El pasado 4 de marzo El Salvador vivió un proceso electoral para elegir a los diputados de la legislatura 2018-2021. Los resultados de esas elecciones se resumen en la pérdida de 8 diputados por parte del FMLN, el aumento de curules de los partidos minoritarios como el PCN y el PDC y la llegada del primer diputado no partidario a la Asamblea Legislativa.
La Constitución salvadoreña dice en su artículo 79 que para la elección de diputados, se adoptará el sistema de representación proporcional. Esto implica que cada partido debió obtener un número de curules acordes a la cantidad de votos a su favor. Esto significa que si un partido logra el 30 % de los votos válidos en un departamento, debería agenciarse el 30 % de los diputados de esa circunscripción.
Cuando un partido o coalición obtiene un porcentaje mayor de diputaciones que de votos, se dice que está “sobrerrepresentado”. También se puede afirmar que la proporcionalidad ordenada por la Constitución no se cumple a cabalidad. De este fenómeno se han beneficiado todos los partidos sin excepción.
¿Por qué ocurre la sobrerrepresentación?
Esto se debe al uso de la fórmula electoral llamada “Hare” que hace uso del sistema de cocientes y residuos. ¿Cómo funciona esto de los cocientes y residuos? Para entenderlo mejor, se propone un ejercicio numérico, a modo de ejemplo, en un departamento ficticio donde se reparten cinco escaños. Lo primero que debemos hacer es sumar la cantidad de votos válidos obtenidos por cada uno de los competidores, siendo en nuestro caso un total de 20 mil 500 votos. Luego, debe dividirse esa cantidad entre las diputaciones en juego que, como ya se dijo, serán cinco.
La operación anterior da por resultado un valor de 4,100; lo que implica que lograr un diputado cuesta esa cantidad de votos. A este último valor se le asigna el nombre de cociente electoral. De acuerdo al Código Electoral, los votos obtenidos por cada partido se dividen entre el cociente electoral previamente calculado, determinando así la cantidad de escaños por cociente. A manera de ejemplo, al dividir los 7,000 sufragios del partido “A” entre 4,100 se tiene un valor de 1.7, lo que se traduce en que obtiene un diputado por cociente y le sobran 2,900 votos.
Cuando no se alcanzan a repartir todos los puestos por la vía del cociente, se prosigue con la repartición por residuo. Los curules que faltan por repartir se otorgan uno a uno a cada partido, comenzando por el que tiene mayor valor residual y continuando en orden descendente hasta llenar todos los cargos.
Así, para nuestro ejercicio, la primera diputación se le otorga al Partido “C”, luego al “D” y la última al “A”. Por la aplicación del método del residuo se produce una distorsión en la proporcionalidad de la representatividad y el Partido “A” con un 34 % consigue un 40 % de los curules. Algo similar pasa con el partido “D”, el cual con 15 % de los votos tiene el 20 % de diputados.
¿Se puede evitar esta distorsión?
Álvaro Artiga, politólogo de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, sostiene que todos los sistemas electorales tienden a distorsionar la relación entre votos y escaños, siendo raro el sistema que logra un resultado que respete por completo la proporcionalidad.
Artiga utiliza una medición conocida como el índice de Rose, una medida cuantitativa que denota qué tan proporcionales son los resultados de un sistema electoral determinado. Un valor de 100 indica proporcionalidad perfecta y uno de cero la ausencia de proporcionalidad. Según los cálculos de este politólogo, entre los años 1994 y 2012 este indicador ha promediado cerca de 94 puntos, lo que denota un valor cercano a la proporcionalidad perfecta.
Fuente: El Salvador