
Cortesía Magdalena Flora
ÁRBOL. La familia Alameda-Flora para alegrar estos tiempos de estrecheces económicas e incertidumbres se animó a poner y decorar el árbol de Navidad. | FOTO: Cortesía Magdalena Flora |

Cortesía Magdalena Flora
CELEBRACIÓN. En la Escuela Cardozo el año pasado las madres de familia de los niños latinos celebraron la Navidad vistiéndose de Papá Noel. | FOTO: Cortesía Magdalena Flora |

Cortesía Bernardo Heres
REGALOS. El Latin American Youth Center (LAYC) donó más de 500 regalos para las familias de los jóvenes que participan en sus programas. | FOTO: Cortesía Bernardo Heres |

Cortesía Bernardo Heres
DONACIÓN. Muñecas para las niñas y legos para los niños fueron algunos regalos que el Cuerpo de la Marina le donó al Latin American Youth Center (LAYC). | FOTO: Cortesía Bernardo Heres |

Cortesía Bernardo Heres
ALIMENTOS. Las madres de familia que se acercaron hasta la Escuela Cardozo en busca de las raciones alimenticias recibieron los juguetes para sus hijos, entregados por el LAYC. | FOTO: Cortesía Bernardo Heres |

Cortesía Bernardo Heres
INFANTES. Los bebés de las madres adolescentes latinas, que estudian en la Escuela Cardozo, recibieron sus regalos de Navidad de parte del Latin American Youth Center. | FOTO: Cortesía Bernardo Heres |

Cortesía Érica Valencia
TRADICIÓN. El mole fue infaltable en el hogar de Erica Valencia durante estas Navidades, solo que esta vez no hubo reunión familiar a lo grande. | FOTO: Cortesía Érica Valencia |

