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Baloncesto universitario y una lesión de alto impacto

Lo que debía ser un compromiso de alta talla en el baloncesto universitario de los Estados Unidos terminó convirtiéndose en un evento en el que las burlas no faltaron y las críticas llovieron.

El deporte quedó empañado por una par de días y su impacto alcanzó zonas impensadas, con declaraciones por parte de deportistas profesionales, directivos de marcas y especialistas de la prensa por una lesión que abrió un abanico de opciones para la discusión sobre el deporte juvenil en territorio norteamericano.

El protagonista fue Zion Williamson, de la Universidad de Duke, quien sufrió un percance en su rodilla izquierda.

El momento

Un encuentro entre Duke y Carolina del Norte jamás pasará desapercibido. La mayor rivalidad en la historia del baloncesto universitario en Estados Unidos trae consigo todo tipo de historias. La de este este año, en el papel, ponía sobre la mesa el nombre del ala-pívot, niño mimado del sistema y seguramente primera elección del próximo draft a la NBA.

Hoy en día no existe mayor figura juvenil en la disciplina que él. Williamson es conocido desde mucho antes. Su manera de atacar el aro lo colocaba en la órbita del juego. En ocasiones, incluso era protagonista de highlights que llamaba la atención de profesionales. Era sencillo hacer planes con si desarrollo en la principal liga del planeta.

Pero la noche del 20 de febrero, los cimientos del baloncesto sufrieron daño. Solo habían transcurrido 33 segundos del encuentro cuando se deslizó y cayó tomándose la rodilla izquierda. El miedo se apoderó del lugar y de los equipos de la liga: la mina de oro sufrió una lesión.

En principio, no hay mayores motivos para entrar en pánico. Su situación podría solventarse pronto al ser, con la acción recién ocurrida, un esguince en la zona. Quedará de parte de los médicos determinar el verdadero alcance y su tiempo fuera de la actividad. Pero haber salido por sus propios medios fue más que positivo.

Pero la incomodidad se tradujo en humillación. No para el jugador, sino para la marca del calzado que aquella noche era responsable de su desenvolvimiento sobre el tabloncillo: Nike.

La casa deportiva de Oregon fue objeto de burlas por lo que ocurrió. También críticas e insultos.

Puma, por ejemplo, se manifestó a través de Twitter para hacer chistes sobre el caso, pero luego fue borrado. La pequeña batalla comenzaba.

El golpe moral

Lo que ocurrió esa noche con Nike tuvo repercusiones inmediatas. Un día después, las acciones de la poderosa empresa cayeron. No se traduce como una quiebra inmediata, pero sí un efecto de lo que puede llegar a ser un hecho que tiene alcance mundial. No solo por lo que era la rivalidad y el atleta afectado, también por lo que una marca confiable representa aunque sea víctima de un error.

Las acciones de la compañía cayeron poco más de 1% el jueves. La confianza y reputación se construyen poco a poco, pero es muy sencillo destruir una estructura de este tipo. Lo del 20 de febrero representó una grieta, pero nada para lamentar para toda la vida. Aún así, se buscan respuestas a tantas preguntas.

Luego de la lesión del interno, Nike anunció que abriría una investigación sobre el percance, no sin antes ofrecer disculpas y esperar que al joven no le haya ocurrido una lesión tan grave.

Hasta Paul George, del Thunder de Oklahoma City y cuyo nombre llevan el modelo de zapatillas que usaba Williamson, mostró su preocupación por la problemática.

Dardos al sistema

El percance no solo tuvo su epicentro sobre la marca deportiva, también contra el sistema de baloncesto universitario. Desde hace varios años ha crecido el debate sobre si el atleta universitario deberá recibir un sueldo por sus labores. De esto han hablado en repetidas ocasiones los profesionales, quienes han recomendado hacerlo.

La medida podría estudiarse, pero momentáneamente no hacerlo solo trae más problemas a la ecuación. Hoy Williamson está lesionado y mucho se preguntan si es justo que alguien arriesgue su físico por algo que no genera remuneración económica, algo que sí sucede con los entrenadores.

El sistema universitario debería reinventarse o al menos adaptar ciertas políticas a la ayuda de varias de sus figuras. Al final del día, son estos los que ponen luces al espectáculo y quienes se hacen con un nombre desde temprana edad.

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