Uno de los grupos demográficos más disputados en estas elecciones ha sido el cristiano. Y no fue sino hasta el propio día electoral en el que esta batalla se definió en algunos condados de Michigan, Georgia y la región industrial del medio oeste. Cuando los datos de estas localidades mostraron su apoyo a Biden, la campaña de Trump empezó a notar el peligro de estos votos.
A pesar del respaldo que creía tener Trump y todo el apoyo que el presidente había ofrecido a estos grupos demográficos, los cálculos fallaron y no acompañaron a un triunfo republicano.
Incluso antes de las elecciones, portavoces de la campaña republicana daban por contado que tendrían el respaldo del voto católico. “El presidente ha cumplido con ellos de muchas maneras”, señaló Mercedes Schlapp, asesora de Trump según explica POLÍTICO.
A pesar de no haber perdido el apoyo de una forma masiva, los votos que no fueron a Trump debilitaron la estrategia republicana en su camino a la victoria. Este punto ha sido uno de los que más críticas internas ha generado dentro del Partido Republicano y que señalan la falta de estrategia al dar por ganados estos votos.
Internamente ya los republicanos comienzan a apuntar cuáles son las fallas que han cometido para no conseguir la victoria estas elecciones y apuntan este error como uno de los que hay que atender con urgencia.
Uno de los ejemplos de esta falta de atención y la sensación de aprovechamiento que algunos votantes sintieron por parte de la campaña Trump es el caso del condado de Kent, en Michigan. Los resultados oficiales estiman que este condado proporcionó a Biden 50.000 votos más que los que fueron a Hillary Clinton y cambiaron el color de la localidad de rojo a azul.
Por contraparte, la campaña de Biden sí que centró una parte de sus esfuerzos en el voto religioso y esa ha sido una de las valías más importantes para poder alcanzar la victoria en estados claves gracias a la coalición construida.
Un caso similar al de Kent es el de Georgia, donde Biden consiguió aumentar el apoyo de los evangélicos blancos a su candidatura, consiguiendo casi triplicar el apoyo que tuvo Hillary Clinton (se pasó de un 5% de apoyo a Clinton a un 14% de respaldo a Biden).
El trabajo que hizo el Partido Demócrata para conseguir esta victoria es el que ahora está haciendo el Partido Republicano: estudiar y centrarse en la desatención con la que no empatizaron los votantes religiosos.
Otro aspecto que potenció el triunfo de Biden en estos espacios tan marcadamente religiosos es la propia feligresía del candidato demócrata. Por esta razón también se impulsó el apoyo de figuras eminentemente católicas y se hizo campaña en la radio cristiana, se hicieron grupos de oración y coaliciones interreligiosas. La campaña demócrata quiso hacer que los religiosos se viesen reflejados en sus preocupaciones y demostrar que sus votos importaban personalmente a Biden.
“Vimos un contraste de valores en este ciclo electoral y eso realmente nos dio una apertura en la que hicimos apuestas estratégicas con los grupos religiosos e invertimos más en nuestro alcance, recursos y programación”, dijo a los medios un asesor de campaña de Biden.
Por contraparte, la campaña de Trump pasó la mayor parte del ciclo de 2020 construyendo un perfil para su candidato basado en sus logros y temores de que una administración demócrata podría desatar la hostilidad y las restricciones a los americanos de fe.