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Hace 60 años, Osvaldo Virgil fue el primer dominicano que entró a las ligas mayores de béisbol estadounidense, desde entonces el desfile ha sido largo y fulgurante. La más reciente figura que se une a la caravana de peloteros se llama Juan Soto, un joven de 19 años, que ya deja ver la fuerza de su muñeca izquierda y la potencia de sus hombros.

Soto sigue los pasos de sus ídolos Robinson Canó y Manny Ramírez. Esta temporada ascendió a las ligas mayores de los Nacionales de DC y apenas pisó el área de bateo logró su primer jonrón. Considerado el segundo mejor del cartel del béisbol capitalino, también tiene otro récord, es el segundo pelotero más joven que debuta desde lo más alto, después de Bryce Harper.

El muchacho de la barriada pobre de Herrera en Santo Domingo, fue uno más de esos niños dominicanos que nacieron casi tirando pelota. “Para mí eso viene en la sangre, yo ya tenía un año y cualquier palo era bate. Lo traigo de mi papá y de mis tíos que siempre estaban tirando pelota”, dijo Soto a El Tiempo Latino en un encuentro en el Nationals Park.

Su padre, Juan José Soto, un vendedor “que ofrece de todo en las calles” y su madre Belkis Pacheco, una contadora que se esforzó el doble para que sus hijos no vayan a la escuela descalzos, estuvieron en DC para ver el debut de su hijo. “Mi papá se la pasó el partido llorando de contento y yo muy alegre porque estoy haciendo su sueño realidad”, relató el beisbolista. A la emoción de aquel día se sumaron su hermana mayor Natalie y el menor de la familia, Elián.

Al preguntale ¿quién es Juan Soto?, el pelotero responde: “Un muchacho tranquilo y humilde, que de chiquito tenía a mi mamá siempre encima para que terminara la escuela. En el aula lo que más me llamaba la atención eran los números”. Justamente Soto ya tiene algunos números a su haber: un contrato de $1.5 millones cuando apenas tenía 16 años y el premio de “Jugador más valioso de la Liga de la Costa del Golfo” a los 17 años, en la categoría novatos.

El pelotero dominicano es la mejor promesa ofensiva de todo el semillero del béisbol de los Nacionales con sueños y propósitos que mezcla indistintamente. “Quiero ayudar a mi familia y también a la gente que pueda, porque me acuerdo que cuando yo era un ‘carajito’(niño) no tenía útiles escolares, ahora que tengo [recursos] sé por lo que pasé y apoyar a otros siempre es bueno”, reflexionó el beisbolista.

ENTRENAMIENTO. Juan Soto en la cancha del estadio de los Nacionales donde diariamente acude para sus prácticas y entrenamiento.



ENTRENAMIENTO. Juan Soto en la cancha del estadio de los Nacionales donde diariamente acude para sus prácticas y entrenamiento.

Ahora mismo acaricia una meta más inmediata que es ayudar al equipo a pasar a las eliminatorias. “Sería bonito y emocionante ganar un campeonato como novato” y para eso además de entrenar, reza. “Yo no creo en objetos, creo en Dios, cada vez que entro al terreno si no oro me siento desnudo”, confesó Soto.

Hay otro sueño que acaricia entre su almohada y su bate: “tener una carrera limpia y sin problemas, seguir siendo amigable y respetuoso con la gente adentro y fuera del terreno. Una carrera como la de David Ortiz, a quien todo el mundo lo quería donde iba, yo quiero ser así”. Por ahora lo ha logrado, en República Dominicana conserva el grupo de amigos de siempre con los que sale a divertirse sanamente y luego vuelve al campo de juego a entrenar, “a ponerme ‘ready’ para la próxima temporada” y a su dieta de arroz con habichuelas y pastel de plátano maduro, que le prepara su madre. “No me he mudado completamente a Estados Unidos, solo vengo cuando comienza la temporada y cuando se acaba vuelvo, porque en República Dominicana es donde vivo”, explicó.

En Washington, DC la vida para este joven pelotero que ya tiene página en Wikipedia es tan particular como su talento. Casi todos los días duerme hasta las 10 de la mañana, en su departamento ubicado cerca del estadio de los Nacionales, en el área de Navy Yard. Como aquí no hay mangú, el desayuno dominicano con plátano verde, llena el tazón con cereal. “Como lo que hay. Después vengo al estadio a entrenar, a calentar mi cuerpo y ponerme ‘ready’ para el juego”, contó Soto. En la noche cena cualquier cosa y si no está agotado ve Prision Break, su serie favorita.

Minutos más tarde y frente a otro grupo de periodistas reconoce que eso de cambiar del mangú al pancake fue difícil. “Uno llega bien papeado y aquí se pone flaquito”, dijo entre risas. También se da tiempo para aprender inglés, “gracias a Dios he mejorado con el programa Rosetta Stone que me dio el equipo”.

Una de las grandes glorias de los Yankees, Babe Ruth, otro niño pobre pero de Baltimore, llegó a decir que “los jonrones de ayer no ganan los juegos de hoy”. Soto intuye esa sentencia y mejor que no le digan que no puede porque él eso lo traduce en siempre “seguir pa’lante”.

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