Portland, Óregon, se ha convertido en epicentro de un movimiento en auge que está señalando a las personas blancas que se están beneficiando económicamente de las ideas culinarias y platos típicos de otras culturas.
Desde que dos mujeres blancas fueron presionados para que cerraran su puesto “pop-up” de burritos, luego de decirle a un reportero que habían “tomado los secretos de todas las cocineras de tortilla” de Puerto Nuevo, México, Portland se ha convertido en una ciudad intolerante frente a las apropiaciones culturales. Un escritor dijo directamente que “Portland tiene un problemac on las apropiaciones” explicando:
“Debido al racismo subyacente que existe en Portland, las personas que son dueñas de estas tradiciones y culturas realmente no son tratadas bien. Estos negocios que se apropian de las culturas están eliminando y explotando sus identidades ya marginalizadas con el propósito de ganancias y fama”
Incluso alguien en la Ciudad de Rosas ha creado un documento de Google enlistando los restaurantes con dueños blancos que se han apropiado de comidas que no son de su propia cultura. Para cada entrada el documento sugiere alternativas de restaurantes con dueños de color. Un “Negocio Apropiado” es Voodoo Doughnut, la pequeña cadena de donas acusada de generar ganancias gracias a pensamientos relgiosos que combinan tradiciones africanas, católicas y nativas de los Estados Unidos.
¿Quién no se identifica con apoyar a las personas cuyas voces son opacadas por una cultura en la que aún dominan los hombres blancos?
Algunos inmigrantes pueden tomarse esto mal viniendo de hombre blanco de Midwest que trabaja en un periódico tradicional, nada menos. Aún así, debo confesar que me cuesta aceptar esta misión ‘todo o nada’ de entrometerse cuando un chef blanco hace un plato que no es de su propia cultura. Parte de esto tiene que ver con el país que compartimos, una tierra de inmigrantes, cuya comida está disponible para cualquier persona que tenga curiosidad. Un cocinero blanco está propenso a enamorarse de alguna de esa comida.
Por supuesto, el problema no es que un cocinaro blanco se enamore de la gastronomía inmigrante, si no que una persona blanca se aproveche de esa gastronomía o, lo que le molesta más a la gente, se convierta en la autoridad de ese tipo de cocina, en vez de un chef propio de la cultura. Estoy pensando específicamente en chefs y autores como Rick Bayless (con la cocina mexicana), Andy Ricker (con comida thai) and Fuchsia Dunlop (con comida sichuan). Bayless, ganador del Premio James Beard en múltiples ocaciones, se ha enfrentado a la pregunta acerca de apropiación cultural varias veces, y una vez cuestionó si se trata de un tema de racismo inverso.
La respuesta de Bayless no fue bien vista en algunos rincones, en parte por haber sonado como una queja, tal como escribió Gustavo Arellano en el OC Weekly. A pesar de la sensibilidad aparente de Bayless, Arellano apoyó el trabajo del chef:
“Y como he escrito antes – he escrito un libro entero argumentando este punto- cualquier persona que ame la comida mexicano debería agradecer a los gabachos por su deseo insasiable por el chili, nachos, tacos, micheladas, fajitas y todas las tendencias en cocina mexicana que han estado presentes en los pasados 125 años alrededor de los Estados Unidos. Sin ellos, tanto los consumidores gabachoa como los cocineros, la comida mexicana sería tan notable como el chucrut”.
De hecho, Krishnendu Ray, profesor y presidente del Departamento de Nutrición, Estudios de Comida y Salud Pública de la Universidad de Nueva York, argumenta a favor de la apropiación cultural, pero solo si la persona acoge más que el plato que tiene en frente.
“Si le prestas atención a la comida y al lenguaje y a sus vidas, entonces no es un acto de colonización”, dijo Ray a Lavanya Ramanathan de The Washington Post. “Yo en general no pienso que la apropiación es algo malo. Hay toda una discusión acerca de la apropiación cultural. ¿Deberíamos ser presos de nuestro propio hueco con muros culturales, completamente cerrados a otras personas? Si estás comiendo la comida de otros, compenetrándote con sus vidas y con las maneras en las que conciben el mundo, eso es bienvenido. Así es como lo nuevo entra al mundo”.
La posición de Ray empieza a llegar al corazón de mis propios sentimientos acerca del tema. Las acusaciones de la apropiación cultural están muchas veces basadas en cosas que se asumen: que los blancos privilegiados no contribuyen nada a la cultura que se roban. Por ejemplo, las dos mujeres blancas de Portland fueron acusadas de no compensar a las mujeres mexicanas que compartieron con ellas sus secretos para hacer tortillas. En esa pequeña escala, sospecho que hay de hecho innumerables interacciones entre chefs blancos y cocineros de hogares de inmigrantes que al final no son reconocidos, todo en nombre de la investigación”.
Pero en una escala macro, el involucramiento de los chefs y dueños de restaurantes blancos pueden beneficiar a todos. Por ejemplo, Josh Phillips, un socio blanco de Espita Mezcaleríq, un local de Washington dedicado a la comida y bebida de Oaxaca. La “vasta mayoría” de los casi 65 empleados de Espita son mexicanos, dijo Phillips. El salario es decente y todos los empleados tiempo completo tienen beneficios de salud. El restaurante no solo emplea un cocinero que hace tortillas tiempo completo, si no cuatro de ellos.
Esos cocineros de tortillas solo usan maíz de México. Phillips dice que 99 por ciento viene directamente de Oaxaca. Antes de haber abierto Espita, Phillips hizo una promesa a los mezcaleros de Oaxaca de nunca vender mezcal de destilerías corporativas. “Quiero asegurarme de que haya un impacto económico en los mezcaleros”, agregó.
Para mi esto suena más a embajador cultural que apropiación cultural. Y les guste o no, como dijo Francis Lam hace varios años atrás para el New York Times, chefs y dueños de restaurantes nacidos en los Estados Unidos tiene acceso mas fácil a los medios. En otras palabras, tienen la habilidad de difundir la comida mexicana, thai y sichuan o cualquier comida que amen. Hay poder en eso, el cual no debe ser descartado rápidamente por aquellos que desacreditan la apropiación cultural cada vez que pueden.