Cuando inicio un campeonato de clubes, es imposible descartar a los conjuntos de mayor peso en los libros de historia. En el fútbol, pensar en un evento de alta talla es referenciar a la Liga de Campeones de Europa y sus participantes. Hace unas semanas subió el telón en la campaña 2019-2020 y una vez sorteada la fase de grupos, los nombres de los referentes de la región saltó a la mesa como los que no debían sufrir siquiera un rasguño hasta meterse en octavos de final.
Real Madrid, Barcelona, Liverpool, Juventus y Bayern Munich llegaron a la cita continental con un peso distinto al resto, pero la realidad se ha encargado de dictar un curso distinto y ha afectado al menos a tres de las cinco escuadras nombradas.
Traspié blanco
Que el Real Madrid transitaba por un camino oscuro era una realidad, pero de ahí a pensar que tras dos fechas el cuadro merengue se vería en el último puesto de su zona, era casi imposible de pensar.
De entrada, el primer reto de los dirigidos por Zinedine Zidane lucía complicado. Según el calendario, el debut del combinado español debía cruzarse en el camino del PSG, encuentro que se llevó a cabo en París y que vio a los de casa imponerse con comodidad 3-0 a los blancos. En los 90 minutos, no solo se notó un claro peso a favor de los galos, fue tal la situación que la visita jamás disparó bajo los tres palos.
Después, en su primer choque como local, el fútbol no logró sonreírles; sin embargo, un esfuerzo máximo evitó una catástrofe que pudo representar un caos mayor, pero que igual no los alejó de las críticas. Fue el duelo contra el Brujas de Bélgica, choque en el que los madridistas se fueron al descanso con una desventaja de dos tantos. El espíritu de campeón y la determinación generada por la presión causaron un efecto positivo y se fueron a casa con el empate.
Aun así, hay muchas cosas por mejorar en el entorno del Santiago Bernabéu si es que desean verse entre los mejores 16 conjuntos de la zafra.
Irregularidad culé
Cuando durante el desarrollo del mercado de verano el Barcelona anunció la compra de jugadores como el holandés Frenkie de Jong y el francés Antoine Griezmann, la calidad técnica parecía fortalecida en una organización rica en esta materia. Pensar en cómo estos se combinarían como otro referentes del club catalán, como el argentino Lionel Messi y el uruguayo Luis Suárez, solo hizo que sus fanáticos pensaran en lo mejor.
No obstante, el fútbol y su dinámica impredecible pusieron en el camino de los de Ernesto Valverde a conjuntos con una mejor cohesión.
Primero fue el Borussia Dortmund alemán. Como local, el cuadro germano desperdició un penal y varios mano a mano, igualando sin tantos ante el cinco veces campeón de Europa. Pero la sensación en la ciudad condal era extraña. En los últimos años es imposible no ver favorito al Barcelona en cada estadio que visite, mucho menos ser la víctima del juego ajeno.
Después, como local, sufrió más de lo normal para ganarle al Inter de Milan, un esfuerzo en el que más que su mérito se le reprochó al conjunto italiano su falta de pegada en los momentos importante, especialmente en la primera mitad, etapa en la que se mostraron superiores y con la oportunidad de marcar más de un tanto, como aquel del argentino Lautaro Martínez al inicio.
Campeón herido
Nuevo año, nuevos retos para el Liverpool. El campeón defensor llegó a la Champions sin mayores casos para lamentar, por lo que no era difícil imaginarlos en instancias importantes del campeonato. Su grupo, donde se asoma el Napoli, tenía en el rival trasalpino su más alto obstáculo. Y así fue cuando se midieron en San Paolo, donde los locales se hicieron con las tres unidades tras agitar la red en par de ocasiones.
Luego, en Anfield, uno de los terrenos más incómodos para cualquier grupo, el joven Salzburgo les generó dolores de cabeza suficiente para que el entrenador alemán Jürgen Klopp se vea en la tarea de conformar un mejor esquema en el que la efectividad de la 2018-2019 vuelva a ser su carta de presentación.
Tres nombres grandes. Tres campeones. El arranque del curso no ha sido el mejor, pero ninguno, al menos hasta la fecha, se quedó sin opciones de avanzar, y eso debería ser lo más peligros para el resto de los equipos: perdonar la vida de los grandes genera un efecto contrario en el que suelen dejar atrás sus debilidades para hacer de su juego un tren sin frenos encaminado hacia el título.