mantener a Trump a salvo y para proteger a las miles de personas que se espera que asistan a la inauguración.

Tan fuera de lo común era la presencia militar y policial en la inauguración de Lincoln que el periodista Benjamin Perley Poore escribió que la preparación había sido “de carácter inusual”. Reportó que el anciano general Winfield Scott era el ” director aparente ” de la seguridad en aquel día frío y tempestuoso de la inauguración de Lincoln. Scott había establecido su cuartel general en un restaurante cerca del Departamento de Guerra y “recorrió la ciudad en un cupé bajo, tirado por un poderoso caballo”.

En 1861, Scott no sólo había dejado largo tiempo atrás su rendimiento óptimo como militar, sino que se reportaba que pesaba más de 300 libras, lo cual le impedía montar a caballo y lo obligaba a usar carruajes, en su lugar.

Según Poore, “el verdadero director de las operaciones militares era el coronel Stone, del ejército regular, quien había estado organizando a los militares del Distrito, y quien contaba con una respetable fuerza a su mando”. Tenía un batallón del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos directamente en la parte trasera del coche del Presidente y tiradores expertos de una compañía alemana ubicados en edificios a lo largo de la ruta”.

A los tiradores se les dijo que “mantuvieran una estrecha vigilancia mientras el carruaje del Presidente se acercaba y dispararan a cualquier persona que pudiera apuntar un arma contra él. También hubo una gran fuerza de detectives estacionados a lo largo de la ruta y en el Capitolio”.

La otra preocupación fue la exposición de Lincoln mientras daba su discurso inaugural en los escalones fuera del Capitolio y ante una gran multitud. Entonces prestó juramento, lo contrario a como se hace ahora.

El editor del New York Tribune, Horace Greeley, tomó asiento detrás de Lincoln durante su discurso. Más tarde, escribió que había estado “esperando que el discurso del presidente fuera interrumpido por el crujido de un rifle disparado hacia su corazón, pero Dios tuvo a bien posponer el hecho, aunque hubo cuarenta veces más razones para dispararle en 1860 de las que hubo en el 65, y por lo menos cuarenta intentos más de matarlo. Pero no hubo disparos porque su hora aún no había llegado”.

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