Pensar en los Wizards de Washington es pensar en John Wall. Hoy pocos podrían dudar de la responsabilidad del base con el combinado capitalino y su influencia en el juego. Su poder en la cancha retumba de maneras que solo contados jugadores igualarían en la liga, yendo más allá del calificativo de jugador franquicia.
Ya en 2009, el armador era considerado el segundo mejor jugador del sistema universitario en los Estados Unidos, solo superado para los expertos por Derrick Favors; sin embargo, en el draft 2010 de la NBA, los capitalinos de la jugaron y con su primera elección tomaron al jugador proveniente de la universidad de Kentucky.
Su decisión no pudo ser la mejor, no porque Favors no haya tenido el impacto en la liga que se espera de una pieza que forme parte del top 3 de elecciones cada año, simplemente la franquicia de Washington se dejó llevar por su instinto y sumaron a un elemento que, no solo desde la pasada campaña, es uno de los basquetbolistas más completos de su generación.
Inicio exitoso
El primer año es para muchos tan clave como el resto de la carrera de un jugador en una liga tan competitiva como la NBA. Son incontables los nombres de súper prospectos que han llegado en posiciones privilegiadas, pero la presión, el ritmo de juego, y la falta de continuidad han mermado sus condiciones para pasar a ser solo elemento regulares y monedas de cambio.
Pero John Wall no quería ser uno de esos.
Ya en su periplo universitario demostró estar a la altura de cuanto reto se le presentara, de ahí las críticas positivas.
Al instalarse en la NBA su accionar no fue cosa menor. Con 16.4 unidades por juego, 4.3 asistencias y 4.6 rebotes, el piloto dejó claro su manifiesto de ser una pieza difícil de olvidar en su escenario, pero más complicado aún para sus rivales.
Así, la gerencia y dirigencia de los hechiceros se frotaba las manos con un jugador que en poco tiempo irrumpió y trascendió en la liga, ganándose el respeto de sus compañeros y contrincantes; no obstante, lo que más sorprendía era su calidad como jugador de dos vías, pues su condición defensiva no era algo para menospreciar.
Con 1.8 robos por choque en esa temporada debut, el base aportaba cosas que solo un puñado de profesionales era capaz de entregar.
Aquella campaña el premio a Novato del Año fue para Blake Griffin, primera elección un año antes, pero que por una lesión se perdió la 2009-2010; sin embargo, seguidores de la disciplina entendieron que Wall era un debutante espectacular, a quien el galardón no le hacía falta; todo lo contrario, lo motivaría a ser alguien mejor.
La consagración
La zafra 2013-2014 llevó al armador a niveles desconocidos para él. Aunque los números no verían mayores alteraciones, pese a que sus estadísticas en puntos y asistencias mejoraría, fue su regularidad la que lo catapultó.
Con 82 duelos de ronda regular, especialistas le brindaron esa condición de base élite, aquella que unos pocos llevan en sus hombros a lo largo de los años y que él, hasta esta fecha, aún presume.
Ser una figura tan irreverente pero destacada le permitió contar con el voto de los fanáticos para asistir a su primer All Star Game, evento al que ha ido en cinco años seguidos. Fue esa además la primera de sus cuatro temporadas avanzando a playoffs.
Su peso en la liga
Hoy no es difícil colocarlo entre los cinco mejores en su posición. Y sí, existen mejores que él, pero al igual que cuando no fue Novato del Año, eso no ha hecho más que motivarlo.
Con Chris Paul o Stephen Curry en el tope del juego, Wall puede presumir de haberlos detenido en sus enfrentamientos. Los tres cuentan con detalles diferentes, pero un peso equitativo: no dejan que su baloncesto se centre en el plano ofensivo, pues desde la retaguardia nace su ataque.
Impedir que el rival anote en su premisa. Por eso su éxito.
Hay quienes ponen por encima a Kyrie Irving o Damian Lillard, situación subjetiva, pero lo que hoy nadie pone en duda en la calidad de Wall y su influencia en Washington como elemento para potenciar el juego capitalino.