FAMILIA. Carmen Ana Collazo de Torres rodeada de sus seres queridos antes de la pandemia. | FOTO: Cortesía
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Por Olga Imbaquingo | Especial para El Tiempo Latino    

Hasta hace muy poco, a sus 87 años, Carmen Ana Collazo de Torres vivía en su casa. Estaba dispuesta a atesorar su independencia y la de sus hijos hasta que se agotaran  las fuerzas. Ellos peregrinaban a su hogar para darle un beso y saborear alguna delicia hecha con sus manos.

La pandemia le arrebató de esa contagiosa alegría boricua con la que sus hijos y sus nietos llenaban su casa, pero para los Torres, si bien el día de la madre es especial ellos creen que todos los días hay que celebrarla.

“Durante la pandemia fui el único que estaba regularmente en contacto con ella. Había que tener mucha cautela sobre quién la visitaba para protegerla del coronavirus. En mayo pasado no hicimos nada especial, mis hermanos la llamaron por teléfono y dejaron algo de comer en su puerta. Ese día solo yo la acompañé, no era propicio reunir a la familia a su alrededor, porque es una sobreviviente de cáncer”, cuenta su hijo Héctor Torres.

Este Día de la Madre Carmen Ana ya no está en su casa. No le sirve más su excusa de “no quiero ser carga para nadie”. Un cambio de vida nada fácil para una mujer que nunca les dejaba saber sus necesidades.

INDEPENDIENTE. Carmen Ana Collazo de Torres tiene 87 años. En la foto junto a su hijo Héctor Torres. | FOTO: Cortesía

Como dice su hijo, “aunque se siente muy fuerte, debido a su edad las circunstancias cambian y acaba de mudarse a la casa de mi hermana y de mi hermano menor”. Para este Día de la Madre, el plan es muy simple: “haremos una comidita especial solo para los familiares más cercanos y que ya estamos vacunados”.

Los Torres Collazo se tomaron muy serio los protocolos en tiempos de pandemia por amor a su madre. Aunque las medidas ya se están flexibilizando, no quieren poner en riesgo a la persona más querida que aún tienen la alegría de disfrutarla. 

“Debemos ser prácticos, porque el aprecio a un ser querido y más si es nuestra madre está basado en lo que se hace día tras día, eso es lo que cuenta. Una madre que tiene la presencia de sus hijos regularmente no necesita una fecha especial para reafirmar que se la quiere”, dice Héctor, quien se siente afortunado de tenerla y de eso está muy agradecido. “A mami todos los días le recuerdo que la quiero y la aprecio, para que sepa que es muy querida”.

La “mami”, como la llaman sus hijos, es poseedora de esa genuina calidez de la gente boricua, y de una energía inagotable, es muy amiguera y cariñosa. Cuando Héctor se siente más cómodo en la conversación se enternece hablando de la niña-mujer que se quedó huérfana a muy temprana edad y a los 18 años tuvo que irse de Ponce a Nueva York. Esa es su madre.

MADRE. Carmen Ana Collazo de Torres llegó a Nueva York a los 18 años, es madre de cinco hijos y abuela de ocho nietos. | FOTO: Cortesía

Se casó, tuvo cinco hijos -cuatro chicos y una chica- y con ese mismo infatigable empeño con el que trabajó para sostenerlos sigue llenando gota a gota la fuente de la alegría de vivir; de la misma que beben sus críos y sus ocho nietos.

Ella no tiene títulos ni doctorados y poca falta le han hecho. Sus sentidos de responsabilidad y libertad fueron suficientes para seguir trabajando como camarera en la industria de alimentos y bebidas hasta muy entrados los años y con sus hijos ya profesionales. “Mi madre se quedó sola muy joven y con esas pérdidas se esfumaron las oportunidades”, dice Héctor.

Escuchando hablar a su hijo, queda muy definido que Carmen Ana al norte limita con un sentido de independencia que solo el pasar de los años están marcado sus linderos, cualidad que su hijo Héctor admira tanto. Al sur sus límites son la alegría, la gentileza y ese innato don querer y dejarse querer. Al este y oeste las fronteras van más allá de donde alcanzan el horizonte de su corazón y de sus brazos para rodear de cariños a los suyos.

“Ella quiere a todo el mundo, le gusta hablar, acariciar y ni con el pasar de los años ha perdido esos momentos de coqueteo social. Es fanática del baile, eso la anima y siempre pregunta ‘¿Cuándo me llevas a bailar?’. Créamelo, mami baila hasta con una escoba”.

En la casa de “mami” siempre ha habido tiempo para todos y para cada uno. Un consejo, unas palabras de aliento o un gesto de aprobación jamás llegan a destiempo. “Esa forma de ser me daba seguridad cuando más lo necesité en mi juventud”. 

Hasta hace algunos años, en fechas especiales, cuando era la hora se sentarse alrededor de la mesa, a Carmen Ana nunca se le olvidó la receta de esos tamales puertorriqueños hechos de plátano verde y yuca, rellenos de carne y envueltos en la hoja de plátano.

CELEBRACIÓN. Todos los días son buenos para celebrar el Día de la Madre, con un beso, un abrazo, una llamada y un “te quiero”. | FOTO: Cortesía

“Todas mis amistades se han encariñado con ella. Es una mujer que sabe cómo dar cariño, que intuye cuándo hay necesidad de un abrazo. Cuando conoce por primera vez a una persona tiene la facilidad de encantarse con su pelo, sus ojos, su sonrisa, una prenda de vestir o el maquillaje y esos hallazgos no los guarda para ella, los devuelve en forma de cumplidos”. Así es como la madre de los Torres Collazo logra meterse a los amigos de sus hijos en el bolsillo.

“¿Preguntó por mí?”, sí a Carmen Ana, al igual que muchas madres, es lo primero que se le ocurre decir cuando uno de sus hijos le llega con el cuento de que pasando por la calle se encontró con un conocido de ella. Esta pandemia se llevó el gusto de encontrarse con los amigos y los conocidos. A las “abrazonas”, como ella y a los “abrazones”, como su hijo Héctor, les privó de la más efectiva forma de comunicarse. Esa está resultando la parte más difícil de sobrellevar, pero la vacuna es una esperanza para que esta mamá vuelva a su ronda de cumplidos, abrazos y tamales boricuas.

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