Durante mi adolescencia en el Reino Unido en los ochenta, el país seguía publicando libros y ensayos sobe el fin de la “era de la deferencia”. La mayoría de estos alababan los nuevos tiempos de informalidad y falta de clases. Un número menor de conservadores anticuados los lamentaban. Siendo un alumno con tendencias de izquierda, yo estaba sólidamente a favor de cualquier cosa que debilitara a los grupos de poder, especialmente si quebrantaba el principio de heredad. Sigo muy a favor de lo segundo. Pero mi republicanismo (con “r” minúscula) se desvaneció hace mucho tiempo.
Me parece bien que la familia real británica sea la excepción al objetivo amplio de destronar a los privilegiados, aun cuando signifique tener que aguantar lo que a menudo es una realeza vergonzosamente irregular. La idea de embarcarnos en una convención constitucional británica es demasiado desgarradora. ¿Sería realmente mejor un Reino Unido presidencialista?
En el mejor de los casos, esa posibilidad es irrelevante. En un mundo en el cual los electores de ambos lados del Atlántico han demostrado ser peligrosamente erráticos – y frecuentemente ignorantes, o al menos descuidados, respecto a la liberalidad de la democracia liberal – mi mayor miedo hoy día es sobre la falta general de deferencia en occidente hacia las cosas que más importan, y en primer lugar entre estas estarían las instituciones y los hábitos de pensamiento que nos protegen. Esto incluye una judicatura independiente, medios profesionales, la cultura de debatir de buena fe en términos generales, el hábito extraviado de asumir que no son malvadas las personas con las cuales estás en desacuerdo, y el sentido de pertenecer mayormente a una comunidad con obligaciones mutuas. Escribo aquí no para enterrar estas cualidades, sino para elogiarlas. Temo que hemos llegado tarde.
Ha pasado casi un año desde que Donald Trump fue derrotado por Joe Biden. Deberíamos estar respirando mejor. Estados Unidos tiene ahora un presidente que quiere atacar el calentamiento global, tratar otros países respetuosamente y restaurar el civismo de la política estadounidense. Y sin embargo pienso que hago eco de la mayoría de mis conocidos – un grupo de gente más diverso de lo que muchos pantaneros imaginan – cuando digo que mi sentido de pavor es mayor de lo que era hace un año. En aquel momento todavía podíamos ver a Trump como una aberración, aunque siempre pensé que representaba una patología más profundamente enraizada en la sociedad moderna de EEUU.
Incrementalmente, sin embargo, tememos que Biden es la aberración. No importa cuánto intente hacer lo correcto – y principalmente creo que eso es lo que busca – las fuerzas que se oponen a un cambio constructivo en Estados Unidos son abrumadoramente fuertes. Esto no es solamente el partido Republicano, aunque cualquier relato intelectualmente honesto sobre su evolución diría que el GOP se ha convertido en un vehículo para el Trumpismo nativista. Eso ya es muy aterrador. Pero es el desorden del resto, incluyendo el partido Demócrata, lo que más me preocupa – y esto cual me lleva de vuelta a la calidad de quienes deliberadamente denomino las clases altas contemporáneas.
El establishment estadounidense tiene un patrimonio de billones (trillones ingleses) de dólares pero no se ha ganado el respecto de la sociedad, y mucho menos su deferencia. La historia nos enseña que las sociedades con élites pragmáticas entienden que hay que ser flexible para no quebrarse. Según escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa, “para que las cosas permanezcan iguales, todo debe cambiar” (véase le enfrentamiento triunfal de Earl Grey con la aristocracia británica y su abolición del comercio de esclavos a principios de los 1830, o Franklin Delano Roosevelt y su exitosa guerra contra sus colegas del “realismo económico” un siglo después).
