El Presidente Donald Trump y su jefe de estrategia, Stephen Bannon, han introducido un nuevo lenguaje político en Washington – una retórica populista y nacionalista que trasciende las diferencias tradicionales entre Republicanos y Demócratas.

Algunas de las palabras y frases que la administración ha introducido en el vocabulario político de Washington se han utilizado previamente en las extremidades de derecha y de izquierda. Aquí está un glosario de términos que Trump y Bannon han estado usando, con antecedentes del origen del lenguaje y cómo se ha estado utilizando.

Nacionalismo económico: Bannon y el principal asesor de políticas, Stephen Miller, han descrito la filosofía general que guía las políticas de la administración de Trump como “nacionalismo económico”, el cual Bannon define como una atención particular al los empleos de americanos. La idea, de acuerdo a dos oficiales principales de la administración, es dar marcha atrás a acuerdos comerciales multilaterales, organizaciones multinacionales y al libre comercio de productos (y en cierto grado de trabajadores) en los que los últimos cuatro presidentes se han enfocado. Éste era el “nuevo orden mundial” que el Presidente George H. W. Bush había visualizado luego de la caída del Muro de Berlín en 1989 – un sistema engranado de acuerdos y alianzas internacionales que se esperaba que remplazaría la confrontación entre el comunismo y el capitalismo.

Gannon y Miller creen que este sistema ha fracasado. Bannon quiere reemplazarlo del todo – una “tormenta” de cambio “tan emocionante como los años 30 y más grande que la revolución de Reagan”, dijo – con un sistema que se conocía anteriormente como “proteccionismo”, usando impuestos y otras acciones gubernamentales para presionar a compañías estadounidense a traer trabajos del exterior de nuevo al país y producir bienes en Estados Unidos.

La mayoría de los economistas desestiman la idea del nacionalismo económico, alegando que la automatización, y más aún la globalización, han reducido la oferta de empleos en el área de manufactura. Citan a Adam Smith, el economista escocés del siglo XVIII, quien llamó “absurdo” al concepto de la balanza comercial y escribió que los aranceles son una herramienta de “prejuicio y animosidad nacional”.

Enemigo del pueblo: Desde las batallas políticas internas de la antigua Roma, y pasando por las purgas Leninistas de la extensa burocracia de la Unión Soviética, el término “enemigo del pueblo” ha sido usado por estados revolucionarios y reaccionarios para destacar la deslealtad de la oposición. Durante la Revolución Francesa, se creó un tribunal para castigar a los “enemigos del pueblo”, cuyo uno de los crímenes era la difusión de “noticias falsas”, entre otros. Vladimir Lenin usó ese término como base para capturar a opositores políticos, especialmente “terratenientes y capitalistas”, y llevarlos ante su corte revolucionaria. En 1956, el líder soviético Nikita Khrushchev eliminó el término del léxico soviético porque había sido “específicamente introducido con el propósito de aniquilar físicamente” a aquellos que se opusieran al gobierno. Esa ofensa se ha ejercido en los siglos pasados en contra de zares y sujetos rebeldes, y en contra de Judíos e imperialistas.

Globalismo: Durante su campaña Trump dijo que al decidir entre él y Hillary Clinton, los votantes se enfrentaban “a una decisión entre el Americanismo y el globalismo que ella ofrecía”. Para Trump y Bannon, lo que Trump llama “el falso globalismo” connota empleos que se envían al extranjero, inmigración fuera de control y una élite internacional de líderes políticos y financieros que se benefician de una economía globalizada, al costo de buenos trabajos y salarios para la clase media americana.

Para muchos – incluyendo grandes mayorías en el Congreso en las últimas dos décadas – que han apoyado el movimiento mundial hacia una economía con vínculos más cercanos entre fronteras nacionales, el globalismo no es un insulto si no más bien una aspiración. Pero Trump dijo durante su campaña que Clinton era parte de una conspiración global de banqueros que “traman la destrucción de la soberanía de los Estados Unidos”. El “globalismo” ha sido utilizado por muchas décadas por nacionalistas en muchos países como una abreviatura para la intención de élites de degradar la cultura y tradiciones nacionales, buscando sustituirlas por un sistema globalizado y de unificación de mercados. Comenzando en los años 90, algunos en la extrema derecha han enfocado sus críticas a este “nuevo orden mundial”, el sistema de alianzas económicas que distintos tipos de teóricos conspiradores vieron como una conspiración infame en contra de la clase trabajadora.

Corporativista: A pesar de que Bannon y muchos otros que apoyan a Trump promocionaron su candidatura como un rechazo al corporativismo – el sistema de regulaciones y subsidios a través de los cuales el gobierno ayuda a impulsar beneficios empresariales – el mismo Trump ha defendido subsidios y otros beneficios a corporaciones a lo largo de su carrera.

