Fe es todo aquello que quieres que se resuelva a tu favor sin poder incidir en él. Es eso presente cuando esperas que todo salga bien en la operación de un ser querido. Es ese sí que deseas escuchar de la persona que te gusta cuando la invitas a salir por primera vez.
Fe es intentar aprobar ese examen para el que no estudiaste y también tener el visto bueno de tus padres cuando quieres salir por primera vez solo con tus amigos.
Fe es acostarte a dormir en un país que no es el tuyo a la espera de esa llamada en la que te dicen que obtuviste el empleo. Es esperar que la oleada xenófoba no te golpee.
Fe es esperar vencer a Roger Federer en primera ronda de Wimbledon cuando eres un jugador proveniente de la qualy. Es saber que esa noche te tocaba marcar a Michael Jordan. Fe es el centro que toma Sergi Roberto para marcar el gol de la remontada del Barcelona al PSG.
Pero si tu fe es esperar que tu selección gane un partido de fútbol intrascendente, entonces sabes -aunque no lo admitas- que ese grupo está perdido.
En Venezuela llegó para quedarse el hashtag #ManoTengoFe, devenido de hermano, tengo fe. Todo comenzó en la reciente Copa América de Brasil, donde las malas noticias fueron un patrón común en el entorno de la Vinotinto. Lesiones y contagios de COVID-19 condenaron a una selección de por sí mermada por un mal arranque de premundial.
A pesar de tener que hacer malabares para conformar una convocatoria sana, la Vinotinto llegó a la última jornada de la fase de grupos con opciones de clasificar (pasaban cuatro de cinco).
Pero finalmente se quedó en el camino.
El mensaje aún se comparte en la víspera de cada choque que la involucra, casi siempre con un mismo resultado.
Aunque con un desempeño lejano al que la sacó del foso y le borró gradualmente el mote de cenicienta en la Conmebol, la Vinotinto es hoy un obstáculo pequeño.
Cuando una actividad se vuelve un hábito, entonces no hay fe. Imagina que Brasil, donde más del 90% de su población es creyente, compartiera cada dos tuits que tiene fe en su selección. Imposible. Su costumbre es ganar, por encima de todo.
La práctica genera rutinas. Recuerda ese primer café que hiciste y que no se lo servirías ni a tu peor enemigo. Ahora prueba el que te tomaste esta mañana y compáralo. Tal vez esa primera ocasión tuviste fe de no ahogarte con esa rara agua, pero no ahora.
Así tendrá que suceder con la Vinotinto. Eso sí, ganar por sus propios méritos y trabajo, no por errores ajenos. Sumar, sumar y sumar. Cuando eso pase, más que fe habrá confianza.