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Biden lucha por rescatar su ambiciosa agenda ecológica antes del COP26

President Biden participates in the Major Economies Forum to galvanize efforts to confront the global climate crisis at the White House on Friday. MUST CREDIT: Washington Post photo by Demetrius Freeman.

James Politi en Washington y Myles McCormick en Nueva York

La vicepresidenta Kamala Harris se reunió el lunes en Washington con un grupo de los principales activistas ecológicos para reafirmarles la firmeza de la administración Biden en la lucha contra el calentamiento del planeta.

A una semana de la cumbre COP26 en Glasgow, y en medio de una tensa negociación con congresistas para lograr aprobación legislativa de leyes que recorten emisiones, Harris sugirió que Estados Unidos no llevaría medidas de medias tintas al escenario global.

“No podemos darnos el lujo… de actuar en incrementos.  No podemos ser pacientes”, le dijo un grupo que incluía a Tom Steyer, el financista mil millonario y antiguo contrincante Demócrata a la presidencia.

La batalla contra la crisis ambiental fue un tema recurrente de la campaña presidencial de Joe Biden en 2020 y ha sido un enfoque constante de su administración desde que asumió el cargo en enero.  Su posición es un giro a contramano de lo que fue el tiempo de Donald Trump en la Casa Blanca, y también representa una mayor dedicación al tema que la que demostraron sus predecesores demócratas, incluyendo Barack Obama y Bill Clinton, debido a que se ha convertido en un tema cada vez más importante para el electorado.

Aun así, Biden viaja a Escocia – y antes de ello a la reunión del G20 en Roma – estando en duda su habilidad para lograr un cambio patente en la política ambiental de la mayor economía del mundo.

Si es aprobado, el paquete emblemático de gastos de la Casa Blanca – de hasta $2tn (millones de millones de dólares) – asignará más de $500 millardos a temas ecológicos que incluyen una serie de créditos fiscales para energía limpia.

Pero algunas de las medidas más agresivas como un esquema denominado el Programa de Desarrollo de Energía Limpia (CEPP por sus siglas en inglés) que obligaría a las empresas eléctricas a apartarse los combustibles fósiles, probablemente no sean parte del proyecto debido a oposición de senadores como Joe Manchin, D-WV.

Un impuesto a las emisiones nocivas se ha considerado periódicamente en las negociaciones pero también fue rechazado.  Algunos analistas dicen que no incluirlo hará mucho más difícil lograr la meta de EEUU de reducir su nivel de emisiones de gases de invernadero a la mitad del nivel que existía en 2005 para el año 2030.

Sanjay Patnaik, becario de estudios económicos en la Brookings Institution y de iniciativas para políticas energéticas sostenibles en la universidad de Johns Hopkins, comentó que era poco probable que se pudieran reducir las emisiones de EEUU con medidas que son “incentivos sin amenazas”.

“Los socios internacionales verán favorablemente que EEUU está de vuelta en la mesa de negociación y que van a tratar de tomar el liderazgo diplomático.  Pero… ¿por qué tengo yo que reducir emisiones si EEUU no está dispuesto a disminuir seriamente las suyas?”, añadió.

Algunos expertos ambientales dicen que la transformación de la estrategia de Washington bajo Biden no debe subestimarse.  Aparte de asociarse nuevamente a los acuerdos de Paris, esta administración ha participado en un acuerdo global para la reducción de emisiones de metano, ha denominado el cambio climático como un “riesgo sistémico” a la red financiera del país, y como una amenaza a la seguridad nacional y a la estabilidad global.

“Con cada informe emitido por el grupo intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés) nos enteramos de que no nos queda tiempo para enfrentar realmente la crisis ecológica.  Y la administración Biden se lo está tomando en serio.”, comentó Anne Christianson, directora de política ecológica internacional en el Centro para el Desarrollo Estadounidense, un grupo de expertos de izquierda.

Y sin embargo, en días recientes los Demócratas han estado correteando para reforzar las provisiones climáticas del proyecto de ley antes de que el presidente llegue a Glasgow.  “Especialmente debido a que no habrá algo como el CEPP, es esencial que se enfoquen y fortalezcan la porción de créditos fiscales ya que será una de las piezas más importantes del rompecabezas”, indicó Lindsey Walter, directora adjunta del programa de ecología y energía del grupo de expertos Third Way.

Los ambientalistas también están solicitando a los legisladores a que encuentren alternativas al CEPP que sean aceptables para los moderados.  Luego de que fueran desestimadas propuestas para implementar un precio al carbón, el enfoque ha girado hacia un sistema de dadivas para apoyar iniciativas que ayuden a los estados a volverse verdes.

Los congresistas Demócratas también han aumentado la presión, en parte por temor a que se repita lo que ocurrió durante los primeros dos años de la administración Obama, durante los cuales el Senado trancó la legislación ecológica luego de que había sido aprobada por la Cámara.  Se estima que el proyecto de ley de Biden no será apoyado por ningún Republicano.

“Si EEUU no se compromete sólidamente a reducir las emisiones de carbono en esta ley, no estamos únicamente debilitando nuestra posición en estas negociaciones ambientales, estamos debilitando la oportunidad integral de reducir el carbono para todo el planeta”, comentó al Financial Times la representante Melanie Stansbury, D-NM.

Añadió: “No creo que el problema sea una falta de acción política de las bases por parte de los estadounidenses, creo que el problema es una falta de entereza de los políticos en cuanto a legislar y hacer lo que saben es correcto”.

El representante Sean Casten, D-IL, indicó que le gustaría ver a EEUU en una “posición de liderazgo” en Glasgow.

“Si aprobamos [una legislación ecológica sólida] estaremos posicionados para marcar la pauta en el COP26”, comentó al FT.  “Si no, básicamente estamos cediendo ese liderazgo a los chinos, y yo no quisiera hacer eso”.

Si el Congreso no actúa, EEUU está en camino a reducir entre un 17 y un 25 por ciento de emisiones para finales de esta década.  Pero un informe publicado la semana pasada por el Grupo Rhodium sugiere que la meta de 2030 podría ser posible aún sin la CEPP, si es que los créditos fiscales se aprueban y son acompañados de medidas particulares de agencias federales, estados y empresas.

A pesar de todo esto, Biden en Glasgow no podrá comprometerse a lo que el mundo desea oír más que nada: que la legislación ecológica está cobrando apoyo bipartidista en EEUU y que no hay marcha atrás.

“Creo que un problema de la política estadounidense ha sido su imprevisibilidad”, dijo Patnaik en la Brookings Institution.  “Tenemos estas grandes oscilaciones del péndulo entre administraciones Republicanas y Demócratas”.

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