Afganistán
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Leopoldo Martínez Nucete. Foto Twitter @lecumberry.



Leopoldo Martínez Nucete. Foto Twitter @lecumberry.

La convención republicana evidenció que ese partido se plegó al culto a la personalidad de Donald Trump y ha decidido hablar solamente a la base electoral de este. Hace un tiempo nos preguntábamos. La convención republicana de esta semana ha sido, ni más ni menos, un gran intento de normalización de la mentira.

En buena medida, eso es lo que ha empujado a líderes republicanos y conservadores de la talla de Mitt Romney, Jeff Flake, Colin Powell, o a los exgobernadores de New Jersey, Christine Todd Whitman y Ohio, John Kasich, a sumarse a la amplia coalición que apoya a Joe Biden, para defender los valores democráticos estadounidenses, reivindicar la decencia e, incluso rescatar al propio partido republicano, fundado nada menos que por Abraham Lincoln y hoy secuestrado, en perverso salto acrobático, por el extremismo alentado por la retórica de Donald Trump.

En su empeño por normalizar el engaño y la manipulación, Donald Trump y sus acólitos en la convención evaden su responsabilidad por el pésimo manejo de la pandemia del COVID-19 en todos sus órdenes. Y lo que es peor, jamás muestran empatía con el sufrimiento ciudadano, ni por la pérdida de las vidas ¡de 180.000 personas!, ni por la resiliencia y dificultades frente a la recesión económica.

Una de las mentiras de la convención apunta a que Donald Trump había edificado una recuperación económica fabulosa… hasta que se presentó el virus y que, claro, no hay nadie mejor que él para retomar una senda de crecimiento económico. Incluso, se pretende caracterizar a los demócratas como peligrosos socialistas que pondrían en riesgo la fortaleza de la economía estadounidense.

En 2007, el país entró en una seria recesión económica, tras un período en que el crecimiento económico se había ubicado en el orden del 2%. El déficit fiscal, en medio de la recesión incubada por la presidencia de Bush, alcanzó 9,9% del PIB en 2009, y la deuda pública se incrementó en un 101%. El desempleo estaba sobre el 10%.

Barack Obama sacó al país de la recesión económica. Esto es un hecho. Como también lo es que logró esa recuperación con su Vicepresidente, Joe Biden, a la cabeza de la negociación legislativa bipartidista y administración de un paquete de estímulo económico. En un año, Obama salió de la recesión y logró promediar un crecimiento económico anual del 2%, sosteniendo el crecimiento del empleo en el sector privado por seis años consecutivos, hasta crear tres millones de plazas de trabajo, entre 2014 y 2015 (12 millones de nuevos empleos en el sector privado en 6 años). El déficit fiscal se redujo hasta un 2,8% del PIB y la deuda pública creció 74% (menos que con Reagan y los dos presidentes Bush). El desempleo, al cierre de la presidencia Obama, se redujo a 4,6%. Y siguiendo con los hechos: En esta etapa, sin arriesgar un ápice el sistema de mercado y capitalista, se logró elevar el ingreso promedio familiar en 5,3% y los salarios reales semanales en 4%. Adicionalmente, más de 16 millones de estadounidenses alcanzaron cobertura de un seguro de salud, bajo la ley conocida como Obamacare. Entre tanto, el crecimiento de las fuentes de energía renovable fue de 369% y el país comenzó a exportar petróleo, rompiendo décadas de dependencia en este sentido. El índice bursátil Dow Jones creció de 8,000 puntos a 21,000 puntos durante la presidencia de Obama.

Ahora miremos otros hechos: Donald Trump llegó a la Presidencia con el empuje económico de la era Obama. En su primer año, aprobó una rebaja de impuestos del orden de los 2,3 trillones de dólares, beneficiando a los sectores económicos más pudientes y las grandes corporaciones. Este produjo una aceleración del crecimiento económico que no pudo sostener la brecha fiscal, de manera que el déficit se duplicó hasta un 4,8% del PIB en 2019, y la deuda pública pasó en tres años de 19,9 trillones de dólares a 26,5 trillones de dólares, es decir, un incremento de 32%. Sigamos con los hechos: Las guerras comerciales de Trump con China (y aliados en Europa o América del Norte) introdujeron importantes distorsiones económicas, afectando a sectores como el agropecuario, donde se produjo una grave contracción (en Wisconsin, por ejemplo, se registró un año récord de quiebras y embargos de granjas en 2019), ante lo cual el gobierno federal tuvo que hacer una inyección billonaria en subsidios, que de otra manera no hubiesen sido necesarios. Hasta este momento el crecimiento anual de nuevos puestos de trabajo en los primeros 3 años de Donald Trump es inferior al de los últimos 3 años de Barack Obama.

Ese era el escenario cuando aparece el coronavirus, y volvemos a los hechos: El manejo de la crisis del COVID-19 por parte de Donald Trump ha redundado en una contracción económica del 32% en el segundo trimestre del 2020. El desempleo alcanza cifras récord del orden del 11%. El programa de estímulos económicos y los créditos para sostener las nóminas se ha aplicado con grandes retrasos y dificultades de acceso a la pequeña empresa, propiedad de minorías latinas y afroamericanas, disparando el desempleo en estos sectores muy por encima del promedio nacional (por ejemplo, todavía en junio más del 50% de estos pequeños empresarios no habían conseguido acceso al PPP, crédito para financiar sus nóminas). En esta circunstancia, marcada por la incertidumbre y los desbalances económicos que impactan los sectores de clase media y trabajadora, los mercados bursátiles han registrado un crecimiento con inmensa volatilidad, que ha reportado gruesas ganancias a los sectores con liquidez financiera o acceso al crédito para especular en esas circunstancias.

Las presidencias que, en la historia contemporánea, han logrado el mayor nivel de crecimiento económico promedio son las de los presidentes demócratas Johnson (5,3%), Kennedy (4,3%) y Clinton (3,9%), seguidos por Reagan (3,5%). En cuanto a la deuda pública, los republicanos Reagan y Bush insuflaron más crecimiento a la deuda pública que todos los demás presidentes desde la década de los 60 hasta la fecha. Y los únicos dos presidentes que han reducido el déficit fiscal, durante sus periodos constitucionales, han sido Clinton (de un déficit del 6% del PIB a un superávit) y Obama (con una reducción del 9,9% del PIB al 2,8%). Y agreguemos más hechos: Las desigualdades económicas se profundizaron bajo presidencias republicanas y esas brechas tienden a decrecer bajo presidencias de demócratas. En fin, son los hechos. Comprobados. No son consignas o ataques retóricos voceados en una convención sectaria y partidista.

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