Cuando Abel Núñez llegó a Washington, DC, con su familia en 1979, la comunidad salvadoreña en la ciudad era muy pequeña y se concentraba básicamente en los barrios de Adams Morgan y Mount Pleasant.
Desde niño y recién llegado de San Salvador asistió a las escuelas públicas de DC, comenzó a aprender inglés, fue la voz de su familia en la comunidad y se sensibilizó por las necesidades de sus compatriotas, especialmente años más tarde cuando comenzaron a emigrar en masas afectados por la guerra civil.
“Orgullosamente soy de un país que en esta zona ha tenido un gran impacto. Cuando llegué en 1979 la comunidad era muy pequeña, vivíamos en Adams Morgans y Mount Pleasant”, dijo Núñez a El Tiempo Latino, en un alto a sus actividades como Director del Centro de Recursos Para Centroamericanos (CARECEN) en su oficina en la Columbia Road.
“Mi tía vino a este país en los años sesenta y para los setenta ya era ciudadana. Ella pidió a mi papá. Para aquel entonces el proceso de una persona para pedir a un hermano duraba un año.
Desde el momento en que mi tía metió la solicitud hasta que llegamos aquí a Washington pasó sólo un año”. Actualmente ese proceso dura entre 12 y 15 años para los salvadoreños.
“Crecí en DC y vi el auge de la comunidad cuando en 1985 explota el flujo de gente hacia acá, al intensificarse la guerra en El Salvador y ocurre ese masivo éxodo de nuestra comunidad”, recordó.
Aunque la familia Núñez había llegado a EEUU con visa por petición familiar, pasaron por el mismo proceso de adaptación de todos los inmigrantes.
“Hemos vivido lo mismo que cualquier otro inmigrante, el aprender el idioma, una nueva cultura e integrarnos en algunos momentos en los que habían menos latinos y menos instituciones que prestaran el servicio a la comunidad”, recordó.
“Por ejemplo no existían la Clínica del Pueblo, CASA ni CARECEN pero ya vinieron algunos como el Centro Latino de la Juventud (Latin American Youth Center) en el que yo participé cuando era adolescente. Esta comunidad era mi barrio, aquí crecí, me desarrollé y empecé a ver los retos que la comunidad enfrentaba”, destacó Núñez.
El joven Abel vio cómo sus padres “no podían hablar el inglés” y con el poquito inglés que él empezó a aprender en la escuela, tenía que ser la voz de su familia para cualquier proceso.
“Creo que fue algo que me inspiró a mí para trabajar en la comunidad, de ver qué injusto era el hecho de tener padres que trabajaban muy duro, que desempeñaban una ardua labor pero no podían ir a alguna tienda y recibir algún servicio”, expresó.
Esas vivencias como inmigrante le alimentaron el deseo de ayudar a los más vulnerables.
“Mi historia con CARECEN es un poco larga. Cuando estaba en la universidad en el verano de 1992 me acerqué para ayudar como voluntario. Fue en el momento que la organización estaba trabajando en muchas peticiones de asilos de centroamericanos, antes de la Ley Nacara. Traducía todas las historias de las personas y ayudé al departamento legal a reforzar todos esos caso que iban a ser presentados ante la corte de inmigración”, continuó.
Todo esa experiencia le dio un conocimiento más amplio de lo que su gente vivió en Washington y asimiló “las razones por las que salieron de nuestros países” “Esas guerras en Centroamérica causaron mucha inmigración y yo vi entrar a mucha gente”. “En 1993, regresé a CARECEN y empecé a trabajar en el Latino Task Force que fue una organización que se formó después de los disturbios de la Mount Pleasant”.
En 1998, Núñez regresó a CARECEN a manejar el Programa de Ciudadanía y Participación Cívica. En el 2000 se fue a Chicago y pasó 13 años trabajando para la organización hermana de CARECEN, que allá se llama Centro Romero. “Creo que todo eso es muy importante, que existan las organizaciones como CARECEN para conectarnos y desarrollar una agenda centroamericana porque muchas cosas que nos impactan”, concluyó Núñez.