(c) 2021, The Washington Post - Eva Dou, Pei Lin Wu, Quentin Aries, Rebecca Tan
Una fría mañana de febrero de 2017, un científico chino de alta estatura y alrededor de 50 años de edad llamado Yuan Zhiming le mostró a Bernard Cazeneuve, el primer ministro francés del momento, las instalaciones del nuevo laboratorio de patógenos de alta seguridad en Wuhan.
Construido con tecnología francesa, fue el primer laboratorio P4 de China, uno entre docenas que existen alrededor del mundo con esa designación indicativa de los más altos niveles de seguridad. Yuan, el director del laboratorio, había trabajado por más de una década para hacerlo realidad.
Yuan y sus colegas en el Instituto de Virología de Wuhan (Wuhan Institute of Virology, WIV por sus siglas en inglés), tenían la esperanza de que podrían prevenir otra catástrofe como el brote de SARS en 2003, el cual fue una vergüenza para Pekín y resultó en el despido del ministro de salud.
Pero apenas un par de años después de la inauguración del laboratorio P4, China estaba involucrada en un brote mucho más letal. El equipo de Yuan no lo había podido prevenir. Y peor, algunos sospechaban que ellos podían estar involucrados en su génesis.
Yuan ha negado contundentemente que el WIV tuviera algo que ver con los orígenes de la pandemia del coronavirus. “El laboratorio P4 de Wuhan nunca ha sufrido fuga alguna de su laboratorio o infecciones humanas desde que comenzó sus operaciones en 2018”, dijo Yuan durante una conferencia de prensa en julio.
En medio del escrutinio, el WIV se ha ensimismado. Yuan dijo en la conferencia de prensa que su equipo había limitado el acceso a su base de datos de virus por “el gran número de ataques maliciosos”, y porque están bajo fuerte presión a causa de los rumores.
Las agencias de inteligencia de EEUU dijeron en un reporte el mes pasado que el virus no era un arma biológica, y que no está claro si se originó de manera natural o en un incidente de laboratorio. El reporte dice que una confirmación es poco probable sin la cooperación de China, la cual Pekín retiró en julio.
Para Yuan y su equipo, eso significa que la nube de sospechas sigue sobre ellos. Después de profundas esperanzas, ha sido una decepción.
“La cooperación científica en virología – quedó en el pasado”, dijo un investigador extranjero que ha trabajado por años con el WIV y quien habló en condición de anonimato a causa del hostil clima político. “Ahora, los chinos no les darán la bienvenida a los extranjeros porque su visión es de que sólo vienen a buscar cómo ensuciar la reputación [del país]”.
Esta reseña de los 65 años de historia del WIV, de sus investigaciones sobre los coronavirus y de su laboratorio P4, está basada en entrevistas a científicos visitantes, reportes de auditoría al laboratorio, imágenes satelitales, registros y otros documentos. El WIV no respondió a una solicitud de comentario.
El laboratorio P4 está localizado junto a una avenida de 8 carriles en una de las zonas industriales a las afueras del sur de Wuhan, donde las fábricas colindan con bajas montañas y tierras para la agricultura. Las instalaciones del laboratorio cubren aproximadamente el área de dos campos de fútbol, en una parcela de tierra 12 veces más grande, de acuerdo a un informe de auditoría sobre seguridad ambiental publicado en 2018.
Las austeras líneas grises del edificio son adornadas por árboles. De 2005 a 2015, cuando el laboratorio estaba en construcción, los científicos se reunían durante el Día del Árbol para sembrar algunos arbustos más alrededor del perímetro.
Basado en el laboratorio P4 de Francia en Lyon, el edificio tiene cuatro pisos: manejo de desechos en el más bajo; laboratorios de experimento y salas para animales en el piso principal; y en los dos pisos superiores, aparatos especiales para garantizar el flujo de aire, dice el reporte.
Los visitantes lo describieron como del más avanzado nivel tecnológico, en contraste con otros viejos edificios del WIV, donde los científicos deben usar abrigos dentro de las instalaciones a causa de la escasa calefacción disponible.
El laboratorio tenía “tecnología de punta, un complejo enorme”, recordó Boris Klempa, investigador de la Academia de Ciencias de Eslovaquia que lo visitó en 2017.
