La Junta Editorial del Financial Times
Vacunar a niños será siempre una discusión compleja y emotiva. A diferencia de otras medidas contra el Covid-19, como la utilización de mascarillas, es un debate que ha dividido a la comunidad médica. Algunos países, incluyendo EEUU y Francia, han seguido adelante con la vacunación de niños mayores de 12 años. El Reino Unido, basándose en la asesoría de la Comisión Conjunta sobre Vacunación e Inmunización (JCVI por sus siglas en inglés), decidió no tomar ese paso para todos los adolescentes, vacunando únicamente a quienes tienen vulnerabilidad clínica o viven con adultos de alto riesgo; esto a pesar de el fuerte aumento de las infecciones entre adolescentes.
La JCVI tenía que balancear una ecuación con incertidumbre en ambos lados, y se decantó, comprensiblemente, por el enfoque conservador. Pero la decisión choca con la falta de cuidado ejercida por el gobierno en otros frentes. La política más generalizada de Boris Johnson de levantar las restricciones en el mismo momento en el cual la variante Delta está causando conmoción sugiere una mayor incertidumbre, particularmente para los no-vacunados, ya que Inglaterra se ha vuelto un gran experimento que ha dejado a otros países observando de reojo. La verdadera decisión ahora no se trata de si vacunar o no vacunar a los niños en un momento en el cual se prevé un aumento de casos hasta 100.000 al día entre la población en general; sino que se trata de las consecuencias de que contraigan Covid-19 versus los efectos secundarios de la vacuna.
Los riesgos que presenta el virus, aún para niños saludables en otros aspectos, no son despreciables. Actualmente en el Reino Unido se hospitalizan unos 30 niños al día con síntomas severos. El Covid a largo plazo es otra preocupación particular: hay estimados de que los problemas duraderos derivados de la enfermedad podrían afectar a un 20 por ciento de los pacientes, incluyendo los niños. Los jóvenes también son susceptibles a una reacción rara pero que causa inflamación severa, conocida como PIMS. La única manera de evitar el Covid a largo plazo es no contraer Covid-19; y la manera más efectiva de no contagiarse del virus es vacunándose.
Limitar el contagio del virus entre adolescentes, particularmente una vez que comiencen las clases en septiembre, es una precaución sensata contra una nueva ola y por consiguiente otro cierre de las actividades, y todos los demás daños sociales y sanitarios que causaría, para no hablar de la disrupción económica. Los niños de primaria reciben rutinariamente la vacuna de la influenza nasalmente. Esto se hace no sólo por proteger a los niños pero para escudar a sus hermanos más pequeños y a sus abuelos. Un modelo similar podría adoptarse para los adolescentes en relación a la vacuna del coronavirus.
Los riesgos que presenta la vacuna deben ser la consideración más seria. Por ahora, la vacuna de Pfizer es la única aprobada para edades tan bajas (ninguna está aprobada por debajo de los 12 años). La dosis de Pfizer conlleva un riesgo menor de problemas cardíacos, algo que la JCVI evaluó de mayor peso que el riesgo que presenta el coronavirus para los adolescentes saludables en términos generales. El comité hará revisiones regulares de su decisión, a la espera de datos internacionales. Dado que EEUU a principios de este mes reiteró su consejo de vacunar a los de 12 años o más, es difícil entender porque los adolescentes estadounidenses deberían tener un perfil diferente de riesgos y beneficios que quienes viven en el Reino Unido, particularmente cuando hay un período amplio de cifras de salud disponibles.
Aparte de las consideraciones médicas, está la cuestión ética sobre si es apropiado inocular a los niños antes que a los grupos más vulnerables o trabajadores de la primera línea que todavía no se han vacunado en muchas partes del mundo. Esta pregunta no es simplemente altruista, pero una de interés propio: India resalta la facilidad con la cual las variantes mortales pueden desarrollarse en países con bajos niveles de vacunación, y luego atravesar el resto del mundo. No necesita ser una cuenta de suma cero entre vacunar adolescentes y aumentar suministros a países que los necesitan. EEUU está logrando ambas cosas y el Reino Unido debería seguir ese ejemplo.
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