Cortesía Magdalena Flora
REYES. Este año los reyes magos no llegarán con sus regalos, como sí lo hicieron el año pasado, para robarle una sonrisa a Emely Alameda. | FOTO: Cortesía Magdalena Flora |
De no vivir en tiempos de pandemia, Magdalena Flora habría juntado a sus amigos y familiares. Desde el día anterior, de su cocina habrían volado finas hebras de aromas del pozole, tamales, enchiladas de cerdo, mole y ponche de frutas hasta inundar todos los rincones de su vivienda. Sus hijos se habrían vestido de fiesta porque llegó la Navidad.
Pero estas no son épocas normales, hay un virus suelto y el dinero escasea en los hogares de los inmigrantes latinos en DC. A la fatiga de varios meses de incertidumbre, anoche se hicieron “invitar” la frugalidad y el síndrome de la silla vacía en el hogar de Flora y también en el de Damaris Tucux, Beatriz Martínez, Érica Valencia y Blanca Ramírez.
“Las Navidades son momentos para compartir con la familia y los amigos. Me llevo de la idea de que hoy estamos aquí, pero mañana no sabemos; por eso hay que estar juntos y agasajar a los niños”, dijo Flora. El año anterior engalanó su mesa con tamales, enchiladas, champurrado, pavo y el infaltable ponche de frutas de la noche navideña mejicana.
En la Nochebuena de este año algo y alguien faltó. Hubo tamales y ponche, “para darles sensación de normalidad a mis dos hijos”, pero escasearon los invitados y más delicias para regodear.
Por esa misma urgencia de normalidad, junto a su esposo José Luis Alameda y los pequeños Emely y Luis Antonio, decoró el árbol con bombillos y luces. Antes de sentarse a la mesa agradecieron por estar sanos. “Con tanta gente sufriendo hay que disfrutar de los niños. No tenemos dinero, pero tenemos salud”.
En soledad y sin dinero
En el hogar de Damaris Tucux este año la normalidad es la falta de dinero. No hubo arbolito, intercambio de regalos, juegos, ni visitas a otros familiares. “Tenemos que respetar la ley y, además, mi mamá desde que comenzó la pandemia está desempleada, pero sí hicimos tamales, chuchitos, café y chocolate”.
Las Navidades de los Tucux son de dos días completos. “En la mañana del 24 del año pasado preparamos tamales guatemaltecos, chuchitos de puerco y de pollo, amasamos pan, no faltó ponche, café y chocolate”.
En 2019 para el 25, hasta 50 invitados pasaron por su casa a comer la sopa de pollo navideña de Guatemala. “Es que mi familia es muy extensa, nos gusta celebrar y divertirnos. Esta Navidad hubo mucha soledad, nadie nos vino a visitar”, contó Tucux.
Esta joven de 16 años, madre soltera y estudiante de la Escuela Cardozo, en el año nuevo asistirá a la iglesia Casa De Gracia y Fe. “Iremos bien cambiaditos, pero no sé si nuestra congregación mantendrá la costumbre de las presas de pollo asado y ponche, como en otros tiempos”.
Las navidades de Blanca Ramírez nunca son tan alegres como a ella le gustaría. La separación de kilómetros de distancia, entre DC y Honduras donde vive su madre, tienen ese lado oscuro de la nostalgia. No hubo cena en las Navidades pasadas, esta joven estudiante acababa de tener a su bebé y sus dos hermanos trabajaron. Anoche para ahuyentar la soledad puso al horno una gallina. “El año nuevo nos quedaremos en casa, no hay nada que celebrar, tan tristes y tan lejos de mi mamá”.
Fila para la comida
Los 25 o 30 invitados que llegaron a la casa de Érica Valencia las Navidades pasadas, esta vez se redujeron a nueve. “Comimos tamales y jugamos a la lotería, el año nuevo haremos lo mismo y nos daremos un abrazo”. A la familia de esta joven no le ha afectado el desempleo ni nadie se ha infectado del coronavirus, “pero somos responsables y nos quedamos en casa”.
Papá Noel no llegó al hogar de Beatriz Martínez, ella consigue la comida de los puestos de distribución de la ciudad. Para alegrar a sus pequeñas, Mareli y Kelly Avelino, preparó pozole y tamales, mientras en su cabeza daban vueltas los recuerdos de las Navidades pasadas.
“Celebramos en casa de una amiga, llevé pollo enchilado y mole, hubo tamales, pupusas, pasta y gente de muchos países”. A los Avelino-Martínez lo que más les golpea es lo económico, Martínez perdió su empleo en un restaurante desde que comenzó la pandemia, su esposo se remienda con dos o tres días en un restaurante y el hijo mayor consigue unas horas por aquí y otras por allá, con eso pagan la renta.
“El año anterior hubo lugares donde anotar a los niños para sus regalitos. A las mías les tocó una patineta, muñequitas, unas botas, un abrigo y una tarjeta de 25 dólares. Este año, el mejor regalo es que tenemos salud”, aseguró Martínez.
Tanto Flora como Martínez, la comida la consiguen en la Escuela Cardozo, gracias a un convenio entre la Oficina de Asuntos Latinos para la Alcaldía (MOLA) y la organización Following Francis. A ese esfuerzo de suma el Latin American Youth Center (LAYC), que reparte jabón, shampoo, detergente, dentífrico, cepillos dentales y pañales.
la visita de Papá Noel
Cuando era una niña, Papá Noel nunca le trajo un regalito a Flora. Ella no quiere que lo mismo para sus hijos, pero los pequeños entienden la estrechez económica de sus padres y solo pidieron una tarjeta de 25 dólares para comprar un juego digital.
Para Imelda González, la madre de Tucux, sí hubo un regalito. “La sorprendí con un ramo de flores y una chaqueta, porque ella es una mamá muy buena. Los compré ahorrando de la mesada que me da”. A su bebé, David Jacob lo alegró con unos carritos y un perrito de felpa.
A los hijos de las familias que son parte de los programas que tiene el LAYC sí los visitó Papá Noel, gracias a la donación del Cuerpo de la Marina y su programa Toys for Tots. “Estuvimos como Jesús multiplicando el pan y los peces, los juguetes les llegaron junto con la repartición de la comida”, dijo Millie Pérez, coordinadora especial de eventos de LAYC. Se distribuyeron más de 500 juguetes.
Bernardo Heres es coordinador de las escuelas comunitarias del LAYC. ¿Su trabajo?, conectar a las familias de la Escuela Cardozo con los diferentes recursos y servicios. “Hubo un tiempo que les ayudamos a pagar la renta, pero esos fondos se terminaron, hora nos esforzamos en distribuir alimentos y productos de higiene. Tenemos 10 alumnos que son padres y madres adolescentes, a ellos les entregamos cada mes pañales y ropa para bebes”.
Para esos hogares hubo un pavo en estas Navidades y juguetes. Para que no pasen frío a 70 familias de su sección les entregaron guantes, abrigos, bufandas y gorros. Cumplida esta misión, Heres, quien por la pandemia no pudo viajar a celebrar la Navidad junto a los suyos en México, se quedó en casa junto a sus perros.