La Organización de Naciones Unidas y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja pidieron unidad para ampliar los esfuerzos para desarrollar, probar y aumentar la producción de diagnósticos, terapias seguros, efectivos, de calidad y asequibles, medicamentos y vacunas contra el COVID-19.
En un comunicado piden a los gobiernos, el sector privado, las organizaciones internacionales y la sociedad civil que se unan para lograr crear “la vacuna de un pueblo”.
“COVID-19 es una enfermedad global que afecta a personas en todo el mundo pero con un impacto desproporcionadamente mayor en grupos e individuos vulnerables. A medida que la carrera por identificar las herramientas más efectivas para combatir este virus continúa a un ritmo constante, debe prevalecer el espíritu de solidaridad global: nadie debe quedar atrás”, dice el comunicado.
“La vacuna de un pueblo” debería proteger a los ricos en las ciudades y a los pobres en las comunidades rurales, los ancianos en hogares de ancianos y los jóvenes en los campamentos de refugiados. “Un contrato social global para la vacuna de un pueblo contra COVID-19 es un imperativo moral que nos une a todos en nuestra humanidad compartida”, agrega.
La unidad y el compromiso hacia “la vacuna de un pueblo contra COVID-19” deben ir acompañados de una colaboración global y la determinación de mantener la inmunización contra las enfermedades prevenibles.
“Como resultado de la pandemia de rutina de COVID-19, los servicios de inmunización infantil se han visto gravemente afectados en al menos 68 países; se han suspendido las campañas de sarampión en 27 países; y campañas de polio suspendidas en 38 países. Como resultado, al menos 80 millones de niños menores de un año corren el riesgo de enfermedades como el sarampión, la difteria y la poliomielitis”, asegura.
En el comunicado se señala que la ONU y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja hacen un llamado a los socios internacionales y nacionales para que continúen priorizando la entrega de vacunas como una herramienta clave para prevenir el exceso de mortalidad, particularmente en países de bajos ingresos y en entornos humanitarios.
Si bien el mundo invierte en el desarrollo de nuevas tecnologías contra COVID-19 y en la prestación de servicios de inmunización en todo el mundo, advertimos que las intervenciones biomédicas solo serán parcialmente efectivas sin el compromiso y la propiedad de la respuesta a la pandemia por parte de las personas. Aprendimos las duras consecuencias de no priorizar comunidades en la fase inicial de epidemias anteriores, como el Ébola en la RDC, y no debemos repetir el mismo error.
Por lo tanto, pedimos a los gobiernos y actores no gubernamentales que prioricen las inversiones en las comunidades y garanticen que todas las personas, sin distinciones, reciban los conocimientos, recursos y herramientas relevantes para protegerse de COVID-19.
Hasta que la vacuna esté disponible, cualquier esperanza de reducir el impacto de esta pandemia dependerá principalmente del conocimiento y el comportamiento de las personas y de su capacidad para resistir los impactos directos y secundarios de COVID-19.