Especial para The Washington Post - Charles A. Kupchan
Unos días después de que Estados Unidos evacuara de Saigón el 30 de abril de 1975 a civiles estadounidenses y vietnamitas en riesgo, Maxwell Taylor, antiguo comandante del Estado Mayor Conjunto, lamentó que “el final de Vietnam” estaba “dañando nuestra reputación en cuanto a confiabilidad, debilitando nuestras alianzas y exponiendo nuestras debilidades internas ante amigos y enemigos”. Muchos observadores compartían la visión de Taylor de que la caída de Saigón dañaría irreversiblemente la credibilidad de Estado Unidos.
Pero la decisión de retirarse de una guerra perdida que se estaba convirtiendo en una pesadilla política en casa en definitiva resultó ser ventajosa para Estados Unidos, permitiéndole a Washington manejar más eficientemente sus relaciones con la Unión Soviética y China, y a la vez reconstruir en casa. Antes de cumplirse las dos décadas de la ignominiosa evacuación de Saigón, cayó el Muro de Berlín, colapsó la Unión Soviética, y Estados Unidos resultó vencedor al terminar la Guerra Fría.
El impacto de la caída de Kabul sobre el poderío y posición estadounidense pareciera seguir una trayectoria similar. A corto plazo, el caótico esfuerzo de evacuación en Kabul – derivado del hecho que Washington subestimó gravemente la rapidez del avance Talibán – le está dando un golpe a la posición de la administración Biden tanto en casa como internacionalmente.
La muerte de 13 militares estadounidenses y al menos otras 170 personas en un ataque terrorista el pasado jueves permanecerán como un lúgubre recuerdo de la retirada. Pero a largo plazo, la decisión del presidente Biden de terminar con la guerra estadounidense de dos décadas en Afganistán probablemente impulsará la posición de Estados Unidos en el mundo, redefiniendo las prioridades estratégicas de la región de una manera que recupere la credibilidad de los aliados y disuada a los adversarios. También le dará a Washington la posibilidad de enfocarse mejor en los urgentes retos domésticos, lo cual en sí mismo le dará una mejor posición global a la nación.
Esta predicción optimista, basada en las lecciones aprendidas de la retirada de Vietnam, es contraria muchas opiniones actuales. La junta editorial del Wall Street Journal recientemente acusó a Biden de “quebrar la OTAN” y lamenta “el daño que su vergonzosa retirada de Afganistán le ha causado a las alianzas de Estados Unidos y a su reputación”.
Según James Cunnigham, quien sirvió como embajador de EEUU en Afganistán entre 2012 y 2014, “el daño a la seguridad de Estados Unidos, a nuestros aliados y a la región ya está hecho, así como el daño a la credibilidad del liderazgo de EEUU”.
La administración claramente falló en no prever el rápido colapso del gobierno y de las fuerzas armadas afganas, poniendo en riesgo las vidas de muchos estadounidenses, otros extranjeros y socios afganos que permanecían en el país cuando Kabul cayó. La crítica es válida aunque la evacuación organizada por Washington ha podido extraer del país a más de 100.000 personas desde que el Talibán tomó el control.
Pero Biden estaba en lo correcto al poner fin a esta fracasada misión de EEUU que buscaba llegar a una meta inalcanzable. Después de todo, incluso después de 20 años de apoyo de una coalición liderada por EEUU, Afganistán no mostraba señales de funcionar como un país coherentemente unido, algo evidente en el abrupto colapso de sus instituciones estatales.
Estados Unidos ha alcanzado su principal misión en Afganistán – diezmar a Al-Qaeda y evitar que Afganistán sirva como base para ataques contra Estados Unidos o sus aliados. Y Biden ha enfatizado que, después de su retirada, Estados Unidos se reserva el derecho de bombardear a los terroristas que permanecen o se reagrupen en Afganistán.