No todo lo que estaba ahí era conocido por el público. Cuando un reportero del periódico estatal Guangzhou Daily le preguntó en 2018 qué tipos de virus almacenaban ahí, el vicedirector del laboratorio P4, Song Donglin, respondió que “la divulgación de este tipo de información debe ser controlada”. La gerencia del WIV le ha recordado a su personal por años las consecuencias de revelar secretos de estado, y les ha pedido estar atentos a la presencia de espías extranjeros.
Jean Pierre de Cavel, un experto francés que llevó a cabo entrenamientos de seguridad en el WIV en 2010, dijo que los investigadores chinos tenían la esperanza de usar el nuevo laboratorio para estudiar enfermedades altamente infecciosas como el Ébola, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, y la viruela.
“Su expectativa era tener una poderosa herramienta, tener un P4, como cualquier otro país importante”, dijo él. “Ellos querían tener el mejor de los mejores”.
Sin embargo, el nuevo laboratorio P4 no estaba siendo utilizado para investigar los coronavirus, siendo estos clasificados dentro de niveles más bajos de seguridad.
En una conferencia científica en Barcelona en 1986, el investigador danés Ole Skovmand conoció a un desgarbado científico chino de unos 20 años. Su nombre era Yuan Zhiming, y estaba estudiando cómo matar a los mosquitos portadores de malaria con la bacteria Bacillus Sphaericus. Skovmand, de 73 años de edad, recuerda que la investigación de Yuan en aquel momento no era de las más avanzadas. Pero le impresionó lo suficiente a Skovmand como para ayudar a Yuan a conseguir unas becas en Francia y Dinamarca. Yuan trabajaba por las noches como cocinero en un restaurante chino y jugaba pingpong con el hijo de Skovmand, según cuenta el propio investigador danés.
Yuan era extrovertido y tosco, recuerda Christina Nielsen-LeRoux, directora de investigación en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas de Francia, quien lo conoció en Europa hace dos décadas. Yuan luego recordaría su tiempo en Europa, y en ocasiones se quejaba de tener que poner a un lado sus investigaciones para enfocarse en la construcción del laboratorio P4, dijo Nielsen-LeRoux.
“Él dijo, ‘extraño ese día que compartimos juntos. Fue uno de los mejores momentos de mi vida’”, dijo ella.
El WIV estaba comenzando en ese momento a afianzar su paso, después de haber tenido un origen tumultuoso.
Fundado en 1956 como una rama de la Academia de Ciencias de China (Chinese Academy of Sciences, CAS por sus siglas en inglés), el trabajo inicial del WIV se enfocó en las pestes agrícolas, una preocupación muy importante durante las hambrunas que comenzaron en 1959. Durante la Revolución Cultural desde 1966 a 1976, sus investigaciones fueron interrumpidas, a tiempo que 229 científicos de la CAS fueron asesinados durante las purgas políticas, de acuerdo a cifras oficiales.
Después de que el líder chino Deng Xiaoping permitiera nuevamente la investigación científica en 1978, Pekín ordenó al WIV elaborar el primer registro nacional sobre virus existentes, habiendo recolectado más de 400 en más de una década, de acuerdo a una historia oficial. En 1985, el WIV ayudó a crear la primera fábrica mecanizada de pesticidas de China.
El WIV fijó sus objetivos a mayor altura en 2003, después del brote de SARS. Chen Zhu, el oficial de mayor jerarquía para las ciencias biológicas en la CAS y posteriormente ministro de salud de China, le pidió al WIV que construyera un laboratorio P4, de acuerdo a personas que conocen el proyecto.
Yuan acompañó a Chen a Francia para persuadir a los expertos franceses de que asumieran la construcción. El presidente Hu Jintao voló a Paris en enero de 2004 para sellar el acuerdo. “Yuan Zhiming realmente quería el laboratorio P4”, dijo Gabriel Gras, un experto en bioseguridad francés que ayudó a supervisar la construcción del laboratorio. “Es el proyecto de su vida”.
