AYUDA. El Servicio de Impuestos Internos se encarga de los pagos. | Foto: Efe.
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El Consejo Editorial Financial Times

En algún momento, se empezarán a vencer las facturas de Joe Biden.  La ley de rescate estadunidense de $1,9tn (millones de millones) aprobada esté mes fue financiada con endeudamiento, al igual que las leyes de ayuda financiera por más de $3tn aprobadas el año pasado en respuesta a la pandemia.  Debido a esto, se proyecta que el déficit fiscal de este año en EEUU se acerque a un 15 por ciento del producto interno bruto – un nivel asociado normalmente con épocas de guerra.  Todo eso es antes de sumarle el proyecto de ley de infraestructura de Biden, denominado “reconstruir mejor”, que será presentado en Pittsburgh esta semana.  El costo esperado de $3tn durante diez años, aumentaría la oleada de cifras rojas a nivel federal.

Biden enfrenta dos retos.  El primero es decidir que porción del nuevo gasto se financiará con incremento de impuestos – algo necesario según indicó la semana pasada la secretaria del tesoro Janet Yellen – y con reducción de gastos, en vez de con endeudamiento adicional.  El segundo es determinar cómo obtener aprobación de un senado dividido exactamente 50 a 50, y en el cual los demócratas de centro están ansiosos por pactar con los Republicanos, quienes se oponen a aumentar impuestos.  Esto último podría acabar con las cláusulas de financiamiento del proyecto de ley.

Aparte del mandato derivado de su elección, el planteamiento económico del plan “reconstruir mejor” es convincente.  La infraestructura estadounidense es mediocre y está en deterioro.  Las razones para relanzar enérgicamente el cambio americano a tecnología verde y eficiencia energética son abrumadoras.  También lo es la necesidad de una banda ancha de alta velocidad.  Un proyecto de ley bien diseñado aumentaría la productividad y las expectativas de crecimiento productivo o tendencial de EEUU.  No está claro si Biden piensa incluir cláusulas contra la pobreza en el mismo proyecto, como por ejemplo dar permanencia a la reciente expansión de los créditos fiscales por niño, algo que también tiene su atractivo.  De cualquier forma, necesita explicar en detalle cómo se pagará todo el gasto, más allá de aquellas medidas que generan un autofinanciamiento.

Se puede recaudar mucho dinero aplicando mejor la legislación impositiva.  El servicio interno de recaudación (IRS por sus siglas en inglés) se ha contraído en una quinta parte durante la última década y cada vez más evita auditar a los contribuyentes de mayor ingreso.  Cada dólar gastado en fortalecer el IRS podría generar varios dólares de retorno.  El Tesoro estadounidense también puede cerrar lagunas en los impuestos corporativos extranjeros, muchas de las cuales fueron ampliadas en la reducción impositiva de Donald Trump en el 2017, la cual está prácticamente sin financiar.

Cerca de un veinte por ciento de los impuestos corporativos – unos $70 mil millones anuales – no se recaudan debido a diversos esquemas contables extraterritoriales.  Aún si se aplican esos cambios, sin embargo, la recaudación por impuestos corporativos en EEUU seguiría siendo escasa respecto a la de otros países de occidente.  Ésta suma aproximadamente un uno por ciento del PIB, según cifras del Tesoro de EEUU, frente a un promedio del tres por ciento para la OECD.  Tiene mucho sentido la propuesta de Biden de aumentar la tasa corporativa desde un 21 a un 28 por ciento.  Asimismo, el argumento de igualar el impuesto a las ganancias de capital con el impuesto sobre la renta.  Se obtiene mayor recaudación si se aumenta el impuesto sobre la renta a los contribuyentes de mayor ingreso.  Biden también podría ser presionado a abandonar su promesa de no afectar a los que ganan menos de $400.000 al año.  Adicionalmente, se necesita un impuesto de sucesión más progresista.

Nada de esto sería aceptable para los Republicanos.  El líder Republicano del Senado, Mitch McConnel, ha descrito el plan de Biden como un “caballo de Troya” para nuevos impuestos que “destruyen puestos de trabajo”.  Su crítica no tiene mérito.  El Proyecto de ley sería bueno para el empleo.  El Demócrata más difícil de convencer para Biden probablemente sea Joe Manchin, de West Virginia, ya que ha expresado su intención de lograr una reforma bipartidista.

Claramente, Biden primero debería buscar terreno común con los Republicanos.  Si éstos, como es de esperar, se rehúsan a considerar una subida de impuestos, entonces Biden debería esquivar el umbral de 60 votos del filibustero, logrando una aprobación por mayoría simple a través del proceso de reconciliación presupuestaria.  Está por verse, en ese caso, cuál sería el precio al cual Manchin estaría dispuesto a respaldar el proyecto.  En su condición como veterano del Senado, nadie estaría en mejor posición que Biden para determinarlo.

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