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*Fred Ryan es Publisher y Director Ejecutivo del Washington Post. Se desempeñó como asistente del presidente Ronald Reagan.

Se ha enviado un mensaje claro y peligroso a los tiranos de todo el mundo: coloque suficiente dinero frente al presidente de los Estados Unidos y, literalmente, puede salir impune de un asesinato.

En una declaración extraña, inexacta y ambigua -una que ofrece un buen recordatorio de por qué Twitter tiene límites de caracteres- el presidente Trump encubrió el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi por parte del gobierno saudí. En el proceso, el presidente difamó a un hombre bueno e inocente, calificando a Khashoggi como un “enemigo del Estado” -una etiqueta que los saudíes no han usado públicamente- mientras proclamaba al mundo que la relación de Trump con el príncipe heredero de Arabia Saudita de 33 años era demasiado importante como para ser arriesgada por el asesinato de un periodista. Cualquiera que sean las objeciones que la gente pueda tener con nuestra decisión de hacernos la vista gorda sobre el asesinato de Khashoggi, argumentó el presidente, no superan los ingresos (muy inflados) que podemos esperar de los acuerdos de armas entre Estados Unidos y Arabia Saudita.

Para muchos en el Washington Post, el asesinato de Khashoggi es personal. Era un colega muy respetado, y su pérdida se siente profundamente. Pero también somos conscientes de nuestra misión de servicio público. Cuando los funcionarios aquí en Washington abandonan la defensa de los principios por los cuales la gente los elegió, es nuestro deber llamar la atención al respecto. Por nuestra parte, continuaremos haciendo todo lo posible para exponer la verdad, haciendo preguntas difíciles y persiguiendo incansablemente los hechos para sacar a la luz pruebas cruciales.

A lo largo de esta crisis, el presidente ha dicho que está cuidando nuestros “intereses nacionales”. Pero la respuesta de Trump no promueve los intereses de los Estados Unidos, sino que los traiciona. Coloca los valores de los acuerdos comerciales por encima de los valores estadounidenses largamente cultivados como lo es el respeto por la libertad y los derechos humanos. Y coloca las relaciones personales por encima de las relaciones estratégicas de los Estados Unidos. Durante más de 60 años, la relación entre los Estados Unidos y Arabia Saudita ha sido importante, basada en la confianza y el respeto; Trump ha determinado que Estados Unidos ya no requiere que sus socios globales sean honestos y compartan los mismo valores.

La seguridad, como señaló Trump en su declaración, es un importante interés de los Estados Unidos. Pero no hacemos que el mundo sea más seguro al establecer un doble estándar para la diplomacia según la cual los Estados Unidos abandonan nuestros valores por cualquiera que ofrezca comprar suficientes armas.

No hacemos que el mundo sea más seguro abandonando nuestro compromiso con las libertades básicas y los derechos humanos. Bajo el príncipe heredero Mohammed bin Salman, Arabia Saudita ha cometido atrocidades que, de ser perpetradas por otros países, recibirían una fuerte reprimenda de los Estados Unidos. Su intervención en Yemen ha creado un desastre humanitario. Las mujeres activistas han sido encarceladas y maltratadas simplemente por exigir el derecho a conducir. Inconvenientes líderes empresariales saudíes fueron torturados dentro de un hotel Ritz-Carlton. El primer ministro del Líbano fue secuestrado. El príncipe heredero, que ha estado en este rol por apenas 17 meses, ha liderado un reinado de terror y ya ha establecido un legado oscuro de oposición a la libertad de prensa.

Fracasar en exigir que se rindan cuentas por estos delitos no hace que los Estados Unidos estén más seguros. Las sociedades estables y pacíficas, gobernadas por líderes que respetan los derechos de sus pueblos, necesitan periodistas que puedan exponer las irregularidades y responsabilizar a los poderosos. No es una mera coincidencia que muchos de los peores abusadores de la libertad de prensa sean también algunos de los actores más peligrosos del mundo.

La CIA ha investigado a fondo el asesinato de Khashoggi y concluyó con gran confianza que fue dirigido por el príncipe heredero. Si hay razones para ignorar los hallazgos de la CIA, el presidente debe hacer pública esa evidencia inmediatamente.

A falta de tal evidencia, y dado este fracaso del liderazgo de Trump, le corresponde ahora al Congreso poner verdaderamente a Estados Unidos primero defiendo los valores sagrados y los intereses duraderos de los Estados Unidos. Como hemos visto por el fuerte apoyo tanto de los republicanos como de los demócratas, esto no es un interés partidista o político, es un interés estadounidense. El Congreso debería exigir más que chivos expiatorios y tirones de oreja. En su lugar, debe usar sus facultades para investigar y hacer citaciones para presionar por una investigación independiente y exhaustiva, sin importar a dónde conduzca. Debería usar su competencia sobre el presupuesto y la autoridad para regular el comercio exterior para imponer sanciones efectivas a los asesinos de Khashoggi y suspender la venta de armas fabricadas en Estados Unidos a los saudíes.

Los presidentes desde John F. Kennedy hasta Ronald Reagan, y muchos otros antes y después, tomaron posiciones valientes por los derechos humanos y la libertad de prensa cuando mucho más que la venta de armas estaban en riesgo. A través de estos actos de liderazgo presidencial, el mundo ha llegado a saber que el poder de los Estados Unidos se deriva de los principios de Estados Unidos.

En el Día de Acción de Gracias, los estadounidenses pueden estar agradecidos de que vivimos bajo una Constitución que garantiza el estado de derecho en lugar de bajo las normas de un hombre caprichoso, y que permite que una rama del gobierno corrija el fracaso de otra. Estamos eternamente agradecidos por los valientes hombres y mujeres cuyo servicio militar ha preservado esos derechos durante mucho tiempo, y por el coraje de los socorristas que están allí para protegernos cuando ocurren desastres en el país.

También podemos estar agradecidos de tener una prensa vibrante, protegida por la Primera Enmienda, que busca implacablemente que los poderosos rindan cuentas. Podemos confiar en que cumplirán esta misión en el caso de Jamal Khashoggi. Esta búsqueda de la verdad y la justicia es lo que merece un hombre inocente, brutalmente asesinado, y lo que exigen los verdaderos valores de los Estados Unidos.

(Traducción libre El Tiempo Latino/El Planeta Media)

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