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“Siempre vivimos bajo las sombras, pero creo que es tiempo de salir y seguir luchando”

Esperanza Pérez llegó hace 18 años a EE.UU. desde su país de origen, Guatemala, se casó en Michigan, pero reside con su pareja y tres hijos en Maryland. A pesar de que está consciente de que el temor de ser deportada junto a su familia siempre ha existido, piensa que ahora ese miedo se incrementó, debido al discurso del Presidente Donald Trump, que ha prometido expulsar a millones de indocumentados.

“Siempre vivimos bajo las sombras, pero creo que es tiempo de salir y seguir luchando, no vamos a parar. Debemos unirnos más como comunidad inmigrante”, dice Pérez. Ahora bien, más allá de las palabras y de los partidos políticos, están las cifras que hablan por sí solas.

Las deportaciones no son nuevas, de hecho se estima que el ex Presidente Barack Obama tiene el récord de expulsiones de inmigrantes en comparación con el resto de los mandatarios que le antecedieron. De hecho, comúnmente en las protestas de inmigrantes lo llamaban “Deporter in Chief” (Deportador en Jefe, como expresión de protesta ante su cargo de Comandante en Jefe).

Si bien en los últimos dos años de la presidencia de Obama, las deportaciones registradas fueron las más bajas en su administración (235 mil y 240 mil respectivamente), en sus mandatos -desde 2009- deportó a 2.7 millones de inmigrantes, según cifras del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE).

La agencia pública también revela que precisamente en 2009, el 65% de los deportados no tenía antecedentes criminales, el año siguiente se redujo a la mitad y los que tuvieron que regresar a sus países de origen desde 2010 hasta 2015 fueron en su mayoría criminales. Sin embargo, los inocentes expulsados no bajaron del 41% del total.

En 2016, la mayoría de las deportaciones realizadas por la administración de Obama se hicieron en la frontera o en zonas cercanas (175 mil de un total de 240 mil). El resto provino del interior del país. En otras palabras, independientemente del partido que gobierne, las deportaciones parecerían ser una política de Estado que se ha mantenido.

Un elemento importante de destacar son los antecedentes criminales de las personas deportadas, pues el Presidente Trump ha dicho públicamente que su prioridad serían los delincuentes extranjeros, no obstante, hasta ahora ha demostrado lo contrario. Esa es la preocupación de activistas que defienden a los inmigrantes, pues si hay otro dato de interés para resaltar es que el año pasado el 58% de los individuos deportados habían sido condenados por al menos un delito.

Ahora el panorama cambia, pues desde que llegó a la Casa Blanca (hasta el 13 de marzo), en comparación con el mismo período del año pasado, el magnate republicano duplicó las detenciones de indocumentados sin antecedentes criminales hasta llegar a 5,441 arrestados, según reseña The Washington Post. Esta es “la señal más clara de que el Presidente Trump ha desechado la postura protectora de su predecesor hacia la mayoría de los 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos”, publica el diario.

El 1 de mayo las organizaciones sindicales y comunitarias se hicieron sentir en Washington DC y rechazaron tales acciones. “Ya existían personas que nos odiaban, pero lo tenían escondido, ahora con este presidente hay más gente que nos ataca”, dice el mexicano Juan Hernández, quien está casado con una americana que le dio tres hijos, pero lucha por su gente, tal como lo demostró al movilizarse desde Reading Pensilvania para asistir a la manifestación.

“Todos tenemos los mismos derechos. Hay un Dios que dice que todos somos iguales, que no debe haber racismo”, asegura Ferriana Hamill, colombiana de nacimiento, quien fue llevada por su madre a Panamá en búsqueda de una mejor vida, pero se mudó a EE.UU. hace 22 años. “Nunca fui a la escuela, pero he trabajado duro”, concluye.

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