Hay competencias que obtienen la atención de los fanáticos del deporte fácilmente. Dentro de la subjetividad del tema, unas cuentan con mayor apoyo comercial que otras, de ahí la popularidad de ciertas disciplinas por encima del resto. Pero otras presentan una exigencia tal que solo pocos cuentan con la capacidad para completarla sin importar su posición en la clasificación.
El Tour de Francia cumple con casi todas las características mencionadas anteriormente.
La carrera ciclística por excelencia del mundo bajó su telón el domingo 28 de julio con una de las sorpresas más gratas de la temporada, una que podría marcar el nuevo orden en la disciplina tras el triunfo del colombiano Egan Bernal, de apenas 22 años de edad, para muchos la nueva referencia dentro del mundo de los pedales.
El primer campeón del Tour proveniente de Colombia, es un novel exponente del deporte que sube rápidamente a lo más alto del podio en una edad en la que la gran mayoría empieza a dar sus primeros pasos como profesional; sin embargo, el nativo de Zipaquirá, quien tenía en mente este año ir por el triunfo en el Giro de Italia, se hizo grande en corto tiempo y dejó una vara alta para los atletas que hacen vida en el ciclismo.
Hombre de sacrificios
Cuando se apunta al ciclismo y sus exponentes colombianos, la primera referencia es Nairo Quintana. Aun con el triunfo de Bernal en la temporada 2019, la gran figura de ese país en el deporte de los pedales es el ganador del Giro y la Vuelta a España, uno de los hombres de mayor nivel en la actualidad.
Visto así, Bernal no estaba en los planes de muchos; sin embargo, esa propia condición lo alejó de todo tipo de presiones en los días previos al inicio de la justa, algo con lo que logró lidiar sin problemas una vez se hizo con el liderato.
El momento en el que Bernal se mostró más humano fue tras la penúltima jornada, cuando virtualmente se hizo con el título. Una vez terminada la acción del sábado 27 de julio, rompió en llanto al entender que lo que soñó desde pequeño era una realidad que estaba a solo 24 horas de cumplirse.
Pero su arribo al olimpo no fue cosa sencilla. Proveniente de una familia humilde de Zipaquirá, Bernal tuvo que pedir ayuda a otros para demostrar que lo suyo era triunfar en el ciclismo.
En el año 2014, en calidad de juvenil, tuvo que recurrir a las redes sociales para informar que, aunque contaba con la invitación para ver acción en el Campeonato del Mundo de la categoría, justa que se llevaría a cabo en Noruega, no contaba con los recursos para hacer el viaje a territorio europeo.
Su situación se dio a conocer cuando él mismo publicó el caso a través de su cuenta de Facebook: “Quiero contarles a las personas que no me conocen muy bien que soy deportista juvenil de ciclomontañismo con grandes sueños y metas”, explicó. “El viaje es muy costoso y acá es donde pido ayuda a las personas que puedan ver este mensaje, ya sea económica o con mensajes de apoyo. Me estoy preparando para estar a mi 110% en esa carrera y no defraudar a las personas que me ayudan y tienen fe en mi (…) Ayúdenme a hacer esta meta realidad y así hacer que nuestro país sea cada vez conocido por cosas buenas como esta”.
Así fueron los pasos de alguien que desde muy pequeño brillaba con luz propia, pero que al igual que muchos otros deportes, necesitaba de sus propios medios para instalarse en donde se llevaran a cabo los principales eventos de su disciplina.
Su carrera como juvenil prometía grandes resultados en el profesional, pero una cosa es triunfar entre chicos contemporáneos y otra enfrentar a los más grandes ciclistas del momento. A partir de ahí llegaba el gran reto de Bernal.
Ligado a los pedales
Un poco antes de ser el Egan Bernal que ahora todos conocen, el colombiano entró en una difícil etapa de su vida. Cuando recibió una beca para ir a la universidad, se decantó por el periodismo, algo que lo pudo haber llevado a París, pero en condición de profesional de los medios para cubrir el Tour que ahora es suyo.
Cuando cursaba su primer año en la carrera tomó una decisión pudo haber cambiado por completo el curso de su vida, dejar el ciclismo para enfocarse en los estudios. Cuando este tipo de situaciones sucede, se aplaude la labor del protagonista, pues pondera una responsabilidad que desarrollará durante más tiempo en comparación con el deporte, sobre todo si sus aptitudes para la disciplina no aseguran grandes contratos.
Pero en su entorno había gente que tenía fe ciega en él y su talento.
En una entrevista concedida a ABC de España el 28 de julio, Bernal explicó que “gracias a Pablo Mazuera (quien financia el club donde se formó) soy ciclista. Cuando fui a la universidad había decidido no montar más en bici y dedicarme al periodismo. Pero él me convenció para seguir un año más. Si ahora tuviera que escribir sobre este momento, no sabría cómo hacerlo”.
Ese tipo de riesgos no se toman todos los días y tanto él como su equipo decidieron asumir lo que a mediano plazo resultó ser la mejor apuesta posible. Nadie conoce su futuro, pero el trabajo arduo permite vislumbrar cómo podrían darse las cosas más temprano que tarde.
Fue esa metodología la que llevó a Bernal a convertir hoy en día en la referencia del deporte, uno manchado por los escándalos de dopaje en el pasado, donde los héroes por aquellos días hoy son tipos desterrados. El ciclismo fue manchado por algunos nombres que fingieron ser superhumanos, pero cuyas mentiras los hundieron en el olvido.
Ya no hay espacio para ellos.
En su lugar, un muchacho de 22 años, una edad en la que cualquiera aún se preguntaría hacia dónde dirigirse, demostró que la responsabilidad y la práctica silenciosa brinda los mejores resultados posibles. Egan Bernal llegó a Francia como una joven promesa que aspiraría a grandes cosas en el futuro; no obstante, ese “futuro” estaba a la vuelta de la esquina. Tras dos semanas de actividad, el colombiano que arribó sin muchas opciones regresará a su tierra con el título más importante del ciclismo.
El chico que alguna vez tuvo que acudir a Facebook para buscar apoyo económico y así poder viajar a Noruega y defender el legado que hoy construye de manera sólida, se embolsilló 500.000 euros por estar en lo más alto del podio en París, además de otros 20.000 por haber sido el mejor ciclista joven del Tour de Francia.