La élite estadounidense de hoy no tiene flexibilidad alguna – y no se ve ningún FDR en el horizonte para forzarles a ceder. Lo que estamos viendo en vez es una élite económica que continúa llenándose las botas. Puede que Estados Unidos sea destrozado aún debido a las “muertes por desesperación” de Sir Angus Deaton – el economista nobel recientemente actualizó su investigación para demostrar que se está viendo un incremento en la tasa de suicidios y muertes prematuras de no-blancos, incluyendo afroamericanos e hispanos.
Pero sus clases adineradas tienen aversión a contribuir unos pocos centavos de dólar más para cubrir los gastos sanitarios de Estados Unidos, o darles a los padres el derecho a unas pocas semanas de asueto remunerado. Sospecho que el presidente ejecutivo de Tesla Elon Musk se expresó en representación de la mayoría de los mil millonarios estadounidenses cuando escribió por Twitter: “eventualmente, cuando se les acabe el dinero de otros, vendrán a por ti”. Esto fue el mismo día en el cual se convirtió en el ser humano más rico de la historia – al menos en papel – debido a un aumento de unos $36 millardos en su patrimonio neto (resultado de un despunte en las acciones de Tesla). Musk estaba reaccionando al plan Demócrata – ahora descarrilado – para imponer un impuesto a las ganancias de capital no realizadas de los mil millonarios estadounidenses (calificarían unas 700 personas). Al momento de escribir el Tweet, el patrimonio neto de Musk era $289 mil millones.
Al igual que la mayoría de los superricos estadounidenses, Musk cree que llegó adonde está sin la ayuda de nadie más. Debe haber olvidado el auxilio fiscal de $465 millones que Tesla recibió en 2010 y los contratos públicos mil millonarios para su otra empresa, SpaceX, y que decir de los inmensos subsidios para autos eléctricos otorgados por los gobiernos estatales y federales. Cabe aclarar que Musk podría gastar $791.780 al día, todos los días durante los próximos 999 años y de todas formas le quedarían $289 millones para su año número mil. Esperemos que esté invirtiendo en una eternidad criogénica. Va a necesitar tiempo para gastar todo lo que ha ingresado.
A pesar de sus idiosincrasias, la actitud de Musk hacia el dinero representa la de gran parte de su cohorte. Aparentemente han logrado una vez más abortar los modestos intentos por mejorar la progresividad del sistema fiscal de EEUU, aún con una Washington bajo control Demócrata.
Rana, como le enseñas a una élite a entender que la paz social tiene un precio – y que una sociedad saludable y estable es ultimadamente algo bueno para su salud financiera. Cual es el postulado irrefutable que aún no les hemos explicado?
Rana Foroohar contesta
Ed, comparto tu horror y por supuesto que vi el mismo Tweet de Musk que tú. Pavoroso, especialmente dado que gran parte de las investigaciones básicas que hicieron tan rico a Musk fueron financiadas por los contribuyentes. No hay sentido histórico. No hay ni una pizca de sentido del deber compartido o colectivo.
Lo cual me trae a la única solución que se me ocurre para este problema: un año de servicio nacional. Necesitamos desesperadamente algo que nos una como sociedad, y lo único que me viene a la mente ahora es obligar a todos – del género, raza, credo o nivel socioeconómico que sean – a contribuir un año de servicio nacional sin excepción.
Esto debería hacerse de la manera en la cual lo hace Israel – no puedes pagar para salirte, no puedes diferirlo, no puedes utilizar tu rango de ninguna forma para evitarlo. Los hijos e hijas de la élite se ven forzados a trabajar hombro a hombro con quienes no tienen recursos. Todos deben contribuir su grano de arena al bienestar nacional. Esto podría incluir actividades similares a la de la guardia nacional, o una temporada en defensa, pero también cosas como “enseñar para Estados Unidos”, Cuerpos de Paz domésticos o alguna actividad estilo Hábitat para la Humanidad desplegada a nivel nacional.
No sé qué se requeriría para proponer o lograr aprobación de un programa así. Pero honestamente no logro discernir otra cosa ahora mismo – a menos que hablemos de prohibir el capitalismo de datos personales – para lograr unirnos como sociedad en este momento.
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