Un país de Centroamérica con al menos 112 mil kilómetros cuadrados y con una población de nueve millones 295 mil ciudadanos, está envuelto en una crisis socioeconómica. La alternativa para algunos ha sido salir en caravana con el objetivo de llegar a Estados Unidos, donde tienen previsto iniciar trámites migratorios para trabajar y ayudar a familiares que permanezcan en Honduras.
Aunque según datos oficiales del Banco Central de esa nación, la inflación en el año 2017 se ubicó en 4.7% y la variación de precios no es constante, la situación económica fue una de las razones para que al menos siete mil personas decidieran emigrar en busca de un mejor futuro. La población adulta de Honduras es activa laboralmente, así lo reseña la Organización internacional del Trabajo, (OIT), al registrar que en 2017 hubo una reducción de desempleo de 0.9%. Los datos no son semejantes cuando se habla de la juventud, pues al menos 53% de estas personas con edad para trabajar, está desocupada.
Aunque los inmigrantes aseguran que una de las razones para salir del país es porque el dinero no alcanza, Honduras ha experimentado una recuperación moderada, impulsada por inversiones públicas, exportaciones y altos ingresos por remesas. Según el Banco Mundial. en 2017 el PIB creció 4.8% y se prevé que el crecimiento para 2018 sea de 3.6%. Costa Rica, tuvo un crecimiento de 3.2% en 2017.
El pasado 13 de octubre inició una caravana que atraviesa las frontera de Guatemala y México, donde algunos se quedan y otros, siguen hacia Estados Unidos sin importar las políticas migratorias de ese país. Las condiciones atmosféricas no ayudan a los caminantes, quienes han tenido que soportar un inclemente sol y una temperatura de más de 30 grados centígrados.
Según la magister en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar, en Venezuela, Claudia Vargas Ribas, Centroamérica tiene problemas estructurales que históricamente han generado la emigración. A su parecer, la caravana llama la atención por la cantidad de personas y no necesariamente por la decisión de salir de país. “De fondo está la intención de visibilizar ante la opinión pública, el problema político que ha existido y al que no se le ha prestado atención”, sentenció.
Han pasado dos semanas desde que la región es noticia por el flujo migratorio. Las personas rompieron piquetes de seguridad en fronteras y ante el constante flujo, funcionarios de la Policía de México arrojaron gas pimienta, sin importar la presencia de niños en este largo trayecto.
Más de dos mil kilómetros hay desde Honduras hasta Estados Unidos, pero para Eulid Fuentes, un oriundo centroamericano no hay distancia que valga mientras sea por salir de donde ya no quiere estar. “Le huimos a la violencia, a la corrupción y a la falta de empleos. Le pido a Dios que me de una oportunidad y pueda llegar a mi lugar de destino”.
La principal causa de muerte de Honduras es el homicidio, pero, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma (UNAH), la tasa en 2017 fue de 44 por cada 100 mil habitantes, lo que representa una disminución de 15,5 puntos con respecto a 2016.
Los integrantes de esta caravana son firmes en su decisión ante la denuncia de crimen organizado y en busca de mejores trabajos y salarios. “Lo primero que haré es buscar empleo y ayudar a mi familia”, narró Yesenia Rodríguez.
El caminar los más de dos mil kilómetros ha cobrado la vida de dos hombres, uno de 29 años, quien murió en Guatemala y otro de 22, víctima fatal en México.
¿Por qué emigrar?
La razón, según expertos, es la misma que narran los hondureños: supervivencia económica y violencia. Para la antropóloga de la Universidad estatal de Michigan, emigrar no es un delito, sino una for
ma de buscar protección internacional amparado en las propias leyes.
Vargas Ribas aseguró que la emigración más allá de ser una alternativa, se ha convertido en una necesidad porque no existe manera de cubrir los compromisos que se tienen como ciudadano y el país de origen no ejecuta políticas públicas que pudiesen cambiar los aspectos económicos.
Con la mirada encima
El calor y el sol inclemente no son suficientes para estos ciudadanos. Es constante ver camionetas de la Policía Federal de México vigilando el actuar; para muchos es indiferente porque sabían, una vez tomada la decisión, a qué se enfrentaban. El éxodo es horizontal, no hay líderes visibles ni portavoces; la responsabilidad es individual.
Aunque existe un acuerdo migratorio entre El Salvador, Honduras y Guatemala para el libre tránsito sin mayor contratiempo, México no está incluido, por lo que las leyes de ese país obligan a que los inmigrantes consigan un permiso de paso o se tramite solicitudes de refugio. Esto podría demorar al menos 45 días, lo que ignora la mayoría de los hondureños que camina vía a EE.UU.
La posición de Donald Trump no sorprendió. El mandatario consideró triste que la policía mexicana y el ejército no fuesen capaces de detener esta caravana y además alteró lo establecido en el Plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo del Norte, (PAPTN), el cual surge desde 2014 para apoyar a El Salvador, Honduras y Guatemala.
El Gobierno estadounidense entregó más de $80 millones a estos países del Triángulo del Norte, lo que podría tener fin. “Comenzaremos a reducir ahora, o reduciremos sustancialmente, la masiva ayuda extranjera que se les otorga habitualmente”, sentenció el mandatario.
Según acuerdos internacionales, los países sí están en la obligación de recibir a inmigrantes porque existe un principio de derecho universal, llamado el “principio de no devolución”, aseveró Vargas Ribas, quien también dejó claro que en migración esta política tiene mayor peso cuando los indocumentados hacen pública la intención de recibir asilo o refugio.
Las vocerías de la Casa Blanca han estado centradas en la caravana. Mike Pence, aseguró que el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, afirmó que a través de grupos de izquierda, que el régimen venezolano financió a estas personas para que caminaran a EE.UU. con la intención de desafiar la soberanía del país.
Pese al principio de no retorno, Donald Trump, en medio de su política migratoria, mantiene la amenaza de enviar al Ejército de Estados Unidos para cerrar la frontera sur, por donde pasarían los inmigrantes en busca de mejores condiciones económicas.