Tanto personas de derecha como de izquierda han usado el término “corporativista” para denunciar a políticos que ponen sus ganancias y valores bursátiles por encima de los intereses de la clase trabajadora. La palabra fue usada para criticar tanto al Presidente George W. Bush como a su sucesor, Barack Obama, a pesar de sus extensas diferencias políticas. En el caso de Trump, la palabra se está usando para rechazar políticas que apoyan a las compañías que envían empleos americanos al exterior. “El Corporativismo era antes una parte del Americanismo”, dijo uno de los oficiales principales de la administración. “La personas solían decir ‘lo que es beneficiosos para GE es beneficioso para América’ “. Pero luego vino la globalización y “la corporación fue desagregada del país”, dijo el oficial, porque algunas de las compañías americanas hicieron más dinero invirtiendo fuera del país que dentro de sus fronteras.

El Corporativismo comenzó como un ideal impulsado por los pensadores del siglo IXX en Europa, incluyendo líderes de la Iglesia Católica, quienes visualizaron un sistema basado en las empresas privadas y la religión en la que trabajadores, empresarios y el estado pudieran unirse por el bien común. Pero en los años 60, los académicos de izquierda y teóricos libertarios reutilizaron el término para rechazar aspectos del capitalismo americano, ya sea porque estaba muy enfocado a la ganancias de corporaciones, tal como pensaban muchas personas de izquierda, o porque era muy limitado por regulaciones del gobierno y beneficios sociales, tal como argumentaban los libertarios.

Noticias falsas: La historias mediáticas falsas usadas para apoyar o desacreditar a políticos y gobiernos han existido desde que existen las noticias. El uso del término por parte de Trump para desestimar la credibilidad de medios de comunicación tampoco es nuevo. Políticos alrededor del mundo, y especialmente populistas y nacionalistas, han utilizado el término para calificar fuentes noticiosas independientes o de oposición como propagandistas o mentirosas. Desde el siglo XVI, los operadores políticos romanos componían sonetos atacando a los candidatos a los que se oponían y los publicaban para que los votantes los leyeran, de acuerdo con el historiador Robert Darnton. Antes de la Guerra Civil en los Estados Unidos, las noticias falsas acerca de violaciones y crímenes provocados por esclavos muchas veces generaban ataques en contra de esclavos por parte de mafias de blancos. En los años 30 y 40, el partido Nazi de Adolf Hitler usaba noticias falsas para suponer crímenes por parte de los judíos y así promover ataques de los alemanes a vecindarios judíos.

La acusaciones de noticias falsas por parte de políticos extremistas han sido usadas por siglos para profundizar divisiones en sociedades y ayudar a partidos minoritarios a ganar posiciones de poder. A finales del los años 60 y principios de los 70, el Presidente Richard Nixon llevó a cabo ataques constantes a periódicos y canales de televisión que él creía que fomentaran la oposición a sus políticas. “Veíamos a los medios como parte de la oposición, tal como lo hace ahora Bannon”, dijo Patrick Buchanan, uno de los arquitectos de la estrategia de Nixon en contra de los medios. “Los medios tenían el poder, así que tenías que adelantarte y hacer cosas para derrotarlos. Los medios suministraron el apoyo intelectual para los Demócratas”.

Las críticas de Trump hacia el trabajo de los reporteros funcionan, dijo Buchanan, porque le habla directamente al grupo de votantes que lo apoya – personas que muchas veces creen que las empresas de noticias son instituciones elitistas con una actitud condescendiente hacia sus consumidores.

América primero: “A partir de este día, va a ser sólo América primero”, dijo Trump en su discurso de toma de posesión. “América primero” no es solo una declaración de orgullo nacionalista, es un slogan que candidatos y movimientos han utilizado de manera periódica durante tres siglos de política americana para connotar varios grados de aislamiento y oposición a la inmigración e influencia extranjera.

Desde la advertencia de George Washington en contra de conflictos extranjeros en 1796, hasta la oposición del Congreso a que Estados Unidos se uniera a la Liga de Naciones de Woodrow Wilson en 1919, y la resistencia de organizaciones de base al involucramiento en la Segunda Guerra Mundial, algunos americanos – normalmente a través de movimientos extremistas como el Comité América Primero de Charles Lindbergh en los años 40 o el Primer Partido de América que crearon los simpatizantes de Patrick Buchanan en 2002 – han argumentado que la salud de la economía y la identidad cultural de la nación requieren aprovechar las ventajas de la distancia que nuestros mares ofrecen a otras potencias mundiales para apegarnos a nuestro país.

Para Lindbergh, ‘America primero’ significaba mantenerse neutrales en la Segunda Guerra Mundial para mantener “la independencia del destino de América”. También significaba culpar a los judíos americanos por empujar a los Estados Unidos hacia la guerra y manipular a la opinión pública a través del control de los medios. Los simpatizantes de “América primero” han casi uniformemente sostenido que la mayoría de los americanos apoyan su causa pero que los medios se han negado a mostrar la realidad. Lindbergh, Buchanan y Trump han apoyado este argumento, a pesar de la encuestas públicas que demuestran lo contrario. Hasta la llegada de Trump, los candidatos de movimientos de “América primero” habían fracasado en elecciones. Ahora uno ganó.

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