COMPARTE

Pasaban veinte minutos de la 1:00 am y el teléfono en la casa de la familia Flores no paraba de sonar. Era el primer día de diciembre y hacía frío. Al otro lado de la línea telefónica, una mujer intentaba desesperadamente hablar con Cecilia Flores, la matriarca del hogar, para decirle que su sobrino, a quien Cecilia consideraba casi un hijo, estaba muerto.

La hija de Cecilia contestó la llamada. Al colgar, respiró profundo antes de intentar despertar a su madre. Trató de escoger con cuidado las palabras que utilizaría, pero no había forma compasiva de decir lo que debía decirle: “Mamá, Nelson tuvo un accidente y está muerto”, es lo que Cecilia ha decidido recordar de aquella madrugada. Lo repite un par de veces, como si esa frase hicieran olas infinitas en su memoria. Confiesa que, desde esa fría noche, no ha conseguido volver a dormir tranquila.

Nelson Armando Flores, de 36 años, murió arrollado por una camioneta Ford F50 color blanco que era conducida por un hombre en estado de ebriedad, así lo informaron las autoridades mexicanas. Eso es lo único que sabe la familia.

El hecho sucedió seis horas antes de la llamada, en la colonia Mariano Matamoros de la ciudad de Tijuana, en Baja California, México. Allá eran las 5:00 pm, en El Salvador eran las 7:00pm. El sobrino de Cecilia caminaba por una acera cuando fue embestido, a pocos metros del albergue El Barretal, en donde residía temporalmente.

Nelson formaba parte de la segunda Caravana de migrantes salvadoreños que salió del país el 31 de octubre, con rumbo a la frontera norte de México. Llevaba unos días en Tijuana y estaba a la espera de poder cruzar a Estados Unidos para solicitar asilo.

Según datos oficiales de la Dirección General de Migración y Extranjería, un total de 2.719 personas dejaron El Salvador, sumadas las cuatro Caravanas que partieron desde finales de octubre. En la primera, del 28 de octubre, abandonaron el país 685 personas y lo hicieron a través de la frontera La Hachadura.

En la segunda Caravana, del 31 de octubre, salieron de El Salvador 1.778 personas: 1.049 abandonaron el país por la frontera La Hachadura y 729 lo hicieron por el paso fronterizo de San Cristóbal. En la movilización del 5 de noviembre, la más pequeña de todas, solo se registró la salida de 55 salvadoreños por el paso fronterizo de Las Chinamas.

Por último, en la Caravana del 18 de noviembre fueron 201 personas quienes dejaron El Salvador: 195 abandonaron el país a través de la frontera La Hachadura y seis salvadoreños lo hicieron por el punto fronterizo de San Cristóbal. Nelson viajaba con uno de los primeros grupos de la segunda Caravana que logró llegar hasta Tijuana.

Antes de arribar a ese punto fronterizo, Nelson debió recorrer, en México, la ruta Noroeste, de más de 5 mil kilómetros, que han seguido miles de centroamericanos en su rumbo hacia el sueño americano. Atravesó Guadalajara, Manzanillo, Mazatlán y Hermosillo, hasta llegar a Baja California, en donde los migrantes se refugian en albergues temporales.

“Me dijo que ya le habían puesto una pulsera en la mano, se suponía que era de los siguientes en pasar al otro lado para pedir el asilo”, declara Cecilia, sentada en el sofá de su casa y rodeada por las fotografías de su sobrino, que parecen observarla mientras cuelgan de la pared.

Todas corresponden a cuando Nelson era tan solo un niño. “Hoy, con esto de los celulares ya no se imprimen fotografías como antes”, se excusa al notar que no hay retratos de su sobrino como adolescente o como adulto. Lá única es una pequeña estampa de cuando el joven Nelson se graduó de bachiller en 2011.

“Siempre fue un muchacho tranquilo, iba a la escuela y jamás se metía en problemas”, recuerda y sostiene entre sus manos una de las fotografías que estaba en la pared. En el retrato, Nelson mira directamente a la cámara y sonríe con cierta picardía y astucia, parecía estar feliz. La imagen tiene alrededor un marco de madera clara, algo manchado por el paso de los años. En la parte de arriba del marco, están talladas las palabras “Te Extraño”.

Un abrupto silencio, lleno de cualquier cantidad de tristezas, le arrebató las palabras de la boca a Cecilia y sus ojos enrojecidos fueron evidencia del dolor de cada paso que daba por las calles de su memoria: “Él soñaba mucho, me decía que quería ser abogado, a los días cambiaba y quería trabajar en un avión, después quería ser maestro y siempre era un sueño distinto”, intenta narrar con la voz entrecortada, a punto de romperse.

“Hace poco fue su cumpleaños, el 3 de noviembre”, agrega y la última palabra de esa frase se le desbarata de los labios, en un llanto suelto y desbocado: “Es como que me han arrancado un pedazo del corazón”, alcanza a decir y no puede seguir hablando.

“No las voy a olvidar”

La madre de Nelson murió cuando él tenía apenas cinco años de edad y su padre estuvo ausente la mayor parte de su vida. Fue Cecilia quien lo educó desde entonces y se prometió a sí misma que aquel niño de la risa traviesa, en la fotografía que sostenía entre sus manos, jamás estaría solo.

