En Estados Unidos, las temporadas de otoño e invierno son sinónimo de bajas temperaturas y de propagación en los casos de influenza. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), millones de habitantes sufren año a año los estragos del virus, sobre el cual ya se aplica la respectiva vacuna para evitar su incidencia.
Pero 2020 es diferente al pasado. Esta vez, el sector es responsable de poner freno a la mayor cantidad de casos posibles mientras lidia con el impacto generado por la pandemia del COVID-19, la cual tiene a la nación norteamericana como la que registra más casos positivos y muertes en el mundo.
Con el último trimestre del año a la vuelta de la esquina, Estados Unidos transita por una vía que sumará, como es ya un hábito, a millones de personas padeciendo la influenza; sin embargo, y a diferencia de anteriores ocasiones, la misión será limitar al virus y así evitar un mayor colapso del sistema de salud, espacio aún agitado por el impacto causado por el coronavirus.
El más reciente informe de los CDC sobre la influenza data de la temporada 2018-2019. Según el estudio, alrededor de 35.5 millones de habitantes sufrieron el virus, de los cuales 16.5 millones debieron recibir atención médica.
La vacuna desarrollada para este año tiene un porcentaje de eficacia entre el 40% y 60%, de acuerdo con información de la doctora María Márquez, Directora Médica de Mary’s Center Fort Totten.
Bajo esos números, el reto del sector médico es convencer a la mayor cantidad de personas posibles para recibir el medicamento. En su columna de opinión para El Nuevo Diario del pasado 6 de septiembre, el doctor Fernando Cabanillas señaló que en Estados Unidos solo el 50% de la población se somete a la vacuna.
Si la tendencia se mantiene este año, el gigante mundial enfrentaría grandes retos en materia sanitaria. En entrevista, el pasado 4 de septiembre con Ricardo Sánchez-Silva, editor senior de El Tiempo Latino, Márquez consideró que “en estos momentos (la vacuna) es mucho más importante porque estamos viviendo la pandemia del COVID-19, pues podríamos mejorar un poco lo que podría venir al invierno”.
Los números están ahí: hasta el lunes 14 de septiembre, Estados Unidos contabilizaba 6 millones 557 mil 802 contagiados por coronavirus y 194 mil 674 víctimas mortales.
En el registro del día 9 del mismo mes, el Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos (HHS por sus siglas en inglés) detalló que 455 mil 504 camas de hospitalización se encontraban ocupadas, las cuales representan el 63.5% del total de los centros de salud del país.
Entre reaperturas y rebrotes, la nación lidia con el virus, por lo que su sistema sanitario podría verse aún más colapsado cuando gradualmente se sumen los casos de los afectados por la influenza.
En la temporada 2018-2019, 490 mil personas fueron hospitalizadas por el virus, según los CDC. Si los números se sostienen en una tendencia parecida a la del más reciente periodo, la crisis estará más que confirmada.
Grupos vulnerables
“En este invierno el problema pasa por la sobreposición de los dos virus”, comentó a Sánchez-Silva el doctor José F. Chávez, médico en enfermedades infecciosas de Unity Health Care – Upper Cardozo, en Washington DC. “Si la población se vacuna, eso va a evitar que los hospitales se sobrecarguen”.
La advertencia del especialista no es menor. El 57% de las hospitalizaciones por influenza en el lapso 2018-2019 la representaron personas mayores a 65 años, población que también ha sufrido en enorme medida los estragos del coronavirus. El cuidado de adultos mayores pasa a ser toda una prioridad en el país frente a las bajas temperaturas, pues su sistema inmunitario es tan vulnerable como el de niños menores de dos años; no obstante, estos últimos tienen una mejor respuesta al medicamento.
Para ello, expertos desarrollaron una vacuna de alta dosis para personas mayores, considerada cuatro veces más fuerte que la habitual, buscando así protegerlos. La misma es altamente recomendada por los CDC.
Contra los incrédulos
Grupos anti-vacuna se han asomado en tiempos de pandemia para rechazar acciones en las que día a día los especialistas buscan dar con la respuesta al coronavirus. Este tipo de colectivos son los mismos que no apoyan la vacunación contra la influenza, en total contradicción de lo que dice la ciencia.
Los mitos alrededor del medicamento contra el virus van desde percances mínimos en la salud hasta producir precisamente la influenza con solo una inyección; sin embargo, los médicos desprecian estas teorías que carecen de fundamentos sólidos.
“La vacuna contra la influenza no genera influenza”, comentó Márquez.
Para Chávez, “desafortunadamente hay muchos sitios en internet que están activamente contra las vacunas. Lo único que podemos hacer es educar a la gente”. A juicio del médico de origen peruano, “la vacuna contra la influenza es una de esas que se puede administrar con otras. Así que no habrá problemas si llega a estar disponible la del COVID-19 en los próximos meses”.
Como cualquier otra vacuna, esta genera una serie de síntomas en menor grado, como dolor muscular y fiebre, pero se trata de reacciones naturales frente al fármaco.
Los más pequeños
Un enorme obstáculo al que se ha debido enfrentar el sector salud ha sido el de la ausencia de pacientes para chequeos y exámenes de rutina, incluidos los de vacunación anual en recién nacidos y niños de temprana edad.
Este supone un reto a cumplir durante la recta final del año, con la medicina contra la influenza esperando a millones de menores de edad, público frágil. Según los CDC, “durante la temporada 2018-2019, se reportaron 136 casos de muertes de niños con infección por el virus de la influenza confirmada por laboratorio en los Estados Unidos. Sin embargo, las muertes pediátricas asociadas a la influenza tienden a ser menos reportadas ya que no todos los niños cuyas muertes estuvieron relacionadas con una infección han sido sometidos a pruebas de diagnóstico de la influenza”.
La advertencia llegó también desde el lado de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la cual indicó en un comunicado que “desde 2003, más de 806 millones de personas de todas las edades se han vacunado contra una amplia gama de enfermedades peligrosas”.
En el documento, la directora de la OPS, Clarissa Etienne, manifestó que “las vacunas salvan vidas y deben mantenerse incluso durante la pandemia de COVID-19″. Pero padres y representantes han optado por proteger con máximo cuidado a los más pequeños, evitando, entre tantas acciones, llevarlos a los centros de salud para vacunarlos.
Esa irregularidad llevó al lanzamiento de campañas destinadas a tomar conciencia sobre la situación e invitar a tomar acciones.
El HHS, por ejemplo, emitió un comunicado el pasado 19 de agosto, cuando se expresó sobre el acceso a vacunas en días en los cuales se planificaba el regreso a clases, con la mayor parte del territorio nacional optando por una dinámica virtual con la misión de no exponer tanto a estudiantes como el personal a los estragos del COVID-19, momento apropiado para llamar la atención y destacar el impacto de la vacunación en los niños.
La carta, firmada por el secretario de HHS, Alex Azar, indicó que “la acción significa un acceso más fácil a las vacunas que salvan vidas para nuestros niños, ya que buscamos garantizar que las tasas de inmunización sigan siendo altas durante la pandemia del COVID-19”.
El documento iba acompañado de una enmienda que autoriza a farmacéuticos a aplicar vacunas previamente aprobadas por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) a personas de entre 3 y 18 años de edad.
La meta es clara: reducir en el periodo 2019-2020 el número de muertes de menores de edad por diversas patologías, incluida la influenza, virus que concentra un mayor peso en un año marcado por la pandemia del COVID-19.