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Xi Jinping intenta reinventar el pacto social de China

Un policía frente a un anuncio de Hermés en China – publicidad de bienes que el policía nunca podría adquirir. Al abogar por "prosperidad común", Pekín impulsa un movimiento contra la desigualdad social. FOTO: The Washington Post.

La Junta Editorial – Financial Times

El huracán de nuevas regulaciones, discursos y políticas que han emanado de China en las últimas semanas parece motivado por lo que Pekín denomina como “cambios no vistos en un siglo”.  Eso es lenguaje cifrado para describir el auge de China y el declive relativo del poder occidental liderado por EEUU.  La inestabilidad que puede detonar un giro de ese tipo en el orden global ha llevado a China a fortalecerse preventivamente, enfrentando sus vulnerabilidades internas y externas.

Algunas veces la retórica parece emanada del pasado revolucionario chino.  Esta semana, por ejemplo, Xi Jinping, el líder autoritario de China, abogó por “luchar” en un discurso diseminado en el Periódico Diario del Pueblo.  “Es poco realista esperar una vida pacífica sin luchar”, indicó.  “Debemos defender los intereses de soberanía, seguridad y desarrollo de China con una determinación sin precedentes”.

La meta parece ser avanzar varios objetivos a la vez, algunos de los cuales se solapan, y algunos de los cuales no.  Al abogar por “prosperidad común”, Pekín propone una campana contra la desigualdad social.  Al subrayar “circulación dual”, busca reducir la dependencia en los mercados externos.  Al promover valores familiares, se basa parcialmente en la esperanza de que las mujeres quieran tener más hijos.  Al regular las matrículas de cuidado infantil extraescolar y el uso de video juegos, desea aliviar la carga financiera y emocional de las familias.

Algunas medidas deben aplaudirse.  Ilegalizar la controversial política laboral “996” bajo la cual muchos empleados del sector tecnológico trabajan de 9am a 9pm, seis días por semana, sugiere que Pekín está genuinamente buscando mejorar las vidas de la vasta cohorte de trabajadores de bajos ingresos.  Limitar la matrícula de cuidado infantil postescolar podría reducir la ansiedad crónica para millones de niños faltos de sueño.

La respuesta ante algunas de las iniciativas de Pekín hasta la fecha ha sido impactante.  El gigante tecnológico chino Alibaba, se comprometió ayer jueves a invertir $15.5 millardos en desarrollo económico y social para el 2025 en apoyo de la agenda de “prosperidad común de Pekín”.  El monto comprometido es similar al propuesto por su rival, Tencent, el mes pasado.

Pero también hay peligros. Exhortaciones a “luchar”, mezcladas con el natural estilo de campaña de la implementación de algunas políticas, podría cerrar la posibilidad de debates razonables y llevar a los funcionarios a despliegues de lealtad vacuos, dañando a largo plazo la calidad de las políticas.

Algunos anuncios ya parecen simplistas.  Una regla que limita los videojuegos para niños a un máximo de tres horas por semana será difícil de hacer cumplir.  La credibilidad del gobierno disminuye cuando la desobediencia masiva no se castiga.

Un mayor riesgo existe en que en los diversos golpes contra el vibrante sector tecnológico, se nutre un prejuicio contra la empresa privada.  Casi todas las empresas de tecnología – como Alibaba, Tencent, Meituan, Didi y otras – que recientemente han entrado en la lupa regulatoria, son propiedad privada.

Cuando las políticas se basan en motivos de campañas se pueden convertir fácilmente en radicalismo.  La redistribución de la riqueza, por ejemplo, se lograría más fácilmente en China vía legislación que modifique el código fiscal.  Un impuesto a las transacciones inmobiliarias, gravámenes sobre herencias u otro tipo de riquezas serían transparentes y equitativos.  Este es un camino que Pekín quizás elija en el futuro.

Xi parece dispuesto a reinventar el pacto social chino.  El viejo lema de que “algunos se enriquecerán primero” está cediendo ante un credo más equitativo.  Eso podría eventualmente beneficiar a unos seiscientos millones de chinos que viven en base a su salario mensual de unos $154 o menos.  Pero si las buenas intenciones son descarriladas por el radicalismo, China enfrentará un porvenir más oscuro.

Derechos de Autor - The Financial Times Limited 2021

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