Especial para The Washington Post - James Hamblin
Cuando la familia del general retirado Colin Powell anunció su muerte el lunes a través de una breve publicación en Facebook, dijeron que la causa había sido "complicaciones por Covid 19" a pesar de estar "completamente vacunado". El exsecretario de estado, de 84 años, también estaba en tratamiento por mieloma múltiple. Ese tipo de cáncer causa marcados deterioros en el sistema inmunológico, apenas permitiéndole producir un solo tipo de anticuerpo. En julio, un estudio de personas vacunadas con mieloma múltiple encontró que sólo el 45% tenía respuestas inmunes que serían "adecuadas" para protegerlas contra el Covid. Se recomienda una dosis de refuerzo para las personas con cáncer en la sangre, pero ninguna cantidad de vacunas puede compensar un sistema inmunológico que no puede defenderse. Para la comunidad médica, no fue una sorpresa que Powell hubiese desarrollado un caso severo, incluso fatal, de Covid-19.
Gran parte de la reacción a su muerte, sin embargo, sugirió lo contrario, como si se tratara de un caso de alguna irregularidad o falla de las vacunas. Esa frase específica, "completamente vacunado", me llamó especialmente la atención, ya que fue destacada en la mayoría de las noticias. Implicaba que Powell debería haber estado completamente protegido; que no debería haber muerto por Covid-19. El uso de "completamente vacunado" tampoco es exclusivo al caso de Powell, aunque la cobertura de su muerte demuestra que el término es inapropiado en muchos casos, principalmente porque no hay un consenso sobre lo que exactamente significa. Como hemos visto a lo largo de esta pandemia, la precisión del lenguaje y la transparencia al delinear lo conocido y lo desconocido son claves para cualquier respuesta de salud pública eficaz. Una sensación de falsa confianza, o de riesgo exagerado, puede dañar permanentemente la credibilidad que es tan fundamental para el éxito de la campaña de vacunación contra el coronavirus y de futuras campañas de vacunación.
Actualmente, el debate central entre inmunólogos y expertos en enfermedades infecciosas, al menos en Estados Unidos, se refiere a las dosis de refuerzo. Ha quedado claro que algunas personas se beneficiarán de inyecciones adicionales (terceras dosis de las vacunas de ARNm y segundas dosis de Johnson & Johnson) y que en otras personas no tendrán efecto. El desafío consiste en determinar dónde trazar esa línea. La mayoría caemos en una zona gris entre el decatleta olímpico de 21 años que no necesita más dosis y el enfermo de 90 años con enfisema que canta en un coro donde otros no se han vacunado y quien se beneficiaría bastante de un refuerzo.
Todo esto se reduce, esencialmente, a intentar definir "completamente vacunado". ¿Quién está "completamente vacunado" contra el Covid-19 y por cuánto tiempo? La respuesta honesta es que eso es difícil de definir.
Hasta 2021, "completamente vacunado" no era una frase normal, de la misma manera como no lo son "completamente casado" o "completamente graduado de la universidad". Por lo general, una persona se considera "vacunada" o "no vacunada". Las distinciones técnicas pueden usarse clínicamente para describir áreas grises: un niño pequeño o un cachorro, por ejemplo, entre dosis de vacunas contra el sarampión o la rabia, puede considerarse "parcialmente vacunado" a los efectos de las comunicaciones logísticas entre médicos. Pero tal designación no implicaría que el niño o el cachorro estén protegidos.
A principios de este año, cuando las vacunas contra el coronavirus comenzaron a estar disponibles para el público, el término resultó útil como forma de distinguir entre quienes habían recibido sólo su primera dosis de una vacuna de ARNm y quienes habían recibido el régimen completo de dos dosis. Diez meses después, abundantes nuevas pruebas no han podido determinar si nuestros regímenes de vacunas deben consistir en una, dos o tres dosis. Actualmente, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) indican que las personas se consideraban completamente vacunadas "2 semanas después de su segunda dosis" de Pfizer o Moderna, o "2 semanas después de una vacuna de dosis única" como Johnson & Johnson. Esta definición ya está obsoleta; ya que desde el mes pasado, la agencia también recomienda una tercera dosis de la vacuna Pfizer para grupos de alto riesgo después de seis meses. Se espera que pronto la recomendación se extienda a todas las personas mayores de 40 años. Existe un legítimo desacuerdo entre los expertos y un importante debate sobre la prudencia de tal medida, todo como parte del intento por definir "completamente vacunados".
