(c) 2021, The Washington Post – Carissa Wolf, Douglas Moser, Roxana Popescu, Lenny Bernstein
Ben Lemons, director de una escuela primaria, recibió una vacuna contra el coronavirus tan pronto le fue posible y trata de ser un ejemplo de comportamiento seguro para sus estudiantes y equipo de trabajo. Usa mascarilla. En un estado donde relativamente pocas personas han sido vacunadas, él habla de por qué decidió vacunarse.
El educador de Shelley, Idaho, dijo que ha estado vigilante en cuanto al distanciamiento social y al uso de mascarilla a lo largo de la pandemia. Ahora, con el brote de la variante delta, ha incrementado aún más sus niveles de vigilancia. Se siente seguro quitándose la mascarilla si hay una distancia significativa entre él y otras personas. Eso es lo máximo que hace si se encuentra en un lugar público. “Todo el mundo debe retroceder”, dijo Lemons.
Después de un par de meses gloriosos con disminución de las preocupaciones sobre el coronavirus, la variante delta ha impuesto un déjà-vu de los cálculos de riesgo-beneficio que tienen que hacer cada día los estadounidenses nuevamente, un retorno a los primeros meses de la pandemia en los que cada decisión era precedida por un recorrido mental por todos los aspectos positivos y negativos.
¿Trabajo? ¿Escuela? ¿Abasto? ¿Visita familiar? ¿Comedor interno del Restaurante? Todo es nuevamente un tedioso ejercicio mental entre el miedo y. el deseo en un momento en el cual muchos tenían la esperanza de que la pandemia ya estaría quedando atrás.
Esta vez, hay nuevas variables que considerar – la más importante de ellas, la amplia disponibilidad de vacunas altamente efectivas. Pero aunque las vacunas contra el coronavirus alivianan la carga al ofrecer una estupenda protección contra una enfermedad severa o la muerte, no son perfectas. Las personas vacunadas pueden infectarse, aunque la mayoría sólo tendrá síntomas moderados de Covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
Y más de 130 millones de estadounidenses no han recibido ni una sola dosis de la vacuna contra el coronavirus, incluyendo a casi todos los niños menores de 12 años.
William Tang, de Newton, Massachusetts, está siendo afectado por esas limitaciones. Él, su esposa y su joven niño se han resguardado a lo largo de la pandemia y han seguido diligentemente todas las guías de salud pública. Ahora, está viendo como los casos aumentan de nuevo, especialmente en los lugares de destino que habían planificado para vacaciones. Está reevaluando lo que deben hacer y a dónde pueden ir.
“Porque tenemos un niño sin vacunar, estamos preocupados sobre a dónde podemos viajar”, dice. “No hemos llegado al punto de cancelar, pero algunos lugares están listados por el CDC como áreas de alto contagio, así que debemos cambiar nuestros planes y visitar otro lugar al que realmente sea seguro ir”.
Holly Amaro no se sorprende de ver el brote de la nueva variante, pero por ahora, vacunarse no está en sus planes. Ella dice que quiere tener otro hijo y no tiene suficiente información sobre las vacunas como para sentir confianza en ellas. El rumor de que las vacunas contra el coronavirus afectan la fertilidad no ha sido comprobado en base a los datos disponibles.
“No han tenido suficiente tiempo para saber qué impacto tienen las vacunas sobre los órganos femeninos. Y no hemos tenido a nadie que se haya vacunado, haya quedado embarazada, y luego haya dado a luz a un niño”, dijo Amaro, quien vive en San Diego.
Las autoridades de salud recomiendan que las mujeres embarazadas – quienes están en más alto riesgo de padecer de un caso severo de Covid-19 – se vacunen. Los funcionarios han dicho que los sistemas de monitoreo de las vacunas indicaban que “no hay problemas de seguridad” para decenas de miles de mujeres vacunadas durante el embarazo ni para sus bebés”.
Amaro no está diciendo “jamás”. “Yo estoy en ese punto medio, donde no hay suficiente [información] como para decidir vacunarme”, dijo ella.
Sherlyn Hoyt, de Meridian, Idaho, mujer de 67 años, está entre las personas más vulnerables a los efectos letales de la enfermedad, y está firmemente decidida a no vacunarse. Su rutina diaria es prácticamente igual a como era antes de la pandemia. Rápidamente volvió a los espacios públicos tan pronto como las órdenes de “quédate en casa” del 2020 fueron revertidas y cómodamente vive su día sin una mascarilla.
Al menos que esté en un consultorio médico o en un negocio en el que sea obligatorio el uso de mascarilla, raramente la usa. Ella dice que está contando con la oración para protegerse a ella y a sus seres queridos del Covid-19.
“Estoy usando mi mascarilla cada vez menos. Estoy poniendo mi confianza en el Señor, no en el hombre”, dijo ella. “Y no me voy a vacunar. He escuchado historias horrendas sobre las vacunas”.
La velocidad y la gran cantidad de cambios que se han vivido durante la pandemia han golpeado a un público cansado y algunas veces confundido. El promedio de infecciones diarias por siete días, el cual había bajado hasta 11.254 el 12 de junio, llegó hasta 114.688 el lunes, un incremento diez veces mayor en siete semanas, de acuerdo a cifras analizadas por el Washington Post. Los hospitales se están llenando nuevamente, especialmente en los lugares con bajas tasas de vacunación. Las personas más jóvenes parecen verse más afectadas que en brotes pasados de la enfermedad.
