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Editorial | No es tiempo de berrinches

El presidente Donald Trump no pierde oportunidad para culpar a otros de sus errores. En esta crisis ha culpado a la China, a Europa, a la prensa de “izquierda”, tanto por exagerar o minimizar la amenaza del virus, como por no reconocer lo bien que ha respondido el gobierno federal.  También los inspectores generales federales, supuestos conspiradores para que la Casa Blanca luzca mal, salieron con las tablas en la cabeza. Culpó al gobierno de Obama por no haber tomado las necesarias precauciones, a la Organización Mundial de la Salud y a los gobernadores demócratas por presuntos malos manejos en la primera línea de fuego. La lista de presuntos culpables continúa mientras repite que su gobierno “would be doing a great job” (haría un gran trabajo) si puede mantener el número de muertos por debajo de 100 mil almas. ¿A quién se le ocurre decir semejante atrocidad?

El lunes pasado, sin embargo, la metralla de acusaciones batió records. El berrinche fue apoteósico. Si la curva de enfermos de coronavirus se está aplanando, no así la de las rabietas de Trump. En esta oportunidad, el presidente hizo derroche de frustración y malgenio en plena rueda de prensa de la Casa Blanca. Lo que supuestamente debería haber sido una sesión informativa se convirtió en una defensa estridente y electorera a su gestión, atacó a Joe Biden y acusó al New York Times de publicar “Fake News”. También aseguró que tiene “autoridad total” para decidir la reactivación de la actividad económica por encima de los gobernadores de Estado. “Cuando alguien es presidente de Estados Unidos, la autoridad es total. Y así es como debe ser. Total”. Esto lo dijo en obvia respuesta al equipo formado por los gobernadores de Nueva York, Connecticut, Delaware, Massachusetts, Nueva Jersey y Rhode Island para planificar una gradual vuelta a la normalidad. Los gobernadores insisten en que las medidas de re abrir los estados la tomarán ellos, pues fueron ellos quienes decidieron cerrarlos en un principio dada la lentitud de respuesta del gobierno federal.

Recordemos que Trump, si bien fue rápido en el veto a los viajes desde China, Irán y Corea del Sur, se demoró en el resto de medidas y no defendió la política de aislamiento hasta el 16 de marzo cuando la mayoría de los colegios y universidades ya habían cerrado. Recordemos que insistía que todo estaba bajo control y todavía el 9 de marzo comparaba al Covid-19 con la gripe común para justificar que nada debía cerrarse.

El domingo antes de la rueda de prensa, el epidemiólogo Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas admitió que “si las medidas de confinamiento se hubiesen comenzado antes, se hubiesen salvado más vidas”. Esto enfureció aún más al presidente para su rueda de prensa. Por ello, volvió a atacar los medios de comunicación, pero esta vez por haber minimizado el riesgo de la pandemia, es decir, ataques por exagerar unas veces y ataques por minimizar los riesgos otras. Por ahí dicen que si Trump hubiese sido el capitán del Titanic hubiera negado que existía el iceberg, después habría culpado a los pingüinos de haberlo arrastrado, luego habría dicho que él sabia antes que nadie de la existencia del iceberg, que ahora algunos tenían que morir ahogados por el maldito iceberg, pero que él era el mejor capitán del mundo… Así mismo.

Es tiempo de unir esfuerzos, no de divisiones partidistas, es el momento de hablar de “nosotros” no solo de usted, señor presidente.  Si ha resultado incapaz de liderar al mundo para enfrentar este enemigo común, por lo menos asuma su responsabilidad de liderar una estrategia para superar esta pandemia en su país y deje de buscar culpables donde no existen. Tenemos que unirnos para salvar vidas, no su pellejo. En este país cada quien esta poniendo su granito de arena para ganar esta batalla. Hay quienes a diario arriesgan sus vidas y otros quienes a diario la pierden. No es hora de berrinches y pingüinos invisibles, es momento de verdadero liderazgo.