Gran parte del enfoque en el hecho de que Powell murió a pesar de estar vacunado probablemente sea oportunista, con la intención de generar dudas sobre la efectividad de las vacunas contra el coronavirus (y, por lo tanto, dudas sobre los cánones imperantes de la medicina, la salud pública y la ciencia). Las interpretaciones de mala fe sobre eventos fatales no son nada nuevo: siempre que una persona que recibió una vacuna experimenta un efecto adverso, los especuladores implican una relación entre la muerte y las vacunas. Esto sucedió desde los primeros casos de coágulos de sangre, extremadamente raros, y se da ahora cuando las personas vacunadas se enferman con Covid-19.
Pero más allá de complacer a las audiencias de extrema derecha y a los teóricos de la conspiración, los informes sobre el estado de vacunación de Powell influyen en las preocupaciones genuinas sobre las "infecciones irruptivas" en personas de alto riesgo. (Las anécdotas individuales pueden ser más convincentes que el 99% de las estadísticas, según mi experiencia). Tales anécdotas influyen aún más cuando los mensajes oficiales parecen ser engañosos o contradictorios: pensé que estaba completamente vacunado; ¿ahora dicen que no lo estoy? Si las vacunas funcionan, ¿cómo es posible que muera una persona completamente vacunada?
La respuesta es que su muerte es una posibilidad de la misma manera que es posible la muerte de una persona que está "completamente abrochada con cinturón de seguridad". El grado en que cualquiera de nosotros está protegido por la inoculación depende de muchos factores, más allá de cuántas inyecciones podamos recibir y de qué tan eficazmente responde nuestro sistema inmunológico. También depende de quiénes nos rodean. En Israel, a partir de este mes, las autoridades requieren que todos tengan tres dosis para ser considerados "completamente vacunados", y han asegurado una cuarta dosis para cada ciudadano a medida que el virus continúa propagándose. Las personas no vacunadas allí han sido hospitalizadas a una tasa tres veces mayor que la de quienes están vacunados. Pero dondequiera que la gente siga sin vacunarse, es posible que veamos a los grupos de alto riesgo preguntándose si deben recibir hasta una quinta o sexta dosis. Esto sería similar a usar un quinto o sexto chaleco salvavidas mientras que otros todavía no tienen ninguno: no sólo es injusto, sino que es mucho menos efectivo que asegurarse de que todos tengan un chaleco. Y, aún así, los náufragos pueden sufrir hipotermia, deshidratación o ataques al corazón, sin importar cuántos chalecos salvavidas terminen colocándose. El hecho de que las personas vacunadas estén muriendo de Covid-19 en los Estados Unidos es un fracaso en la misma medida en la cual es un fracaso que no se haya logrado que todos reciban sus vacunas y desterremos el virus a la oscuridad.
Si "completamente vacunado" es útil como concepto, es más a nivel de la población que del individuo. Probablemente no exista una cantidad de vacunas que pueda garantizar que una persona de 84 años con cáncer de sangre esté absolutamente protegida del Covid-19, o de cualquier otra enfermedad. Cuando las personas son mayores y están enfermas, incluso una enfermedad leve puede llevarlas al límite de una insuficiencia respiratoria o cardíaca. El objetivo de la inoculación es eliminar un virus de entre una población. Esto significa que todos deben recibir su primera y segunda dosis para que todos estén funcionalmente protegidos.
Estar “completamente vacunado” podría ser, con mayor precisión, el objetivo de una escuela, empresa, pueblo o nación. E idealmente, del mundo. Cuanto más perdamos esto de vista, centrándonos en cambio en las dosis de refuerzo y en alguna noción etérea de cómo lograr el "individuo completamente optimizado", más estaremos arriesgando, y más durará la pandemia, con creciente dosificación a los sectores de más alto riesgo, mientras que los no vacunados culparán a las vacunas en vez de a sí mismos por la propagación continuada del virus.
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Información del Autor:
James Hamblin es periodista y médico especializado en salud pública y medicina preventiva general. Es profesor en la Escuela de Salud Pública de Yale y escribe un boletín semanal gratuito llamado “The Body”.
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