Pero eso es sólo el comienzo de lo que las personas han tenido que aguantar. Las investigaciones muestran que la variante delta no sólo es dos veces más contagiosa que la cepa original del virus, sino que además causa una enfermedad más severa. Las empresas farmacéuticas y el gobierno están investigando si la eficacia de las vacunas va disminuyendo con el tiempo y si algunas personas, incluyendo quienes padecen de deficiencias inmunológicas y los trabajadores de la salud, necesitarán una dosis de refuerzo. Las personas vacunadas pueden transmitir el virus. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (Center for Disease Control and Prevention, CDC por sus siglas en inglés) nuevamente cambió sus recomendaciones sobre el uso de mascarillas.
Es una lucha muy amplia
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Elizabeth Whittington, de 43 años, de Southhaven, Mississippi, asistió a una reunión en la escuela de su hijo el martes por la noche y “el lugar estaba repleto”, con la mitad de las personas en pasillos congestionados sin usar mascarillas.
“Quizás estaban vacunados, no lo sé”, dijo ella. “Es difícil mantenerse al día con los cambios constantes a las recomendaciones, pero incluso si ya estás vacunado, si vas a salir en público y estás dentro de un establecimiento, deberías estar usando una mascarilla”.
El día después de que el CDC publicara sus nuevas recomendaciones sobre el uso de mascarillas, Whittington asistió a un evento presencial que se llevó a cabo tanto dentro como fuera de un recinto. “Muchas personas estaban confundidas e incómodas”, dijo ella. “¿Me pongo la mascarilla en este momento, o no? Simplemente debemos acostumbrarnos al hábito de usar mascarilla otra vez”.
Su familia va al cine y a los restaurantes con lo que ella describe como “un cálculo de los riegos y los beneficios”.
“Cuando entramos al lugar, lo hacemos usando nuestras mascarillas, y cuando nos sentamos, nos las retiramos y esperamos que no ocurra lo peor, lo cual no es entusiasma, pero es como un mínimo de protección que podemos darnos y a la vez mantener actividades que podríamos llamar normales. Así transcurre nuestro día a día”.
En una encuesta reciente llevada a cabo por el Post y el Schar School of Policy and Government de la Universidad George Mason, un tercio de los adultos a nivel nacional creen tener posibilidades altas o moderadas de infectarse con el coronavirus, mientras que dos tercios consideran su riesgo es bajo o nulo.
Alrededor de un tercio de los adultos vacunados y no vacunados dicen que tienen un riesgo alto o moderado de enfermarse. Pero el 29 porciento de las personas no vacunadas dicen que no tienen riesgo de contraer el Covid-19, mientras que el 17 porciento de los estadounidenses vacunados se posicionan en esa categoría.
“¿Qué debería hacer una persona vacunada?”, preguntó la semana pasada Robert M. Wachter, presidente del Departamento de Medicina de la Universidad de California en San Francisco, en una larga publicación de Twitter. “…Todas las personas deben elegir su propia tolerancia de riesgos, lo cual dependerá de su condición psicológica y sus propios factores respecto a la posibilidad de un mal resultado. También debería estar influenciado por la situación a nivel local – tus posibilidades de contagiarte a pesar de haber sido vacunado son mucho más altas si estás en un lugar con altos índices de contagios que si estás en Vermont”.
La ex-comisionada de salud de Baltimore, Leana Wen, columnista que contribuye al Post, escribió ese mismo día que ella “estaría dispuesta a participar en una cena adentro de un recinto donde todas las personas están vacunadas, incluso si algún comensal no mide el riesgo de sus actos. Pero no tendría a esta persona cerca de mis hijos [sin vacunar] a menos que primero haga cuarentena y se someta a pruebas”.
En San Diego, Randy Blum está a horcajadas sobre la demarcación, determinado a dejar atrás la ansiedad del año pasado, aunque la situación actual sea similar.
“Yo simplemente tomo mis vitaminas, hago mis ejercicios a diario, uso mi mascarilla, y me estoy vacunando”, dice. “Yo elijo no estar preocupándome todos los días”.
Recientemente recibió su primera dosis de la vacuna de Moderna contra el coronavirus y recibirá la segunda dosis a final de mes. Esperó porque su esposa y él estaban bajo tratamiento de fertilidad. También lo había pospuesto por otras razones.
“Yo no soy anti vacuna”, dice. “¿Quizá tenía pereza? Quizá pensé que yo simplemente podía… es difícil tomar esa decisión cuando pasa un año y medio y tú te sientes de maravilla”.
Los mensajes mezclados que escucha también lo hicieron tomarse una pausa. “Es confuso, porque te quieren atragantar con la vacuna, y luego te dicen que ni siquiera funciona, pero que prevendrán la enfermedad severa o la muerte”, dijo él.
Cambió de opinión cuando surgió la variante delta. No quiere transmitir la enfermedad a otros. Ha empezado a usar mascarilla en las tiendas nuevamente “como una cortesía para las otras personas. Yo personalmente ya no siento más miedo. Yo no puedo vivir con miedo”.
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Moser reportó desde Newton, Massachusetts; Popescu reportó desde San Diego; y Bernstein reportó desde Washington. Las periodistas del Washington Post Sarah Fowler en Columbus, Mississipi, y Jacqueline Dupree y Emily Guskin en Washington, contribuyeron con este reportaje.
Lenny Bernstein reporta sobre salud y medicina. Comenzó como editor en la oficina nacional del Washington Post en 2000 y ha trabajado en Metro y Deportes.
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