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Cuando el ruso Karen Khachanov se hizo con el título en el Masters 1000 de París venciendo en la final al serbio Novak Djokovic, la algarabía del público se mezclaba con sorpresa. No había dudas que el de Belgrado era el gran favorito para amarrar el torneo, pero el joven de 22 años no dejó que el análisis previo afectara sus opciones y terminó imponiéndose en sets corridos para quedarse con el primer campeonato de esta categoría en su carrera.

Luego de ese triunfo ocurrido a inicios del mes de noviembre, otro, ahora protagonizado por el alemán Alexander Zverev, dejó claro el manifiesto de la nueva generación de tenistas: por más que elementos de la talla de Roger Federar, Rafael Nadal y Djokovic sean vistos como inmaculados, las nuevas caras no piensan en otra cosa que destronar al monstruo de tres cabezas que desde hace más de 10 años está mandando en el deporte blanco.

Aquel triunfo del germano también fue sobre Djokovic, ahora en el Torneo de Maestros de Londres, un escenario dominado por pocos y que le valió el cuarto lugar en la clasificación masculina para el cierre de la temporada.

Buscando la cima

Lo de los dos jugadores antes mencionados es una buena nueva en el tenis. Con Federer, Nadal y Djokovic como exponentes de un grupo talentosos y, tal vez, el más competitivo en la historia de este deporte, su dominio ha sido tal que otras generaciones no han pasado a ser lo que se tenía previsto por lo que estas grandes raquetas han venido haciendo a lo largo de los últimos años.

Nombres prometedores y con algunos títulos importantes en su haber han buscado irrumpir, pero por más que se vanaglorien de contar con un par de triunfos sobre uno u otro, la realidad es que no lograron instalarse por encima de estos en la clasificación masculina por su falta de regularidad.

Los ejemplos son incontables: Marin Cilic, Kei Nishikori, Milos Raonic y Juan Martín del Potro son los más destacados, con este último como el de mayor calidad; sin embargo, lesiones en sus muñecas a partir de 2010 le propinaron un duro golpe en el que el retiro fue un concepto no tan descabellado, aunque el orgullo prevaleció para devolverle su condición de gran elemento en la disciplina.

El no contar con el triunfo como hábito, bien sea por lesiones o falta de regularidad, no solo abrieron el camino para que los tres grandes hicieran de las suyas desde la pasada década, algo que aún sostienen, también permitió agrandar leyendas que los colocan entre los mejores exponentes del tenis en toda su historia.

Pero eventualmente todo termina. Federer, con 37 años, Nadal, con 32, y Djokovic, con 31, ven que sus carreras están cada vez más cerca terminar, sobre todo para el primero, lo que abrirá una grieta en la que tanto Zverev como Khachanov esperan aprovechar para colarse y comandar el conteo masculino.

2019 será clave para estos, especialmente en instancias de torneos de Grand Slam, la prueba de fuego de todos y que separa a los jugadores buenos con los de carácter ganador.

La sensación asiática

El tenis femenino se rindió a los pies de Naomi Osaka e un episodio amargo dentro del deporte blanco. Entre los meses de agosto y septiembre, con el US Open como último Major del calendario, la japonesa de 21 años se consagró al coronarse con su primer trofeo de esta categoría, dueña de un tenis sólido y planificado que cerró con broche de oro al superar en el juego por el título a una de casa, Serena Williams.

Cuando una pieza de estas características se mete en la final, pocos optimistas le quitan el mote de favorita, por lo que Osaka debió remar contracorriente para celebrar de forma gloriosa frente a un público que estaba al 100% del lado de la local.

Pero sus tiros punzantes hicieron daño desde el inicio a la nativa de Michigan, quien vio cómo sus piernas no respondieron igual que antes, gracias a sus 37 calendarios y un ritmo interrumpido por su embarazo.

Además de esto, Williams fue protagonista de un intercambio de palabras con el juez de silla ante acusaciones razonables sobre acciones de su equipo de trabajo.

Aún con esto último y su efecto sobre el espectáculo, Osaka hizo rápidamente las labores para que su nombre siga fresco en la memoria de los seguidores de la disciplina, colocándola entre las favoritas para el Abierto de Australia, primer Grand Slam de la temporada.

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