Pensar en tenis, al menos en el caso de la rama masculina, es hacerlo pensando en tres nombres propios y con un espacio en el olimpo de la disciplina: Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Cada uno de estos tiene su propia historia que contar y se incluye en el subjetivo pero alegre debate sobre quién es la mejor raqueta jamás vista.
El suizo es, en el criterio de muchos, el más grande de todos. Con un tenis que se asemeja más al ballet, el de Basilea ostenta la marca de más títulos de Grand Slam, más semanas como número uno del mundo y se acerca cada vez más al de más torneos ganados sin importar la categoría. Hoy con el número tres del ranking ATP, seguir haciendo las labores con 38 años de edad, etapa en la que muchos estarían retirados, es más que loable.
En el caso del español, ser un guerrero se queda corto frente a los que hace. Nadal es un tipo de mil y un batallas, alguien que no se amilana y que se hace muy difícil de quebrar mentalmente. No hay otro competidor como él y su mayor reto siempre fue superarse, primero creciendo a pesar de las lesiones y después triunfando y sumando leyendas al deporte blanco. Con varias cirugías encima y rumores de retiro, este año cerró como el mandamás del conteo.
Por su parte, el serbio es una mezcla entre buena defensa y gran ataque. Su revés paralelo es uno de los mejores de la actualidad y su devolución obliga a compararlo con el mítico Andre Agassi. Nole encontró su espacio después de amargas derrotas contra Federer y Nadal al punto de superarlos, siendo el mejor alumno de este par de maestros.
Pero cada uno cuenta con más de 30 años de edad a cuestas y la recta final es una realidad. La lógica indica que primero será el suizo quien baje el telón de una fantástica carrera para dejar que el tiempo aparte poco a poco al español y el serbio.
Una vez que esto pase, el vacío se hará sentir, pero no por mucho tiempo.
El buen tenis a resguardo
Pese a que cada pieza tiene sus propias características y la adaptación a otros tiempos es toda una obligación, el presente encuentra a dos escuelas diferentes, pero exitosas, con elementos que gradualmente han cosechado resultados positivos frente a este Big Three que tantas emociones han brindado al deporte. Muchos de esos atletas compartieron recientemente con las leyendas vivientes en Londres para la celebración del Torneo de Maestros, última cita del año en el calendario de la ATP.
En el último evento previo a dar paso a la Copa Davis, los ocho mejores rankeados podían dividirse entre el pasado y presente contra presente y futuro.
Danii Medvedev (23 años), Dominic Thiem (26 años), Stefanos Tsitsipas (21 años), Alexander Zverev (22 años) y Matteo Berrettini (23 años) fueron los que dieron pasos agigantados en la temporada y merecidamente obtuvieron el boleto al Torneo de Maestros.
El punto en común de estos es que ninguno cuenta con un Major en su palmarés, un tema que, además de Federer, Nadal y Djokovic, encuentra en piezas como Andy Murray, Stanilas Wawrinka, Juan Martín del Potro y Marin Cilic a sus ganadores; sin embargo, ni en grupo superan siquiera a uno de los tres primeros de la ATP.
El pasado ha sido severo y, tal vez, eso ha desviado del camino a otras futuras promesas que poco a poco se esfumaron. Los tiempos de Kei Nishikori o Milos Raonic parecen haber terminado y con ellos los halagos a quienes debían tomar el testigo. La presión, en ocasiones, era mayor por las expectativas que generaba apear a los tres referentes del deporte blanco, por lo que las ganas fueron más que la realidad.
En cambio, los cinco jóvenes que acompañaron al suizo, español y serbio en la capital inglesa han ido haciendo ruido gradualmente, muchos de ellos con triunfos importantes sobre los referentes, pero siempre con el respeto de saber que se trata de tres hombres que desde hace varios años tienen un puesto asegurado en el Salón de la Fama del Tenis.
Mientras tanto, la obligación no cambia: mientras el tiempo termina de desgastar a los veteranos, la lucha ahora es mayor, pues detrás hay una generación hambrienta que, al igual que estos, quiere adueñarse por largo tiempo de su deporte.