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ALUMNOS. Los 166 mil estudiantes de MCPS, por ahora no volverán a las aulas y continuarán estudiando a distancia. | FOTO: Cortesía MCPS

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PADRES. Los padres deben de observar, anotar y reportar los cambios de comportamiento de sus hijos, porque su salud mental podría afectarse. | FOTO: Cortesía MCPS

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MAESTROS. En Montgomery, los maestros destinarán cada día tiempo para hablar sobre la ansiedad, el estrés y los miedos que tienen los niños. | FOTO: Cortesía MCPS

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ENCUESTA. Tres de cada 10 niños están experimentando deterioro de su salud mental, debido al coronavirus, según una encuesta de Gallup. | FOTO: Cortesía MCPS
Ligia Villarreal nunca ha tenido motivos para quejarse de sus hijos Anthony de 11 años y Dylan de 5. Son obedientes, les gusta estudiar, jugar, ir a tiempo a la cama y levantarse temprano; pero con el confinamiento, estos dos pequeños lloran sin razón, se ponen irritables y duermen mucho o muy poco.
“A veces no sé cómo hacerle entender a Dylan que no puede salir a la calle. Él se pone a correr desesperado en el departamento y los vecinos de abajo ya se quejaron. A diario carga la mochila a la espalda y me dice llorando: ‘¡llévame a la escuela, llévame a la escuela mami!’. En cambio, Anthony comprende que hay un peligro, aunque se ha vuelto un niño triste, lloroncito y callado”.
Todas estas son reacciones a una situación prolongada de confinamiento, debido al coronavirus.
“Lo que ahora experimentan los niños ya no es un trauma”, dice Elena Rasines, psicóloga escolar del sistema de educación pública del condado de Montgomery. “El trauma ya ocurrió en marzo y abril cuando dejaron la escuela, los amiguitos y los lugares de juego; al tiempo que asimilaban el miedo a lo desconocido”.
Ahora que está por comenzar el nuevo período escolar, nada ha cambiado. Las clases en el área metropolitana de Washington DC serán virtuales y “los padres volverán a tener un papel importantísimo para velar por el bienestar de la salud mental de sus hijos, porque ellos son quienes mejor los conocen y podrán hacer una observación directa”, insiste Rasines.
La lonchera por estrenar y las ansias de volver a ver a sus maestros y a sus amigos están siendo reemplazadas por una mochila llena de incertidumbres. Aunque todavía no hay estudios científicos que demuestren los impactos del COVID-19 en la salud mental de los niños, el sistema de educación pública del condado de Montgomery se cura en salud y ya tiene listo un sistema de comunicación entre maestros, padres de familia, pedagogos y sicólogos para lidiar con las ansiedades y estrés de los estudiantes. “Tenemos muchos recursos, pero los jefes de hogar deben ayudarnos para nosotros emprender acciones en cada caso”, señala Rasines.
Tarea para los padres
Padres de familia, tomen papel y lápiz: en una libreta anoten cualquier cambio de comportamiento de sus niños; si esas conductas mejoran o se agravan escríbalas con detalles y fechas. Esa va a ser la herramienta de ayuda para los terapistas escolares.
Un consejo: pese a las incertidumbres de esta época, los padres de familia deben tomar el control de la situación e irradiar confianza, al tiempo que convierten en un juego divertido el lavado de manos, el uso de las mascarillas y el por qué hay que permanecer en casa.
Según una encuesta de Gallup, realizada en junio, tres de cada 10 niños experimentaron daño emocional y mental por el cierre de las escuelas y el distanciamiento social. El impacto emocional es desproporcionadamente más alto entre los hijos de las familias afectadas por el desempleo, el contagio y la muerte de los abuelitos o hasta de los padres de familia.
El mundo es un lugar estresante ahora mismo y los niños más afectados son aquellos que ya antes de las crisis sanitaria y económica no tenían aseguradas sus tres comidas al día, carecían de vivienda estable y eran víctimas de violencia doméstica.
Se está viviendo un gran trauma, pero “grandes problemas requieren grandes soluciones”, dice Rasines. “Tenemos que echar mano de esa fuerza de espíritu que tenemos y pedir ayuda. Haga uso de los recursos y la tecnología que tiene el sistema educativo para aliviar la ansiedad, corregir comportamientos y hasta prevenir suicidios”.
La primaria y secundaria del condado de Montgomery atienden a 166 mil estudiantes. Aparte de las clases formales de matemáticas, literatura o geografía, diariamente destinarán un tiempo para cubrir la parte emocional de los niños. “Por el momento es lo mejor que podemos hacer en estas circunstancias”, señala Rasines.
Si el maestro tiene la suerte de conocer al alumno y observa algún cambio que no es propio del estudiante (bajo rendimiento, tristeza y desgano) tiene que comunicarlo. “En Montgomery tenemos la obligación de informar a los padres, al consejero y a los servicios sociales para averiguar las causas y buscar soluciones.
Lo mejor que puede ocurrir a un niño es tener un maestro que lo entiende”, asegura Rasines.
Villarreal cree que ni Anthony ni Dylan necesitan ayuda profesional para calmar el agobio y el aburrimiento del encierro. “Tendrán que seguir estudiando a distancia, porque es preferible aguantar enojos y llantos antes que exponerse al virus”.
PONGA ATENCIÓN A ESTOS CAMBIOS
- De tres a seis años. En estas edades, los pequeños pueden sufrir una regresión de etapas de desarrollo ya superadas. Por ejemplo, podrían volver a mojar la cama y defecar en los pantalones, chuparse el dedo pulgar y tener berrinches sin razón aparente. Miedo a separarse de sus padres, de acercarse a la ventana y trastornos del sueño son reacciones que deben monitorearse e informarse al pediatra o al consejero escolar.
- De siete a 10 años. Los niños de estas edades podrían drenar sus tensiones con enojos, peleas y tristeza. A esta edad, dice Rasines, ya entienden lo que está pasando y sentirán miedo de enfermarse, pueden desarrollar obsesiones y caer en estados de pánico. Problemas para concentrarse, ansiedad, agresividad, irritabilidad, pesadillas frecuentes, aislamiento social y depresión, son conductas a observar. Lo recomendable es crear rutinas, horarios, tiempo para ver juntos una película y para llamar a los amigos. En ningún caso deje que su hijo pase muchas horas en Internet.
- Preadolescentes y adolescentes. Los jovencitos van a externalizar su ansiedad transgrediendo reglas y normas. Se volverán más irritables y rebeldes, pero no hablarán de esto con sus padres sino con los amigos. Si no hay una estructura y control pudieran experimentar con drogas, alcohol o algún grado menor de delincuencia. Este grupo no sabe cómo expresar sus emociones, comen y duermen mucho o lo opuesto. Todos estos son rasgos generales que deben alertar para buscar ayuda profesional.