Si el sábado pasado vio largas colas y un subir y bajar de miles de personas, por la avenida Massachusetts, es porque ese día los habitantes de la ciudad tuvieron pase libre para entrar a las embajadas de unos 50 países. Aparte de admirar la arquitectura interior de las hermosas sedes diplomáticas, hubo la oportunidad de apreciar matices, en forma de música, pintura, tradiciones o productos de exportación que ofrece cada nación.
Cada mayo desde hace nueve años, la embajada de Bolivia pone su nombre en alto con una oferta casi imbatible: su música, sus danzas y sus vestuarios llenos de color y significado. Para esta ocasión incluso contaron con la participación del ballet folclórico Edson Ontiveros y del grupo de afro danzantes Saya Mauchi, que hacen las delicias de los carnavales de Oruro en su país. “El corazón del sur”, como también le gusta llamarse a esta nación andina, con sus diabladas y cuecas ofreció uno de los espectáculos más atractivos. El público además cató los vinos y Singani, hechos con uvas cultivadas sobre los tres mil metros de altura.
La presencia de Bolivia siempre es una golosina para los ojos, por la variedad de sus danzas y la exquisitez de sus vestimentas. “Es un esfuerzo de las fraternidades de bolivianos que viven en Estados Unidos. Preparamos nuestra presentación con mucha anticipación y siempre contamos con la colaboración de grupos que son muy organizados y orgullosos de sus tradiciones”, dijo Geobana Baina, primer secretario de la Embajada. En el área metropolitana se estima que viven unos 300 mil bolivianos.

COREA. Una de las visitantes se engalanó con uno de los vestidos tradicionales de Corea.

FILIPINAS. Danzantes de filipinas demostraron sus habilidades al frente de su embajada.

PERÚ. Una pareja de niños arrancó aplausos por la habilidad de sus movimientos al bailar una marinera.

CUECAS. El ballet folclórico Edson Ontiveros ofreció cuecas de los nueve departamentos de Bolivia.

BOLIVIA. Las diabladas, una danza típica boliviana, deleitó a los asistentes en la avenida Massachusetts en DC.
El corredor de las sedes diplomáticas de la avenida Massachusetts se puso de fiesta y mientras de la embajada de Argentina se escapaban las notas del tango “Adiós muchachos” al son de un bandoleón, unos cuantos pasos más allá, Filipinas deleitaba a los espectadores con la danza llamada Cariñosa. Desde la casa de Ubequiztán se filtraban sus tradicionales sonidos musicales cargados de influencia del Medio Oriente.
Argentina se preparó para recibir a unos 2.000 visitantes y conforme iban llegando les contó la historia de aquella mansión que es de finales de los 1800. Lo suyo fue cultura con obras de arte y una escultura de una de sus artistas más internacionales: Marta Minujín, quien, según le dijo a el Tiempo Latino el agregado cultural, Sebastián D’Luca, estos días exhibe su obra el en el New Museum de Nueva York.
Perú no quiso quedarse atrás durante el festival anual para celebrar la riqueza cultural internacional. El país de Yma Sumac y Chabuca Granda puso a bailar a ritmo de huaynos y después embelesó al público con sus bailes de marineras y con unos sorbitos de pisco y piscorita, que al paladar sabían perfectos con jugo de limón y sirope.
Entre las naciones caribeñas, Haití tiró la casa por la ventana: quiso que sus visitantes, especialmente los niños, pintaran grandes murales mientras en el gran salón de su embajada las manos de David Baltazar sacaba un movido ritmo a los timbales. Pocos se fueron de esa sede sin ver una muestra de la generosidad del suelo haitiano (aguacates, sandías, zapallos y cocos); sin saborear el Barbancourt, el licor más antiguo e internacionalmente conocido; y, sin llevarse en la cabeza un sombrero de paja típicamente haitiano.
Unas 50 embajadas de todos los continentes, excepto las de la Unión Europea las cuales este sábado 11 tendrán su casa abierta, participaron en este carnaval cultural de primavera. Chile prefirió hacerlo en la residencia del embajador y puso a sus huéspedes de un día a saborear un cremoso cebiche de salmón, algo de sus vinos, sus uvas y sus arándanos o blueberries, de los cuales, el país de los Nobel de Literatura Gabriela Mistral y Pablo Neruda, es el segundo productor del mundo después de Estados Unidos.
Guatemala se preció de ofrecer unos sorbitos de su cerveza Gallo, la más popular de su país, al tiempo que exhibió grandes fotografías de su capital y de los productos que tiene para ofrecerle al mundo la tierra de los premios Nobel Miguel Ángel Asturias y Rigoberta Menchú. Este banquete cultural tomó forma de mariposas, pájaros y estrellas de origami en la embajada de Japón; mientras en la de Corea los visitantes se llevaron una experiencia inolvidable: hombres y mujeres estrenaron una colección de vestimenta tradicional que luego la inmortalizaron tomándose fotografías. A la hora de irse se fueron con un mensaje escrito con sinogramas del alfabeto coreano: “la felicidad verdadera está en nuestro interior”.