De hecho, el viernes y el domingo, Washington llevó a cabo bombardeos contra la filial del Estado Islámico que asumió responsabilidad por el atentado del jueves. Pero incluso mientras Estados Unidos mantiene un ojo sobre Afganistán, su retirada militar de ese país le permitirá a Washington girar su enfoque estratégico desde los asuntos periféricos en la región del Medio Oriente hacia asuntos de interés prioritario en Eurasia. Aliados en Europa y en la región Asia-Pacífico serán los beneficiarios de esta realineación estratégica, requerida desde hace mucho tiempo, que les da mayor prioridad y recursos a las relaciones con China y Rusia – los rivales más importantes de Estados Unidos.
De seguro, tanto China como Rusia recogerán beneficios a corto plazo por la retirada de la coalición liderada por EEUU de Afganistán. China probablemente busque profundizar la integración del país a la denominada Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative) – el gran programa de infraestructura que Pekín está desarrollando en Eurasia. Y Rusia incrementará su influencia en Afganistán y en la región.
Pero tanto China como Rusia han estado contentos de que Estados Unidos haya pasado dos décadas gastando fuerzas en Afganistán – así como en Irak, Libia y Siria. Estos atolladeros han despilfarrado el tesoro de EEUU, cobrado muchas vidas, dividido al electorado estadounidense y distraído a EEUU de su tradicional enfoque geopolítico en las rivalidades entre superpoderes. Pekín y Moscú están por enfrentar un rudo despertar después de que Estados Unidos se libere de las “guerras eternas” en el Medio Oriente y ponga la mira sobre China y a Rusia.
Retirarse de Afganistán también resultará beneficioso para el poder y posición de EEUU porque es parte del esfuerzo más amplio de Biden por reconstruir las fuentes domésticas del poderío de EEUU. La “política externa para la clase media” significa, en parte, dedicar más tiempo y dinero a solucionar problemas en casa en vez de en Afganistán – una de las principales razones por las que la retirada cuenta con un profundo apoyo popular doméstico. El precio de la Guerra en Afganistán había llegado a ser de $20 mil millones al año – casi el 0,5% del presupuesto federal. Sumando los 20 años, el precio de la guerra en Afganistán ha sido de cercano a $2,3tn (millones de millones), mientras que el costo total de todas las “guerras eternas” después del 11 de septiembre ha sido estimado en alrededor de $6tn.
Sumas tan grandes pueden ser invertidas de manera más productiva en la economía doméstica. Y ya que la fortaleza interna es la base de la fortaleza externa, la inversión doméstica en definitiva fortalece la posición global de la nación. De hecho, cuando se trata del rol a largo plazo de Estado Unidos en el mundo, los proyectos de ley de infraestructura y políticas sociales que en estos momentos se discuten en el Congreso son noticias mucho más relevantes que la retirada de Afganistán. Las inversiones en infraestructura, tecnología, investigación y educación son requeridas para mantener las ventajas competitivas del país y mantenerse a ritmo frente a China.
Estas inversiones también prometen mejorar los estándares de vida de los trabajadores estadounidenses, lo cual mejorará las políticas internas y reconstruirá el centro político de la nación. Terminar con la polarización que ha intoxicado la política estadounidense reducirá, con suerte, el aislacionismo y la xenofobia que en años recientes han impedido la conducción adecuada de la política exterior de EEUU. Retomar un estatismo estable y bien fundado requiere reconstruir los cimientos bipartidistas del internacionalismo estadounidense.
Más allá de su retirada de Afganistán, Estados Unidos debe hacer todo lo posible por continuar con la evacuación de los afganos en riesgo, aliviar el sufrimiento humano y presionar al Talibán para que gobierne con responsabilidad y humanidad. Aún así, la aterradora evacuación de Kabul, incluyendo el horrendo atentado terrorista en las afueras del aeropuerto, van a ser recordados como unos de los episodios más oscuros de los enfrentamientos estadounidenses en el exterior. Pero es altamente probable que, a medida que Afganistán avance y busque construir un nuevo equilibrio político, la retirada estadounidense del país – al igual que lo fue la retirada de Vietnam –termine siendo recordada como el comienzo de la renovación del poder y posición de Estados Unidos.
Información del Autor:
Charles A. Kupchan es profesor de relaciones internacionales en Georgetown University. También es asociado de alto rango en el Concejo de Relaciones Exteriores y autor de “Aislacionismo: Una Historia del Esfuerzo de Estados Unidos por Resguardarse del Resto del Mundo”.
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