El proceso legislativo se compara muchas veces a la confección de salchichas. Pero una mejor metáfora para la agenda de “Reconstruir Mejor” del presidente de EEUU Joe Biden sería confección de placebos. Los adjetivos tipo “histórico”, “masivo”, y “extenso” se aplican a sus planes aún cuando han sido diluidos hasta representar un simulacro de su concepto inicial. Puede que el destino de la presidencia de Biden dependa todavía de su aprobación – pero están a mucha distancia de los cambios generacionales esperados.
La brecha entre promesa y realidad se explica con el poder perdurable de los grandes grupos de cabildeo o lobby. Biden quería proveerle a Medicare la autoridad para negociar menores precios para las medicinas, las cuales en promedio cuestan dos veces y medio más aquí que en otros países ricos. Una gestión feroz por parte de la industria farmacéutica detuvo esos planes – y con ello, una rara oportunidad para que Washington apalancara su fuerza en pro de medicamentos más asequibles.
La industria de combustibles fósiles de Estados Unidos también está ganando. Intentos por debatir un impuesto a las emisiones de carbono han sido estrangulados en la cuna repetidas veces. Por tanto, ha sido eliminada del proyecto una asignación de $150 millardos que Biden había destinado a las empresas eléctricas como incentivo para alejarse del carbón y el gas a favor energías renovables. Eso le restará moral diplomática a Biden en la próxima cumbre ambiental COP26 en Glasgow. Si EEUU – con emisiones per cápita un 70 por ciento por encima del promedio de naciones ricas – no puede eliminar niveles de carbono, ¿cómo puede persuadir a China y a la India?
El sector de servicios financieros también tiene razones para celebrar. Los planes de Biden para darle al servicio interno de recaudación (IRS por sus siglas en inglés) un campo limitado para vigilar los ingresos y egresos brutos de ciertas cuentas bancarias también están siendo modificados. La industria bancaria lo describe como una licencia para espiar permanentemente a los estadounidenses. El proyecto de ley no propone autoridad semejante. La intención es reducir al menos parte de una evasión fiscal que anualmente supera $1tn (millón de millones de dólares). La meta de disminuir esa “filtración” bajo el sistema existente se hace aún más importante a medida que las reformas impositivas propuestas por Biden son diluidas.
El presidente es responsable de algunos de sus reveses. Los Demócratas no han vendido bien sus proyectos de ley. El error más básico es que han hablado de todo en cifras a diez años, lo cual hace que el Plan para Familias Estadounidenses de $3,5tn suene descomunal. En realidad, ambos proyectos de ley – si se incluye el de $1,2tn en infraestructura – representarían poco más del uno porciento del producto interno bruto en nuevos gastos anuales. La utilización de grandes cifras provee a los críticos del gobierno con la oportunidad de describir los planes como inflacionarios. Hay poca evidencia de que lo sean. Comparado con el efecto de la recompra mensual de $120 millardos en activos por parte de la Reserva Federal desde que comenzó la pandemia, las reformas de Biden son modestas.
Podemos perdonar a los electores por pensar otra cosa. Los medios de EEUU no han ayudado. Cuando hay un proceso que lucha por dramatizar, los periodistas políticos están menos interesados en el contenido. Están haciendo un daño a sus audiencias. Esos dramas requieren dos lados – en este caso centristas versus progresistas. Pero, en realidad, casi todos los Demócratas del Congreso apoyan ambos proyectos de ley. Las excepciones importantes son Joe Manchin, D-WV, y Kyrsten Sinema, D-AZ, cuyos votos son clave para lograr un Senado dividido a partes iguales. Manchin recibe donaciones de la industria del carbón y tiene de hecho inversiones propias en la industria. Sinema es una de las principales receptoras de donaciones de las grandes farmacéuticas. Esa es la realidad más esclarecedora. La otra es que los Republicanos se oponen unánimemente al proyecto más grande de $3,5tn.
Pero los viejos hábitos son difíciles de romper. Es más fácil hablar de “moderados” contra “izquierdistas” que subrayar la facilidad con la cual los lobistas pueden socavar lentamente mejoras modestas a la red de seguridad social estadounidense y los cambios hacia una economía más ecológica. La mayoría de las principales propuestas de Biden son populares tanto con votantes Demócratas como Republicanos. Esto incluye medidas como el crédito fiscal por menores, la licencia para padres, educación preescolar universal y precios más bajos para las medicinas.
Pero la sabiduría política de EEUU es refractada a través de varios lentes y lo que los votantes desean es raramente visible del otro lado. Washington esta atascada en una agonía ritual sobre el alcance del gobierno y la irresponsabilidad fiscal. Ambas partes son cómplices en esto. Los partidarios de Biden comenzaron a describir las reformas como las mayores desde el programa de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson y aún desde el Nuevo Acuerdo de Franklin Roosevelt. Eso facilitó que sus opositores las tildaran como un arrebato socialista.
En realidad estamos viviendo de nuevo la misma historia de siempre: propuestas moderadas que son diluidas por grupos de cabildeo. ¿Podemos sorprendernos de que los votantes sean tan cínicos?
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