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La historia de un millonario, una camarera de hotel y un arresto después de la inauguración de Trump

El es un millonario que estaba en Washington, D.C., para brindar por la toma de posesión del presidente Donald Trump.

Ella era una camarera de hotel (o mucama), encargada de limpiar las habitaciones que costaban más en pocos días que su renta mensual.

El 19 de enero, mientras la capital de la nación se llenaba de turistas y manifestantes, el millonario y la criada se encontraron en el piso 10 del Hotel Mayflower en el centro, en la habitación 1065.

Mientras ella hacía su cama, él se acercó por detrás y comenzó a frotarle las nalgas, según un informe policial.

“Esto está muy bueno”, dijo, según el informe. “¡Me gusta esto!”

Tales incidentes son muy comunes en una industria donde casi la mitad de los empleados dicen que han sido agredidos sexualmente o acosados por un huésped, según han mostrado encuestas sindicales. Muchos no denuncian porque las mucamas, a menudo inmigrantes o mujeres de color, temen perder sus empleos.

En 2011, la situación de las camareras de hotel se convirtió en  noticia internacional cuando Dominique Strauss-Kahn, entonces jefe del Fondo Monetario Internacional, fue acusado de agredir sexualmente a una mucama en un hotel de lujo en Nueva York. Los cargos criminales fueron retirados, pero el incidente estimuló a los hoteles de Nueva York para proporcionar a estas trabajadoras botones de pánico.

Seis años más tarde, los dispositivos están ahora llegando a muchas otras partes del país, incluyendo D.C., una ciudad con 32.000 habitaciones de hotel y cerca de 3.000 camareras.

Más de 30 hoteles en el área de Washington han introducido botones de pánico en el último año bajo un acuerdo con el sindicato Unite Here Local 25, dijo John Boardman, secretario-tesorero ejecutivo del sindicato. El Hotel Mayflower introdujo los dispositivos el 1 de abril, dijo.

El acuerdo se alcanzó en 2012, pero ha tomado cinco años para poner en marcha una tecnología confiable, dijo Boardman. Cuando se presiona, los botones de pánico envian la ubicación de una sirvienta a la seguridad del hotel. Los hoteles pagan por los dispositivos y sistemas de monitoreo, que generalmente cuestan entre 40.000 y 50.000 dólares.

En noviembre, los votantes de Seattle aprobaron una medida que proporcionaba a los trabajadores de hotel botones de pánico y otras protecciones. Y en Chicago, la alcaldía está considerando una medida que requeriría botones de pánico.

“Estas mujeres tienen un miedo constante cuando trabajan solas”, dijo la concejal Michelle Harris, la patrocinadora de la ordenanza. “¿Serán los próximos?”

Vanessa Sinders, vicepresidente senior de la American Hotel & Lodging Association, que representa a la mayoría de las cadenas más grandes del país, dijo que la industria está comprometida a usar la tecnología para mantener a sus empleados seguros.

“Desafortunadamente, cuando se trata de acoso sexual”, dijo, “ninguna industria es inmune”.

Tal vez lo único inusual en lo que sucedió en la Sala 1065 fue que el hombre fue arrestado.

John Joseph Boswell se declaró culpable el mes pasado de delito menor de abuso sexual en el Tribunal Superior de Justicia de Estados Unidos. Fue condenado a 10 días de prisión y seis meses de libertad condicional, aunque la pena de cárcel fue suspendida.

La camarera se negó a comentar. El Washington Post generalmente no menciona a las víctimas de agresión sexual.

En una entrevista con el Washington Post, Boswell mantuvo su inocencia.

“Le di un golpecito en la parte baja de la espalda”, dijo Boswell, de 70 años, quien está casado y tiene tres hijos pequeños. “Fue sólo un gesto amistoso”.

El fiscal en el caso vio las cosas de manera diferente.

“Se aprovechó de ella cuando estaba trabajando, era vulnerable y estaba sola”, escribió Vivian Kim, un fiscal asistente de EE.UU, en un correo electrónico enviado al abogado de Boswell.

Dos Américas diferentes chocaron en el Hotel Mayflower esa tarde.

La mujer es una inmigrante africana que limpia habitaciones de extraños por 20 dólares la hora.

Boswell es el director ejecutivo de Independent Stave Company, el fabricante de vino y whisky más grande del mundo. Vive en una mansión de 14.000 pies cuadrados y 7 millones de dólares en Palm Beach Gardens, Florida, a 20 millas del resort Mar-a-Lago de Trump.