Cecilia tiene un hermano, Miguel, una hija y una nieta: ellos eran la familia de Nelson en El Salvador. La mujer relata que su sobrino le dijo en una ocasión, antes de partir con la Caravana, que su objetivo era llegar a Estados Unidos para conseguir un trabajo como Chef y así ganar el dinero suficiente para ayudarlos a salir adelante y no dejarlos solos como ellos no lo dejaron solo a él.

Nelson ya trabajaba como cocinero en El Salvador. Esa era su más reciente profesión soñada, como aquellas que tenía siendo un niño.

“Me contaba de sus planes de estudiar cocina y convertirse en Chef”, relata Cecilia.

Explica que ya se encontraban en el proceso de aplicar a programas de becas para escuelas de cocina en El Salvador.

“Cuando sea cocinero en Estados Unidos, un día voy a tener papeles legales y las voy a mandar a traer”, recuerda Cecilia que su sobrino le dijo antes de emprender el viaje.

“Yo no las voy a olvidar, voy a sacarlas adelante”, les repetía constantemente a su tía, prima y sobrina. A la pequeña, de tan solo cuatro años de edad, Nelson solía llamarla “Niru”, de cariño: “Vas a crecer bien, porque yo voy a cuidarte desde lejos”, le decía en esas tardes en las que pasaban horas jugando juntos.

Incluso durante su travesía entre El Salvador y Tijuana, Nelson se mantuvo en constante contacto con su familia. Les escribía casi a diario y les enviaba fotografías de los lugares a los que llegaba junto con el resto de migrantes de la segunda Caravana. Compartía el teléfono celular con otros dos salvadoreños que conoció en el recorrido.

Cecilia recuerda que siempre que le escribía trataba de persuadirlo para que abandonara la Caravana y se regresara, pero él se negó cada vez.

Las autoridades de migración reportan que, de los 2.719 salvadoreños que dejaron el país en las cuatro Caravanas, un total de 875 han regresado a El Salvador. Eso significa que 32,18% de los integrantes de las caravanas retornaron al país: 406 personas lo hicieron de forma voluntaria, mientras que 469 fueron deportadas por la autoridad migratoria desde México.

¿Cuándo regresa?

Desde la madrugada en que se enteraron de la noticia, la familia Flores vive en una constante incertidumbre sobre el proceso de repatriación del cuerpo de Nelson, desde Tijuana. No solo ellos están al pendiente, toda la comunidad en donde residen pregunta a diario por él.

El sobrino de Cecilia era bien conocido entre sus vecinos, la mayoría lo vio crecer o jugar con sus propios hijos y no hay quien esté ajeno a lo sucedido. En la calle, a la mitad del ardiente sol del mediodía, en un laberinto de pasajes, Cecilia contesta varias veces a la misma pregunta: “¿Cuándo regresa?”

“Nos han dicho que puede tardar 15 días o pueden ser meses”, contesta. “Bueno, ahí nos avisa para acompañarla”, le responden, con una palmadita en la espalda o una caricia en la mano y ella sigue su camino.

Su celular también suena constantemente y por sus respuestas, pareciera que las preguntas son siempre las mismas: “De 15 días a dos meses y dicen que tenemos que alistar de 12 a 15 mil dólares y nosotros ¿de dónde?”, explica Cecilia a través del teléfono. “Pero ya fuimos a Cancillería y nos dijeron que no vamos a poner ni un centavo”, añade como tratando de tranquilizar a quien está del otro lado.

El lunes 3 de diciembre, Cecilia fue citada por representantes de Cancillería para conocer los detalles de la repatriación. Ella afirma que los funcionarios que la atendieron le aseguraron que la institución asumirá los costos del trayecto desde Tijuana hasta El Salvador y que su familia tendría que pagar únicamente el impuesto del aeropuerto y el trayecto entre la terminal aérea y el hogar de la familia, en donde Nelson sería velado. Para eso tampoco cuentan con recursos.

“Lo que me preocupa es que dicen que quieren investigar al hombre que atropelló a mi sobrino y eso puede retrasarlo todo”, expresa Cecilia al tiempo que solicita a las autoridades pertinentes que agilicen los trámites pues cada día que Nelson está lejos, es un día más de angustia para ella.

“Yo no quiero que él quede por allá tirado, es una agonía pensar eso, quiero tenerlo acá para sepultarlo como debe ser”, dice la mujer entre sollozos. “Nos queremos despedir de él”, agrega y recuerda que la última vez que se comunicaron con su sobrino fue la mañana del día en que murió. Ella le envió varios mensajes de voz, el último de la pequeña Niru, en el que le decía: “Tío en dónde estás, tío venite, tío te quiero”. Cecilia nunca supo si Nelson escuchó los mensajes.

COMPARTE
últimas noticias


Sucesos

El caso de Hickman's Family Farms

MS-13: "Te unís o te morís"


Política

La representante Tricia Cotham deja el Partido Demócrata para unirse al Republicano


Nacional

En Florida preparan ley contra los periodistas y medios de comunicación