Aunque el WIV tenía el apoyo de Pekín para la construcción del laboratorio P4, también debía luchar contra la burocracia. Cuando llegó la epidemia del SARS, el WIV tuvo tanta dificultad para que le concedieran el permiso oficial para investigar el nuevo virus que el director Hu Zhihong terminó teniendo que “robarse” una muestra de una morgue, de acuerdo a un artículo de 2006 en el diario estatal China Youth Daily.
Alrededor de ese tiempo, emergió otra figura que estaría ligada la historia del WIV. La colega de Yuan, Shi Zhengli, estaba comenzando a buscar los orígenes del SARS en las cuevas de murciélagos.
Shi era un año menor que Yuan y también había estudiado en Francia, especializándose en virus acuáticos. Ahora ella se enfocaba en los murciélagos, en colaboración con el prominente virólogo basado en Singapur, Linfa Wang. En 2004, su equipo recolectó muestras de 408 murciélagos a lo largo de China.
Era trabajo rudo. Shi y sus colegas debían arrastrarse por el suelo de estrechas cuevas, como ella misma lo recordó en junio de 2018. Atrapaban a los murciélagos con redes, dejando a la mayoría en libertad después de tomar las muestras, y ocasionalmente llevándose algunos murciélagos al laboratorio. Siete años después del comienzo de las investigaciones, Shi descubrió en 2011 un virus muy similar al SARS en una cueva en la provincia subtropical de Yunnnan. El artículo de su equipo, publicado en 2013, la catapultó al escenario nacional, y se ganó el apodo de “la Mujer Murciélago” (“Bat Woman”).
En 2014, con 50 años de edad, Shi recibió una beca nacional de $58 millones para continuar sus estudios sobre los coronavirus en el sur de China. Tres años después, su equipo anunció que habían encontrado todas las piezas genéticas del virus del SARS en murciélagos de una cueva en Yunnan – básicamente demostrando los orígenes de la enfermedad.
Mientras tanto, el trabajo de 13 años llevado a cabo por Yuan estaba finalmente dando resultados, cuando el laboratorio P4 recibió luz verde para iniciar sus operaciones en 2017. El laboratorio de $42 millones no estaba diseñado para experimentos comunes. Sólo un puñado de los 300 científicos del WIV han sido entrenados para utilizarlo, incluyendo a Shi, la vicedirectora.
Shi recibió la atención internacional el 23 de enero de 2020, el mismo día que las autoridades chinas confinaran la ciudad de Wuhan para contener la nueva enfermedad. En el borrador de un artículo, su equipo anunciaba que habían encontrado un virus con una similitud del 96,2% con el nuevo coronavirus. En un principio, Shi había temido que el virus hubiera salido de su laboratorio, como se lo comentó a la publicación Scientific American. Pero desde entonces se ha mostrado firme en asegurar que el WIV nunca cruzó caminos con el virus, diciendo que chequeó los registros del laboratorio y que las pruebas de todos los empleados habían resultado negativas a la presencia de anticuerpos contra el SARS-CoV-2.
Los simpatizantes de Shi dicen que si realmente hubiera habido un incidente que el laboratorio estuviera tratando de encubrir, es poco probable que los empleados hubieran podido guardar el secreto, especialmente con el permanente monitoreo y presión por parte de las agencias de inteligencia de EEUU. El reporte elaborado por las agencias de inteligencia de EEUU que le fue entregado al presidente Joe Biden el mes pasado dice que el coronavirus no era un arma biológica y que las autoridades chinas no sabían sobre el virus con antelación.
Yuan y Shi han bajado sus perfiles en medio de la controversia. La sección de “noticias integrales” de la página web del WIV, que alguna vez promocionó proyectos de cooperación internacional, ahora se ha reducido a publicaciones políticamente correctas sobre cómo los investigadores están estudiando los discursos del líder chino Xi Jinping.
Nielsen-LeRoux dijo que ella escuchó por última vez de Yuan en marzo de 2020, hacia finales del confinamiento de Wuhan.
“Tuvimos tiempos muy difíciles mientras combatíamos la infección en Wuhan”, le escribió Yuan a ella en un email. “El virus se está propagando por tu país, y más personas han sido infectadas durante estos días, y la situación me preocupa bastante. Tengo confianza de que finalmente podremos contener la propagación del virus con nuestro esfuerzo en conjunto, y que nuestras vidas regresen a la normalidad dentro de poco”.
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