En una hermosa ofrenda o Altar de Muertos, con flores de cempasúchil, velas blancas, fotografías de difuntos, papel picado, comida y artículos religiosos, que el Instituto Mexicano de Cultura instala cada año como parte de las tradiciones mexicanas, se recibió y dio la bienvenida a esa sede cultural a Elena Poniatowska, narradora y ensayista mexicana.
Invitada a dar algunas charlas en diferentes universidades del país, Poniatowska a través de la “En México Siempre Tiembla”, hizo referencia a su libro “Nada, nadie, las voces del temblor”, en el que describe los impresionantes terremotos que azotaron a la ciudad de México el 19 y 20 de septiembre de 1985 y habló sobre cómo 32 años después la historia se repitió.
El mismo día 19, pero ahora del año 2017, abriendo nuevamente las heridas, se escucharon nuevas voces. La escritora dio a conocer los pormenores y vivencias de quienes sobrevivieron y rescataron a quienes pudieron en esos momentos de incertidumbre y asombro. Han sido dos acontecimientos donde la tristeza, la desesperación, la impotencia, la muerte y la solidaridad se manifestaron con fuerza en un mismo tiempo.
Con paso lento pero firme, Poniatowska se acercó al micrófono. Lo primero que expresó, fue una disculpa por llegar vestida de color negro. Era un reflejo del dolor y solidaridad y para rendirle tributo a todos los afectados de los pasados desastres naturales. A través de diferentes niveles de voz y acentos, pausada y con algunos pequeños movimientos de sus manos, Poniatowska transmitió las voces de los más desprotegidos y su lucha por sobrevivir en el momento de las catástrofes como las sucedidas en los meses pasados.
Narró el caso de “Alonso”, un traductor de la lengua Mixteca quien recientemente había sido contratado por la Dirección General de Educación Indígena en la capital, cuando el edificio se le cayó encima. Para el traductor mixteco, en un instante, todo se le hizo oscuro. Pero al mismo tiempo, se percató y vio un rayo de luz que parecía estar a 30 metros de donde se encontraba y pensó “aquí está mi salvación”. La escritora continuaba narrando la historia de Alonso para lograr sobrevivir al terremoto.
Quienes la escuchaban esa noche, percibían el relato cómo si Alonso hubiera estado parado al lado de la escritora susurrándole de viva voz, su historia de la lucha incansable que realizó para sobrevivir. Alonso, luchó con su cuerpo, con sus hombros, con sus brazos, hasta con su cabeza. Se dio de “cabezazos”, pero dijo que tenía una cabeza “buena de dura y que sus huesos eran de hierro”.
Aunque se quedara calvo, Alonso pensó seguir escavando hasta llegar al hilo de luz que lo llevaría de vuelta al mundo de los vivos. Alonso logró salir de entre los escombros. Lo primero que expresó al salir por un hueco de entre los escombros fue, “¡pinche madre, estuvo duro!”. Se escucharon las risas de los asistentes y a pesar de tan amargo momento, Alonso y muchos otros, tuvo la fortuna de contar su experiencia, una suerte que otras víctimas, sin que lo hubieran querido, no corrieron.
“Los mexicanos vivimos sobre una tierra que tiembla. Me han tocado 3 terremotos. En 1957, se cayó el Ángel de la Independencia. El segundo, fue en 1985 y ahora el de 2017”. La ganadora del Premio de Cervantes Saavedra, especificó que mientras que, en Estados Unidos y Japón, se planifican las construcciones y siguen buscando maneras de evitar grandes pérdidas humanas y materiales, en México, “existe la sospecha y que ya es evidencia, que la corrupción sigue invadiendo a cada rincón que le sea posible” lo que lleva a la destrucción o construcciones de pésima calidad.
“Comenzando desde los materiales, pasando por la falta de honestidad, sin ética y encubrimiento, el robo y hasta la explotación desenfrenada de los recursos naturales”. Nombres y apellidos de los culpables como de los afectados salieron a la luz en el terremoto de 1985. Los mismos errores vuelven a repetirse en el 2017. Los familiares de los muertos acusan, reclaman y merecen siquiera una explicación. Cayeron nuevos edificios, ¿quién controla, ¿quién concede los permisos, ¿dónde está el respeto a los discapacitados, ¿quién pregunta si estás bien?
Poniatowska es una periodista reconocida, pero no quisiera haber continuado con esta profesión o al menos que no se siente identificada con dicha palabra. “Quisiera escribir solo poemas y cuentos, pero no se puede. La realidad mexicana es muy poderosa. Se mete en tu casa, interviene en tu vida. Cómo puedes estar escribiendo tranquilamente dentro de tu hogar, cuando afuera hay un terremoto, hay un asalto o una cuestión política”, y Poniatowska continuó con voz apacible y serena “quisiera vivir en un país con más igualdad social, sobre todo porque me impacta muchísimo lo que veo en las calles”, agregó con una leve sonrisa.
Un fenómeno diferente que impactó durante el terremoto de este año, además de la inigualable solidaridad, se hizo presente en aquellos que, como dicen, casi nacieron con un celular en la mano, conocen todo sobre las redes sociales y arreglan todo con 140 caracteres en Twitter, los llamados “Millennials”. A estos jóvenes “incomprensibles”, Poniatowska describió como los “hijos de la aldea global”. En el terremoto de este año, tuvieron mejores estrategias, menos burocracia piramidal, rompieron el mito de egoístas, fueron los mejores reporteros en todas partes, fueron los termómetros en medir la salud en la ciudad rota. Poniatowska sigue narrando con un tono de esperanza que los “Millennials” dicen no al centralismo, no al autoritarismo, no al feminicidio, no al maltrato contra los animales, no a la discriminación por preferencias sexuales. Los muchachos desafían a la naturaleza, confían en su capacidad de entrega. Poniatowska concluyó: “Sí, ahora por fin gracias a la vitalidad y energía que ellos demostraron, contaremos con un gobierno de nuestra esperanza”.