Una de las pocas prendas que José Moisés Mendoza llevaba consigo era una cadena con una figura de María. No llevaba mucho, ni siquiera llevaba completa la cantidad de dinero que debía pagarle a la persona que lo llevaría hasta Estados Unidos. Aun así, aparentaba confianza, se puso la cadena y le dijo a su madre:“Esta Virgen me va a llevar hasta donde tengo que llegar”.

Durante días, su madre y sus hermanas habían intentado convencerlo de que desistiera de su viaje. Que era mejor que se quedara en la casa. Pero a sus 17 años, José Moisés soñaba con los paisajes, las calles y los trabajos que su hermano mayor le describía cada vez que llamaba a casa. Su hermano le iba a ayudar a pagar el viaje hacia Estados Unidos.

José Moisés estaba convencido de que su lugar estaba allá. Que solo yéndose podría ayudar a su madre y a sus otros 11 hermanos; quienes, como él, habían sido abandonados por su padre años atrás. Se fue con la idea de “cambiar la casa”. Pero su familia aún vive ahí, al lado de un cerro, en el cantón El Chunte, del caserío Los Joveles, en Sensuntepeque, Cabañas.

Para llegar a la casa hay que tomar un camino empinado, lleno de piedras, en el que parece que alguna vez hubo un río. Para quienes no tienen vehículo, salir de la zona implica cruzar el cerro durante una hora hasta llegar a una calle polvosa por donde pasa un camión pocas veces al día.

José Moisés salió de su casa el 17 de junio de 2017. Llevaba poca ropa, su cadena y el celular con el que pasaba sus tardes oyendo música después de regresar de la milpa.

“Le decíamos que no se fuera, que aún así con pobreza se vivía, habiendo maíz, habiendo frijoles comíamos, pero él quería hacer más, quería hacer su casita, pero ya no pudo llegar”, recuerda su madre, María Filomena Rivera.

José Moisés le mandaba mensajes a su hermana a diario. El séptimo día le avisó que ya estaba frente a la frontera con Estados Unidos y ya lo iban a pasar, que ya no podría hablar con ella.

Esa fue la última vez que oyeron de él. Pasarían nueve meses para que sus restos, entre los que aún estaba la cadena, regresaran a su casa. Los detalles de lo que ocurrió aún están incompletos.

María solo sabe que “el coyote” abandonó a su hijo en el desierto después de que el adolescente se cansó y ya no pudo seguir caminando. Sabe que la policía logró encontrar el cuerpo pocos días después porque el mismo coyote los llamó y les avisó que ahí había un cuerpo, también les dejó el número de teléfono del hermano mayor de José Moisés. Sin embargo, el proceso de repatriación cayó en un limbo debido a problemas con la prueba de ADN. Durante esos nueve meses, María tuvo que viajar ocho veces desde el remoto cantón hasta las oficinas de Cancillería, en Antiguo Cuscatlán. También llamaban, pero les decían que aún no sabían nada.

“Teníamos desesperación de por qué no venía… Preguntábamos y nos decían que estaban investigando”, dice María.

Hasta que un día, los restos de José Moisés pudieron regresar a casa. Ahora, la esquina de una de las habitaciones está dedicada a su recuerdo. Su madre le ha hecho un pequeño altar.

Con el dolor y la ausencia, se mezcla la resignación de que al menos pudo enterrarlo. “Hay gente que nos dice, galán que le encontraron el hijo y nosotros que no supimos nada de ellos”, comenta María.

Muertes fuera del país

Entre enero de 2009 y marzo de 2018, hubo 1,248 cuerpos repatriados a El Salvador, cuyas familias recibieron algún tipo de apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores . La cifra total de cuerpos repatriados al país es mucho más alta, sin embargo, Cancillería no cuenta con el registro del resto de repatriaciones.

Sin embargo, los datos registrados por dicha institución permiten detectar cuáles son las principales causas de muerte de los salvadoreños fuera del país y las vulnerabilidades a las que se enfrentan, sobre todo los migrantes.

Los homicidios han sido la principal causa de muerte de los salvadoreños que fueron repatriados. En el período mencionado, 200 salvadoreños fueron asesinados en el exterior. De estos, 109 homicidios ocurrieron cuando la persona se encontraba en tránsito y 90 casos cuando ya se encontraba en el país de destino.

Los accidentes de tránsito son la segunda causa de muerte. De las 141 personas que murieron a causa de un accidente de tránsito, 106 ya estaban en el país de destino; en la mayoría de casos, Estados Unidos.

Fuente: El Salvador

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