Este domingo, las autoridades estadounidenses cerraron el puerto de entrada más concurrido a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México y dispararon gas lacrimógeno contra miembros de una caravana de migrantes centroamericanos que se apresuraron a levantar la valla que separa a ambos países.
Aunque el número de personas en la frontera era relativamente pequeño, los disturbios -con migrantes que intentaban escalar las vallas y correr a través de los carriles para automóviles para llegar a Estados Unidos, y escenas de madres y niños que se ahogaban con gas lacrimógeno- representaron una grave escalada a la crisis ya presente.
Lo que comenzó este domingo por la mañana como una protesta de los migrantes por la lentitud del proceso de solicitud de asilo de Estados Unidos, se transformó en un caos en el que centenares de personas se dirigieron a la frontera con la esperanza de cruzar a suelo norteamericano. Para impedir que eso ocurriera, y mientras algunos lanzaban piedras y botellas, los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) dieron un paso muy poco común al disparar gas lacrimógeno hacia México, así como cerrar todo el tráfico legal de vehículos y de peatones hacia el cruce fronterizo de San Ysidro, el cual, según las autoridades de Estados Unidos, normalmente recibe alrededor de 100mil visitantes por día.
La secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen declaró el domingo que el puerto de entrada estaba cerrado “para garantizar la seguridad pública en respuesta a la gran cantidad de migrantes que intentaban entrar ilegalmente a los Estados Unidos”.
Algunos de los migrantes trataron de romper el cerco fronterizo y “trataron de agredir al personal de la CBP lanzándoles cohetes”, según la declaración.
Con información de The Washington Post