Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. En el tenis, la constante dicta que en cada torneo donde estos tres exponentes se presentes, las opciones de que alguno de este grupo se corone es enorme.
No existe otro deporte que haya visto a tres de sus más grandes representantes compartir en una misma era y repartir los trofeos más codiciados como estos hombres ya mencionados lo han hecho, con el español como el más reciente ganador de un título de gran talla: el US Open.
El balear, número dos de la clasificación masculina, se impuso en una final de infarto al ruso Danii Medvedev, una de las nuevas caras del tour, con parciales de 7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4 en un compromiso que se resolvió después de cuatro horas y 49 minutos.

CELEBRACIÓN. Como de costumbre se tiró al suelo luego de ganar / EFE
Eterno favorito
Nadal es el amo, dueño y señor de los torneos sobre arcilla. SI Federer aparece como el tenista más grande de todos los tiempos, el nombre del ibérico debe ser sinónimo de grandeza en polvo de ladrillo.
Como si de su hábitat natural se tratara, el segundo del ránking hace de esta etapa de la gira su lugar predilecto para sumar, no en vano sus 12 trofeos en el Roland Garros, algo que ningún otro mortal ha alcanzado en cualquier otro Major.
Pero en cemento el éxito también le ha sonreído, sobre todo en Nueva York, donde logró obtener su cuarto título.
Pese a no mostrar la versión ofensiva de antes, donde se acercaba con frecuencia a la línea de base para definir, este elemento ultra defensivo se volvió a instalar metro atrás de la línea de fondo para devolver cuanta pelota le mandaban. Así, los rivales solo vieron la puerta de salida cuando se midieron a él, uno de los atletas españoles más grandes jamás vistos.
John Millman, Thanasi Kokkinakis, Hyeon Chung, Marin Cilic, Diego Schwartzman y Matteo Berrettini fueron los rivales de turno antes de llegar a la gran final, un cuadro que poco a poco fue abriéndose a su favor frente a la caída de varios de los favoritos que estaban sorteados de ese lado.
Con la misión de bajar el telón con mucho color en la capital del mundo, Nadal inició con facilidad su final, sumando los dos primeros sets, algo que daba a entender que el resto sería mero trámite; sin embargo, nada más alejado de la realidad.
Medvedev fue ganando confianza como si el resultado estuviera de su lado y con eso golpes de mayor precisión sumado a un juego de saques que nada tiene que envidiarle a los hombres más altos de la ATP.
Así, y luego de superar un break, se quedó con la tercera manga, obligando a postergar la celebración de Rafa y poniendo más minutos en el reloj del juego.
El cuatro parcial, increíblemente cerrado, contó con golpes de antología, acciones que definieron a un y a otro, como si de dos viejos conocidos se tratara aunque era apenas su segundo encuentro como profesionales, luego de la final del Masters 1.000 de Canadá que vio ganar al español en sets corridos.
El joven ruso volvió a invocar su mejor juego y con ello el quinto y decisivo parcial, donde tuvo varias ocasiones de tomar la ventaja desde temprano, pero no logró concretar las oportunidades de quiebre que se le presentaron. Perdonar la vida a una leyenda como el ibérico se paga caro, cediendo en par de ocasiones el servicio.
Nadal parpadeó una vez y vio a Medvedev acercarse del 2-5 a 4-5 y con oportunidad de romper el saque para igualar otra vez las acciones, pero el destino quería que el manacorí mordiera otro trofeo, el décimo noveno Grand Slam en su carrera, quedando a solo uno de la marca de Federer, dueño de 20 títulos grandes en su enorme palmarés.

COMPETIDOR. El ruso demostró ser una gran promesa del circuito / EFE
Generación de relevo
La gran camada que vino después del suizo, el español y el serbio poco a poco perdió pergaminos tras caídas consecutivas e impotencia al momento de desplazar al trío de leyendas vivientes del deporte blanco.
Pero Medvedev es un chico especial.
Lo que hizo en Nueva York no fue algo menor. No cualquiera, tal vez nadie de su grupo, habría soportado tal desventaja y se habría quebrado por la presión. Pero este muchacho es inexpresivo y enfocado.
El ruso no es el más veloz, pero sabe desplazarse gracias a su larga zancada; no es el más potente, pero sabe llevar la bola al fondo de la pista; no es el más talentoso, pero sabe cuándo usar cuál golpe. De todo lo que hace y demuestra, su saque luce como el impacto más regular de su juego, un tiro que brinda mucha ventaja, sobre todo en pistas rápidas.