Las noticias mundiales lo gritan y no sabemos escuchar lo que anuncian. Estamos en la presencia de una Nueva Guerra Fría Asimétrica. Guerra que no sólo es distinta a la anterior, sino que también es más peligrosa para el mundo libre. La que conocíamos era simétrica, la que vivimos, no lo es.
Recordemos que la Guerra Fría (con mayúscula), es el nombre que resume el enfrentamiento no militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética desde 1945 hasta 1991. Esa tensión sin armas estaba definida por la creciente rivalidad ideológica entre capitalismo y comunismo
Después de haber derrotado conjuntamente a Hitler, durante casi cinco décadas, ambas potencias se embarcaron en una carrera para acumular tecnología nuclear, inteligencia militar, espionaje, avances científicos y conquista del Espacio para demostrar cuál sistema proveía más bienestar a sus pueblos.
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Ese enfrentamiento “frío” se basaba en un equilibrio estable en el que cada uno poseía el poderío nuclear para derrotar al otro. Era una guerra peligrosa y potencialmente mortal, pero simétrica. La prueba más contundente a esta simetría llegó a su punto mas álgido cuando el presidente Kennedy descubrió, en octubre de 1962, que el jefe del Kremlin, Nikita Krushchef había instalado misiles nucleares en Cuba con la capacidad de destruir Washington en pocos minutos. Por el bien de todos, ganó la cabeza fría de ambos lideres y todavía estamos aquí para contarlo. Es decir, la certeza de que el contendor poseía un armamento nuclear similar, acabó con la posibilidad de otra guerra en el terreno militar.
Pero la Guerra Fría se ha transmutado. Con la llegada de nuevas tecnologías, ha invadido otros campos de batalla: el internet y las redes sociales son ejemplo de ello. Hay tweets como los de Trump que indignan, pues pretenden abiertamente, y a veces con falsedades, influir en el electorado, pero hay otros a los cuales debemos temerles más, aquellos subversivos sin autoría intelectual. ¿Cuáles?, los originados por gobiernos donde las elecciones existen, pero no deciden, como en Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua y pronto Bolivia, entre otros.
Al fin y al cabo, Donald Trump tiene que cuidarse de lo que dice, al igual que Piñera en Chile o Macri en Argentina debe medirse en elecciones periódicas. Sin embargo, eso no es cierto para Putin, los Castro, Diaz-Canel, Maduro, Evo Morales o Daniel Ortega. En otras palabras, en este nuevo campo de batalla, los países totalitarios tienen todas las de ganar al contar con tiempo indefinido para imponer su agenda a través de las redes sociales y/o de elecciones con máquinas electrónicas sin árbitros independientes.
Expongo algo de esta guerra asimétrica en tiempos recientes. Comencemos con la influencia del gobierno de Rusia en las elecciones de 2016. Según dos empresas independientes New Knowledge y Graphika, las publicaciones de cuentas falsas desde Rusia en Twitter, Instagram, Facebook y YouTube generaron más de 300 millones de interacciones de los usuarios estadounidenses, todas con mensajes para influir en sus preferencias electorales contra la candidatura de Hilary Clinton.
La semana pasada, en el contexto de las violentas protestas en Chile, se publicaron estudios desde ese país y desde los Estados Unidos que confirman que el 9% de los tweets que incitaban a la violencia en Santiago venían de Rusia y que, de cada 10 tuits generados fuera de Chile, 6 venían de la zona donde se encuentra geográficamente el gobierno de Venezuela en Caracas. Entre otros los hashtags con más influencia fueron y son #RenunciaPiñera o #ChileQuiereCambios.
Esta semana vimos cómo a pesar de serias acusaciones de fraude en Bolivia, Evo Morales manifiesta su decisión de quedarse en el poder. Y es que, dentro del contexto de la nueva Guerra Fría Asimétrica (también con mayúscula), el actual presidente de Bolivia se encuentra del lado de los totalitarios disfrazados de demócratas. Esos que sin militares usan las armas de la libertad, elecciones y redes sociales, para instaurar dictaduras que controlan a sus pueblos sin una bala, solo con un dedo, el que necesitan para cortar el internet, para cortar el internet o para enviar sus bots, sus guerreros del teclado.