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ESPECIAL | La corrupción y la antipolítica han sido los últimos gobernantes de Brasil

Lava Jato fue el nombre que se le dio a una caja de pandora que se abrió al descubrir un ostentoso lavado de dinero que se realizaba con un local de lavado de automóviles en el que se encontraba inmiscuido un listado de nombres políticos que no discrimina diversidad ideológica o partidista y entre los que han caído inclusive los tres expresidentes más recientes; uno en la cárcel, otra destituida e investigada y el último, tras las rejas por segunda vez en menos de dos semanas.

El primero es Luiz Inácio Lula da Silva, líder del Partido de Trabajadores (PT), con el que gobernó Brasil desde el 2003 hasta 2010. En julio 2017 fue sentenciado a nueve años y seis meses de prisión por corrupción y lavado de dinero, pero el año siguiente al menos media docena de nuevos cargos en su contra, lo obligan a cumplir 12 años y 11 meses de cárcel.

Luiz Inácio Lula da Silva, a su llegada a la sede de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, donde cumple su condena


   
   

Efe

Luiz Inácio Lula da Silva, a su llegada a la sede de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, donde cumple su condena

Sin embargo, el exmandatario insiste en que es inocente y alega que es víctima de una estrategia que evita su regreso al poder. Sin embargo, su heredera, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil en 2010 y reelegida después en 2014, también está acusada por haber maquillado las cuentas públicas durante su mandato.

Ante esto, el Congreso brasileño la apartó del poder en mayo de 2016 a través de un impeachment o juicio político que el PT denominó “un golpe de Estado institucional”, para ser destituida finalmente en agosto de ese año.

Por lo tanto, su vicepresidente Michel Temer, que pertenece al partido de centroderecha conocido como Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), finalizó el mandato de Rousseff, para entregar la banda presidencial en enero 2019 a Jair Bolsonaro.

Fotografía de archivo del 15 de mayo de 2018 del expresidente brasileño, Michel Temer.


   
   

Efe/Joédson Alves

Fotografía de archivo del 15 de mayo de 2018 del expresidente brasileño, Michel Temer.

A pesar que durante el breve mandato de Temer se descubrió su relación con una red de sobornos otorgados por los dueños del gigante cárnico JBS, este consiguió los votos de los diputados que le permitieron eludir un juicio en dos oportunidades.

No obstante, el jueves 21 de marzo fue detenido para que cumpliera cárcel preventiva en la que se mantuvo por cuatro días por ser el presunto jefe de “una organización criminal” que negociaba sobornos a cambio de contratos de obras en la planta nuclear Angra 3, de Río de Janeiro, que además está relacionada con Lava Jato. A menos de dos semanas de su liberación, fue detenido nuevamente el martes 2 de abril junto a su amigo, el coronel Joao Baptista Lima, y Othon Pinheiro, expresidente de Eletronuclear.

Entre la aprobación y el rechazo

La opinión pública en Brasil ha mostrado su completo respaldo a las acciones que se han tomado en contra de los casos de corrupción que por muchos años se mantuvieron impunes, pero Paulo Rezende, consultor político y miembro fundador de Grupo Avanti, asegura que en la resolución de estos casos es latente un problema que está “más que probado”: La justicia en el país suramericano tiene un peligroso y escandaloso juego político.

Temer fue detenido por una “demostración de fuerza” del Ministro de Justicia, Sergio Moro, que dos días antes había sido públicamente humillado por el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.

“La prisión del expresidente fue conmemorada por la opinión pública, pero sí, ha sido un abuso de poder”.

Por esta razón, fue liberado a los cuatro días, pues en su caso no se contempla la cárcel preventiva. Además, Rezende expone que a la clase política brasileña no interesa que Temer esté en la cárcel porque esto acabaría con la posibilidad de hacer las reformas que el gobierno de Bolsonaro desea implementar, ya que, el PMDB tiene un peso muy importante ante la Cámara y el Senado. A pesar de esto, se encuentra nuevamente tras las rejas.

¿Es esto la muerte del PT en Brasil?

Con este escenario, el PT ha sido uno de los partidos que se ha visto más afectado en su imagen, pero el politólogo indica que la polarización política que sufre te país aún hace a esta tolda política la principal fuerza de la izquierda.

Seguidores del PT mientras realizan una movilización a favor de Lula da Silva.


   
   

Efe

Seguidores del PT mientras realizan una movilización a favor de Lula da Silva.

Sin embargo, resalta que su hegemonía ya presenta claros daños y fracturas: “Partidos como PDT, de Ciro Gomes, que quedó en tercer lugar en las presidenciales, ahora intentan formar un nuevo bloque progresista para aislar el PT y el PSOE”.

De igual forma mantiene que el partido de Lula aún está lejos de la propia muerte, tomando en cuenta, además, que poseen mayor número de diputados federales y cargos de relevancia en diversos estados.

“El soldado está herido, pero aún sigue en el campo de batalla”.

Además, las constantes denuncias de corrupción también están llegando a los otros partidos, por lo que concluye que se hace claro que la corrupción es generalizada.

“El gobierno tiene la peor evaluación de imagen de la gestión para los tres primeros meses, desde la redemocratización de Brasil, en 1985. Esto mantiene el PT vivo”, concluye.

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