Boswell -que ha contribuido con más de 120.000 dólares para candidatos republicanos y grupos conservadores durante los últimos 25 años- no fue siempre un seguidor de Trump. En las elecciones presidenciales de 2016, apoyó a Ben Carson y al senador Marco Rubio, de Florida. Pero cuando llegó la ceremonia de inauguración de Trump, Boswell había abrazado al nuevo presidente y había reservado una habitación en el Mayflower.

En la mañana del 19 de enero, el día antes de la inauguración, la mucama viajó de su modesto apartamento en Riverdale, Maryland, al histórico hotel, con sus salones dorados y sus candelabros de cristal.

Eran las dos de la madrugada cuando entró en la habitación de Boswell, y comenzó a manosearla.

Ella se quedó paralizada y en estado de shock, se disculpó con él, según el informe policial. “Lo siento señor”, dijo. “¡Lo siento, señor!”.

Cuando otra camarera salió del baño, Boswell “se movió inmediatamente”, dijo el informe. La primera camarera salió corriendo de la habitación, temblando, y le dijo a su compañera de trabajo que tendría que limpiarla sola.

Cuando la segunda camarera intentó hacer la cama, Boswell también se acercó a ella y “colocó su mano sobre la parte superior de su hombro” hasta que ella le ordenó que se sentara, según el informe policial.

Ninguna mujer informó del incidente. Pero al día siguiente, cuando un compañero de trabajo le dijo a un gerente lo que había sucedido, llamaron a la policía.

A las 6:20 pm ─cuando el desfile del nuevo presidente ya juramentado se estaba acabando y los partidarios y manifestantes seguían chocando en las calles del distrito─ la policía golpeó la puerta de la habitación de hotel de Boswell. Cuando salió, la camarera lo identificó con oficiales, y fue arrestado.

Él fue arrestado junto a más de 200 manifestantes, incluyendo a los anarquistas vestidos de negro acusados de destrozar las ventanas de Starbucks y quemar una limusina.

Una limosina vandalizada durante la ceremonia de toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero de 2017.


           
   

Michael Robinson Chavez/The Washington Post

Una limosina vandalizada durante la ceremonia de toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero de 2017.

Cuando salió libre la tarde siguiente, Boswell salió del palacio de justicia de la Corte Superior de D.C. ─a menos de una milla de donde Trump se había juramentado─ usando una camisa verde, unos jeans y lentes (o gafas).

Al principio, la multitud aplaudió, confundiéndolo con un manifestante. Entonces alguien que había estado en la corte cuando Boswell fue acusado, gritó que era un “delincuente sexual”. Los manifestantes comenzaron a tirarle cosas. Un trozo de naranja golpeó a Boswell en la cabeza.

“Bueno, eso no fue muy agradable”, le dijo a un reportero de Post, limpiando la fruta de su frente antes de caminar hacia su hotel.

El abogado de Boswell, Bernard Grimm, presionó a los fiscales para que concedieran a su cliente un acuerdo de sentencia diferida, o DSA en inglés, en virtud del cual Boswell habría admitido su culpabilidad, pero luego, después de un corto período de buena conducta, podría retirarse su declaración de culpabilidad.

Kim se negó, señalando que Boswell “podría haber enfrentado un cargo adicional basado en una conducta similar con otro empleado del hotel el mismo día”.

El 11 de abril, Boswell se declaró culpable. Los documentos de la corte demuestran que Boswell gana 600.000 dólares al mes, pero el juez Michael Ryan le ordenó pagar 50 dólares en el fondo de compensación de las víctimas del crimen, una quinta parte de la pena máxima por ese delito.

El juez y el fiscal también acordaron que Boswell podría viajar al extranjero mientras estaba en libertad condicional. El mes pasado, se le permitió volar a las Bahamas. A fines de este mes, tiene previsto pasar dos semanas en la República Dominicana para una reunión familiar.

Mientras tanto, su víctima estaba muy asustada por una visita que hizo el equipo de defensa de Boswell al apartamento donde se mudó, dijo una compañera de trabajo, que habló con The Post bajo la condición de anonimato.

Aunque las dos mujeres todavía trabajan juntas en el Hotel Mayflower, no hablan de lo que sucedió en la habitación 1065.

“Cualquier momento que ella hable de eso”, dijo su compañera de trabajo, “lloraría”.

(Traducción El Tiempo Latino/El Planeta Media)

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