Cuesta creer que otro juego de fútbol por selecciones genere tanto morbo como un Brasil vs Argentina. Al ojo de muchos, el enfrentamiento entre amazónicos y albicelestes es el más llamativo del planeta; sin embargo, el más reciente encuentro entre ambos solo dejó un enorme papelón (vergüenza) a la región.
La suspensión del duelo por eliminatorias rumbo al Mundial de Catar se convirtió en un circo que hizo ruido en todos lados. No era para menos. En cualquier rincón donde se aprecie al fútbol este encuentro no suele pasar desapercibido, pero la desorganización de las autoridades invadieron el espectáculo para ser ellos los protagonistas de una noticia lamentable.
Dejar correr por unos minutos el juego para luego ver a funcionarios sanitarios invadir el gramado fue tan surrealista que incluso en una región como esta, donde los gobernantes parecen competir en una carrera por ser el líder más irresponsable, nadie creía lo que veía.
Con el pasar de las horas del encuentro que no fue, los detalles van desprendiéndose poco a poco. La noticia más reciente alimenta un monstruo que no tiene forma porque finalmente así se maneja la política por estos lados, sin rumbo definido. La decisión de suspender el choque llegó de parte del presidente Jair Bolsonaro y su comunicación a Alejandro Domínguez, presidente de Conmebol, se informó a 51 minutos del pitazo inicial.
Brasil apenas adoptó medidas contra las personas procedentes desde Reino Unido hace dos semanas; sin embargo, esa información bien podía llegar a tiempo a la delegación argentina para actuar según lo acordado.
Cuando la política mete sus narices en otra zona más allá de su propia oscuridad suceden cosas como estas. Desde la selección local, incluso, se pidió jugar, pero no hubo manera de que los funcionarios accedieran. Era su día y su show.
En el fútbol hay pocos países que puedan presumir de sentirse superiores a Brasil y Argentina. Pero en el juego del absurdo no hay que voltear a ver a los atletas, mejor dejen el podio para que los políticos luchen por un lugar en la gloria de los lamentos.
