En el salón de una iglesia en el norte de Virginia, un padre de dos niños llamado José se sentó en una mesa larga y se quedó viendo los documentos legales frente a él. Era un mapa para una vida sin él.

Había firmado la cláusula que decía que si él o su esposa eran arrestados o deportados, la persona que iban a decidir como guardián para sus hijas tomaría la decisión acerca de sus escuelas.

Con su dedo índice iba señalando cada línea y leyó cómo el guardián llevaría a las niñas a la escuela y a la guardería, decidiría quien las buscarías y tendría el poder de comprar un boleto de avión en representación de ellos para que sus hijas se pudieran reencontrar con sus padres en Centroamérica.

La próxima línea resaltaba el poder de tomar decisiones en el caso de que sus hijas fueran hospitalizadas. Frente a esto José se congeló.

“Ahí es cuando me necesitan”, de dijo a sí mismo. “Qué pasa si no estoy ahí?”

Es una pregunta que miles de inmigrantes indocumentados se están haciendo alrededor de los Estados Unidos. En las plantaciones de manzanas fuera de Spokane, Washington, los campos de arándanos cerca de Grand Rapids, Michigan, y en iglesias y centros comunitarios en Maryland y Virginia.

En cadenas de televisión de lengua hispana y en Internet, abogados de inmigración y consulados extranjeros están respondiendo a las medidas severas de inmigración por parte de la administración de Trump, e instando a padres indocumentados que podrían ser deportados a que dejen instrucciones claras para sus cuentas de banco, inmuebles y sobretodo sus hijos.

Alrededor de 5.1 millones de niños en este país tienen padres que se encuentra ilegales, de acuerdo a estimados del Instituto de Políticas Migratorias. Cerca de 80 por ciento de esos niños son ciudadanos americanos.

Hector Quiroga, un abogado de inmigración de Spokane, dijo que luego de que Trump tomara posesión su volumen de llamadas llegó a 300 llamadas al día por parte de personas buscando proteger a sus hijos y activos. Contrató a tres nuevas secretarias pero aún así no puede mantenerse al día. Luego publicó en Internet instrucciones acerca de como elegir un guardián y el video ha sido visto 35 mil veces.

“La personas están perplejas”, dijo Quiroga. “Están tratando desesperadamente de conseguir los documentos”.

Hermanas batallando con pinzas de cocina mientras ayudan a sus padres a preparar una cena del Día de la Madres en la casa que comparte con su familia en el norte de Virginia. Los padres de las hermanas están indocumentados y recientemente arreglaron la custodia de sus hijas, 7 y casi 2 años, quienes son ciudadanas americanas



Foto para el Washington Post por Allison Shelley

Hermanas batallando con pinzas de cocina mientras ayudan a sus padres a preparar una cena del Día de la Madres en la casa que comparte con su familia en el norte de Virginia. Los padres de las hermanas están indocumentados y recientemente arreglaron la custodia de sus hijas, 7 y casi 2 años, quienes son ciudadanas americanas

Los abogados advierten que las reglas de custodia varían en cada estado, y están instando a los padres a consultar con organizaciones sin fines de lucro y abogados de familia antes de firmar cualquier documento. Por ejemplo, en Virginia los inmigrantes pueden asignar cuidadores temporales a sus hijos firmando poderes frente a un notario. Pero en Maryland, alguien elegido por los padres debe ir a corte para conseguir la custodia.

Incluso en los estados en los que las leyes son complejas, los abogados dicen que los padres deben crear un plan de emergencia para apuntar a alguien que cuide a sus hijos si son detenidos.

“Definitivamente recomendaría tomar precauciones”, dijo Michelle Méndez, abogada de la Red Católica de Inmigración Legal, basada en Baltimore. “Cualquier persona puede ser detenida y deportada en estos momentos”.

Eso estaba claro para Jose y su esposa, GG, mientras observaban noticias de inmigrantes arrestados semanas después de la inauguración de Trump, sentados juntos en en el sofá de la casa en Virginia que comparten con sus hijas, los padres de José, su hermana y su familia.

José es un soldador de El Salvador. GG de Honduras y trabaja en McDonald’s. La pareja pidió que sus nombres completos no fueran publicados, por miedo a que ese tipo de exposición haría más fácil que los agentes de deportación los encontraran.

A pesar de que la administración de Obama deportó un número récord de inmigrantes indocumentados en algunos de sus años, el ex presidente dijo que dio prioridad a amenazas de seguridad y no a familias. Con el Presidente Donald Trump, esas reglas se han ido. En febrero, el Servicio de Inmigración y Aduana deportó a Guadalupe García de Rayos, la madre de dos niños que nacieron en los Estados Unidos y tienen ciudadanía americana. El 19 de abril la agencia deportó a Maribel Trujillo Diaz, madre de cuatro ciudadanos de los Estados Unidos.

Quienes han propuesto por mucho tiempo la reducción de la inmigración ilegal han aplaudido los esfuerzos de la administración de Trump, diciendo que aumentar las deportaciones va a evitar que otros quieran pasar la frontera sin permiso.

José y GG hablaron toda la noche acerca de cómo, en el peor de los casos, se asegurarían de que su hijas de 7 y casi 2 años estuvieran bien cuidadas.

Finalmente, José pidió a una amiga, nacida en Panamá y ahora ciudadana americana, que se covirtiera en la guardián temporal de las niñas en el caso de ser necesario. Los dos se conocieron años atrás en clases de inglés. “Me presenta como su hermano”, dijo José.

Ella accedió a cuidar de las niñas si se llevaban a sus padres. Ya estaba acordado. Todo lo que tenían que hacer era firmar los papeles.

En un domingo reciente, el sol pasaba a través de las ventanas altas del salón de una iglesia mientras José, GG y un par de docenas de otros inmigrantes escuchaban a un abogado dar instrucciones.

La hija mayor de José mordía un ponqué. Su hija menor, con una capucha roja que decía “Soy un monstruo”, saltaba en los brazos de su abuela.

“Es como custodia temporal”, Robert Lacy, un abogado de inmigración de Fairfax, explicaba a los padres antes de examinar sus récords. “Como si se fueran de viaje. No es para mañana. Espero que no pase nunca”.

Pero José sabía que las familias pueden separarse en cualquier momento.

Cuando tenía 5 años de edad, su padre se unió a los movimientos guerrilleros de izquierda en contra de la armada de El Salvador, apoyada por los Estados Unidos, en una brutal guerra civil.

Cinco años después, la madre de José fue también a luchar, dejando un grupo de amigos a cargo de José y sus hermanas.

Algunas veces su madre lo visitaba. Otras veces observaba la guerra desde su jardín. Las bombas iluminaban el cielo nocturno, helicópteros atacaban a través de los árboles y él se preguntaba si sus padres estaban a salvo.

Ocho años después de que la guerra acabara, el padre de José hipotecó la casa y compró un bus para comenzar una compañía de transporte. Días después se lo robaron. Con una deuda y sin oportunidades de vida, se unió a las miles de personas que cruzaban ilegalmente hacía los Estados Unidos. José, su madre y una de sus cuatro hermanas eventualmente lo siguieron. La violencia en su país había aumentado.

La historia de la familia – la soledad de las separaciones y el alivio de los reencuentros – se encontraba en la mente de José ese día en el salón de la iglesia mientras firmaba los papeles.

“Tuvimos la suerte de reencontrarnos”, dijo. “Muchos nunca tienen ese chance. Yo sé lo que es perder a un papá”.

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